—¿Qué mierda pasa contigo? En serio trato de mantener a raya mi lenguaje pero me lo haces cada vez más difícil.
—Si eso te hace sentir feliz. —Me recuesto en el sofá y trato de evadir su mirada.
—Este no es el momento para que respondas, ¡ya es la segunda vez!, ¡te han expulsado dos veces en menos de un mes! ¿Qué mierda está pasando contigo?
—Si tan solo quisieras ver lo que está más allá de tus ojos podrías saber lo que está pasándome. Pero te rehusas a hacerlo o simplemente dejó de importe.
—Eres mi único hijo varón, claro que me importas —Y volvemos a la redundancia—. Lo que pasa aquí es que te alejas de todos y piensas que con eso podrás estar bien, cuando no es así.
—No, solo me acostumbré al hábito de estar solo y que no haya nadie aquí, es más fácil seguir a la corriente que nada en su contra.
—Disculpa si debo trabajar para cubrir todos los gastos de esta casa, pero alguien debe estar cuerdo para mantener junta a esta familia.
—Qué buen trabajo el que has hecho hasta ahora.
—Todos hacemos un esfuerzo y el único que parece no avanzar eres tú.
—Pido disculpas, me disculpo por no avanzar y vivir rodeado de recuerdos, me disculpo por seguir de luto, me disculpo por no encajar en la familia feliz que intentan aparentar.
—La verdad es que ya no logro entenderte, ni siquiera sé cómo controlar lo que está pasando contigo.
Suelto una respiración llena de cansancio y recuesto mi espalda en las texturas del mueble tratando de buscar las palabras adecuadas y saber cómo formularlas correctamente.
—Necesito ayuda... —digo casi en un susurro.
—¿Qué dijiste? —No creo ser capaz de repetir esas palabras, tal vez este podría ser el momento de arrepentirme, de olvidar esto…
—Necesito ayuda. —Repito en un tono más alto mientras evito mirar su rostro.
–No, —vuelve ese nudo a mi estómago.
—¿Disculpa? —Respondo un tanto confundido.
—No, no confío en los psicólogos y todas las cosas que dicen que pueden hacer; puedes lograrlas por tu cuenta sin necesidad de ir a uno.
—¿Sabes lo difícil que ha sido esto para mí? —Grito al levantarme del sofá—, ¡ni siquiera sabes la mitad de las cosas por las que he pasado!, pedir ayuda no es fácil ¿Y aún así decides no darmela? No me interesa si no confías en ellos, quién necesita la ayuda soy yo, no tú.
Camino con rapidez y dejo a mi padre diciendo cosas que ignoro mientras cierro la puerta con más fuerza de la necesaria. Voy directo al balcón y como ya es costumbre, intento mantener bajo raya todo lo que pasa, pero mi pecho se mueve con fuerza y mis lágrimas vuelven en cuestión de segundos.
Ya ni siquiera sé qué hacer, si pedir ayuda no es la opción correcta, ¿qué me queda ahora?
Doy pequeños golpes con mi pie sobre la barra de metal donde me aferro y cierro mis ojos intentando pensar en algo, en cualquier cosa que me haga olvidar, pero el cosquilleo que generan mis lágrimas al caer me lo hacen imposible.
Mi vista va hacia las personas que caminan por las calles y en el fondo me gustaría ser una de ellas, sin importar quienes sean, solo quiero alejarme de todo este dolor y al fin escapar de todos estos problemas, ya no quiero saber ni sentir nada.
Me alejo del barandal dejando que mis pensamientos sean guiados y arrojados por el viento hacia otro lado y comienzo a subir al tejado, acá solo puedo escuchar los sonidos que genera el viento al pasar muy cerca de mis oídos y el bullicio que genera la ciudad en su día a día, lo mejor de estar aquí es no hay sonidos generados por personas, no hay un montón de palabras sin sentido que corren por doquier.
Camino por el lugar y el sol que genera el día atraviesa la tela y llega directo a mi piel, creando cientos de gotas que se escurren por todo mi cuerpo.
Camino hasta quedar justo en el borde, en esa zona del tejado que parece un escalón, en esa zona que con tan solo mirar hacia abajo comienza un temblor en tus piernas y miles de pulsadas dentro de tú corazón. No puedo evitar mirar hacia la calle y calcular cuántos son los metros que nos separan, que tan doloroso puede ser el impacto o si solo será un miedo repentino para después no ser conciente de nada.
A este punto todo dejó de importar.
¿Qué esperas?
Solo hazlo.
Cierro los ojos.
Solo hazlo.
Mis piernas tiemblan.
Solo hazlo.
Mi corazón se detiene.
Solo hazlo.
Lo siento...
Solo hazlo.
—¡Alto! —Grita Nancy cuando solo es uno de mis pies quien recibe mi peso.
—¡No!, esta es la última forma de escape que me queda.
—¡No es cierto! Escuché lo que hablaste con papá y no tiene razón en nada de lo que dice. Todos sabemos que no estás bien y él también lo sabe.
—¿Y por qué no me ayudan? ¿Por qué ninguno lo hace? ¿Por qué siempre termino siendo excluido?—Mi voz se rompe.
—Primero baja de allí, habla conmigo, resolvamos esto. —Extiende sus brazos hacia mi y me mira directo a los ojos.
—¿Por qué ahora sí quieres hacerlo?, ¿Por qué comenzó a importarte en este momento?—Sus ojos están rojos y supongo que los míos igual.
—Lo siento, en verdad lo siento —dice cuando toma mi mano y me envuelve en sus brazos—. No voy a negarlo y tampoco voy a mentir sobre eso, pero necesitaba mi espacio para procesar todo, como dijiste antes, todos sufrimos de una forma distinta y manejamos las cosas de manera diferente.
Intento separarme, pero parece que se le hiciera imposible soltarme.
—Pero necesitaba alejarme de ti y sé que es cruel, pero hay algo en ti, en tu forma de ser, en tu esencia que me recuerda a ella y sé que no debí hacerlo, pero todas esas cosas que hay en ti me recuerdan a ella y no me permitían olvidarla.
Yo también he estado mal durante todo este tiempo y he visto como mi familia se cae a pedazos, volviéndose un recuerdo pasajero de lo que antes fue.
Y me duele pensar que no fui capaz de hacer algo para evitarlo.
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Solo quedaron recuerdos
Подростковая литератураMorirás, lo tienes claro, ¿cierto? La muerte es algo que puede llegar en cualquier momento, sin siquiera avisar en el preciso instante en lo que hará, todos sabemos que de su mano se lleva a los seres que más amamos, pero... ¿qué pasa si el vacío de...