Capítulo 27 Esferas

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Tomo el blíster de pastillas quedando la parte plateada frente a mi rostro, con un montón de letras que son tan pequeñas que no las logro leer y con otras un tanto más grandes en colores rojos que intento ignorar.

Le doy la vuelta y mi mirada se queda fija en las esferas color rosado que están frente a mi, ni siquiera sé lo que son y para ser sincero; tampoco me importa, solo las necesito para algo, sin importar para que sean. 

Durante todos estos días mis piernas se han vuelto débiles y esta no es la excepción. Después de un rato caigo sobre la silla que está frente a mi escritorio, mientras que mi mirada no se aparta del material de aluminio.

Se crea un sonido que imita al metal, pero en intensidades mucho más débiles; fragmentos de la pequeña capa que cubria la esfera se amolda a mi uña y se niega a salir de ella, creando un vacío que se asemeja al de una fosa fúnebre.

Una de las ocho esferas rueda por mi palma hasta quedarse quieta en el medio de esta. Sin apartar mi mirada de ella; pienso muy bien en lo que estoy haciendo y después de un instante, vuelve a crearse ese sonido metálico.

Apoyo mi brazos en el escritorio y dejo escapar una respiración llena de odio y agotamiento; me siento débil, es agotador pensar que todo estaba saliendo bien para volver al mismo lugar de antes, o estar aún peor. Y me odio, odio pensar que esta es la única opción, el único modo de salir de todo esto, mi único medio de escape.

La oscuridad en mi habitación se ha vuelto más intensa que en las últimas noches; las puertas al balcón están cerradas, las luces están apagadas, solo la pantalla de mi celular ilumina la pequeña zona en dónde estoy. Ya son cuatro esferas las que están mi palma y las gotas de sudor en mi frente comienzan a crecer con el pasar de cada segundo.

Todo mi cuerpo comienza a temblar y miles son las cosas que pasan por mi cabeza. Me detengo por un momento y pienso muy bien lo que voy a hacer; ¿esto es lo correcto? ¿Es la mejor solución que puedo conseguir?

Una lágrima escapa de mi ojo cuando mi uña queda sobre la capa que cubre a la quinta esfera; mi dedo comienza a temblar y se me dificulta hacer la perforación hasta que logro hacerlo y la pastilla cae sobre mi regaso y rueda por algún lugar del suelo.

Doy un golpe a la mesa y recuesto mi peso sobre la silla mirando al techo sin saber muy bien lo que veo; pulso mi teléfono sin detenimiento ya que la luz estuvo a punto de apagarse y mi mirada cae en las pequeñas gotas del vaso de agua que está frente a mi.

Algo en mi abdomen se tensa, no sé si será mi estómago u otro órgano que quiere jugar en mi contra, ya no lo sé, cierro mi mano para que las esferas no caigan de ella y hago la sexta perforación notando que la pastilla no quiere salir.

Igual saldrá.

Casi..

Ya lo hizo.

Muevo mis piernas bajo el escritorio y mi cuerpo se tensa cuando mi padre pasa frente a mi habitación y se detienen en la puerta.

—Amaury, ¿estás bien?, debemos hablar si estás despierto.

No tengo porque responder, por la hora ha de suponer que estoy durmiendo, y mi puerta tiene seguro; así que no entrará.

—Bueno, hablaremos después, —arroja un suspiro y luego se va.

Una sensación electrizante corre por mi cuerpo y las ganas de levantarme y liberarme ella no faltan, pero luego de unos minutos podré solucionar eso, podré solucionarlo todo.

Con la séptima abertura noto por fin que solo falta una esfera para acabar con todo y comienza a crearse esa pesadez e indecisión por todos lados, no me atrevo a tomar la ultima, así que la omito y solo acerco la mano a mi boca temiendo a lo que pueda pasar.

Mis respiraciones comienzan a chocar con ella gracias a la cercanía entre ambas; mientras que la mano que estaba libre queda húmeda al tomar el vaso de agua y comenzar a moverlo con lentitud.

Mis manos comienzan a temblar y un frío se crea en el centro de mi pecho cuando separo mis labios y quedo envuelto en la oscuridad; ya que la luz de mi teléfono acaba de apagarse.

Solo hazlo.

No lo pienses.

Así estarás bien.

Todos estarán bien.

Habrás terminado con todo.

Me levanto con rapidez y arrojo el vaso al suelo escuchando como este se rompe en pedazos mientras que el agua se derrama por todo el lugar.

Caigo sobre la alfombra y las pastillas lo hacen conmigo, siendo su sonido lo único que puedo escuchar y lo único que puedo ver en en este momento.

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Solo quedaron recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora