Capítulo 18 Inseguridades

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La noche es un poco fresca, se adapta a la perfección con la ropa que elegí usar hoy, durante unos cuantos años el hecho de caminar por la calle ha causado un montón de inseguridades en mi, siendo cada vez más tontas con el pasar de los años.

Pienso que tal vez podrían estar mirándome o cuando ríen; pienso que soy el motivo de esas carcajadas sin sentido, pero he aprendido a lidiar con eso, pienso que no soy lo suficientemente importante para ser el centro de atención y solo sigo con mi camino.

Pero cuando salgo con alguien todas esas tonterías se quedan atrás, pienso en otra cosa y hablo con una persona que si merece mi atención, por lo que ignoro todas las miradas que posiblemente no me observan a mi.

—Vas muy callado, —comenta Henrick al empujarme con el hombro.

—Solo pienso en tonterías, —respondo al meter las manos en mis bolsillos.

—Recuerdas donde trabaja Sofia, ¿Cierto?

—Creo que sí, no queda muy lejos de aquí.

—Si nos perdemos será tú culpa. —No puedo evitar reír ante el comentario.

—Dicen que es mejor estar perdido acompañado que solo.

—¡Nadie dice eso! —Grita al empujarme.

—Lo digo yo, —mantengo una sonrisa.

—Eso no cuenta.

Después de reir por gran parte del camino, recuerdo lo bien que se siente estar así, ya que nunca podrás adaptarte a estar mal, porque cuando es todo lo contrario, aprovechas cada momento y te niegas a dejarlo ir.

Se siente muy bien.

Llegamos a la cafetería y vemos como Sofia está detrás del montador atendiendo a unas personas, hacemos un intento de saludarla pero se le es imposible vernos, así que nos sentamos en unas de las mesas vacías.

Este lugar se parece mucho al que visité con Olivia hace unos días y pienso en si debo invitarlos para que conozcan a mis amigos.

—Oye, ¿sabes a qué hora termina el turno de Sofia?, —pregunta Henrick al mesero que vino a atendernos.

—Creo que en unos veinte minutos, —responde con cierto tono educado— ¿Quieren algo para ordenar?

—En, sí, ¿podrías traernos unos buñuelos?

—Por supuesto, vuelvo en un minuto.

—¿Te molesta si invito a unos amigos?

—Si es la persona que creo que es, no hay problema, —comenta con mirada pervertida.

—Quita esa mirada; por favor. —Señalo al entrar al chat grupal.

—No tengo ninguna mirada, —dice al jugar con una servilleta.

—Claro.

Los minutos pasan y Sofia ya he terminado con su turno, dice que ama su trabajo ya que le gusta tener un poco de dinero extra, pero que adaptarse a una nueva rutina no es nada fácil.

—¿¡Y cómo han estado!?

—Bien, esperando a que lleguen unos amigos, —respondo al ver a los lados.

—¡Sí, unos amigos!, —comenta con voz pervertida.

—¡Cállate!

—¿Son ellos? —Pregunta Sofia con disimulo al ver dos personas acercarse a nosotros.

—Sí, son ellos, —respondo con una sonrisa.

—¡Pero que buenos gustos tienes!, —dice Henrick al golpear mi hombro.

—¡Ya cállate! —Sofia nos mira con confusión.

Me levanto para recibir a Olivia y Esteban y presentarlos con mis amigos.

Después de que terminamos de comer comenzamos a hablar de todo un poco, del instituto, música, lugares asombrosos y me resulta sorprenderte la cantidad de temas que hablamos con total confianza, como si nos conociéramos de años.

Cuando nuestras piernas ya piden estar de pie, comenzamos a caminar por unas de las calles con más tiendas del lugar, Sofia va con Olivia, Henrick va con Esteban y yo voy tras ellos un tanto alegre, ya que la comodidad de todos parece genuina.

Y me gusta saber que mis dos grupos de amigos pueden estar juntos sin mayor dificultad, pero ahora surge una sensación extraña en mi pecho ¿Y si mis amigos se llevan tan bien entre ellos y yo empiezo a sobrar justo cómo ahora?

Y me gusta saber que mis dos grupos de amigos pueden estar juntos sin mayor dificultad, pero ahora surge una sensación extraña en mi pecho ¿Y si mis amigos se llevan tan bien entre ellos y yo empiezo a sobrar justo cómo ahora?

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