Capítulo 11 Ashley

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Cierro la puerta sintiendo como la presión en mis ojos hace que estos se humedezcan con el pasar de cada minuto, Nancy siempre ha sido un tanto irritante, pero cada vez la soporto mucho menos que antes.

Imbécil.

Me siento sobre la cama y froto mis ojos por un rato, paso los pies sobre la alfombra en un intento de liberar el mareo que permanece firme en mi cabeza, me acerco a la cama improvisada que hice para Noah, pero este ya se durmió y no pienso despertarlo.

—¿Puedo pasar? —Suena la voz de Ashley al otro lado de la puerta.

—Este no es un buen momento. —Me incorporo para volver a mi cama.

—Solo será algo rápido —su diminuto cuerpo crea una gran sombra en contraste a la claridad que viene de afuera—, lo que dijiste allá afuera, ¿era verdad?

Hubo silencio por un momento, si fue cierto lo que dije hace unos minutos, hago mi mayor esfuerzo para amar a la nueva familia que tengo, pero me cuesta, hay instantes en los que no soporto estar acá y tener que verlos cada día, daría todo por estar en otro lugar, o porque su partida no me halla afectado tanto como lo hace, pero no puedo, tristemente no puedo y aunque no me guste debo enfrentarme a ello.

—No, a veces decimos cosas sin pensar antes como esas palabras afectaran a los demás.

—¿Entonces no me odias?

—No te odio Ashley y no odio a ninguno de ustedes, que no los soporte no quiere decir eso.

—¿Y que quiere decir entonces? —Comienza a pasar su dedo por los dibujos de la sábana.

—Qué mi paciencia llega a su fin cuando estoy cerca de papá o de Nancy, no siempre pasa, pero hoy fue la excepción.

—¿Y yo?

—¿Tú qué? —Una pequeña risa sale de mis labios.

—¿No me soportas?

—Claro que sí, eres con la que mejor me llevo, aunque tengamos once años de diferencia.

—No sé porque siempre dices lo de los años de diferencia si claramente no son tantos.

—Está bien, entonces ya no lo diré, —hago un gesto como si hubiese un cierre en mi boca.

—Te dejaré dormir, pero mañana jugaré con Moah.

—Sí, tengo mucho sueño —finjo un bostezo— y su nombre es Noah.

Sale de mi cuatro con una gran sonrisa y yo arrojo un bostezo para luego caer entre mis almohadas, quién diría que me llevaría mejor con mi hermana menor que con Nancy; supongo que solo son cosas que pasan, pero aún así me cuesta creerlo. Ella y yo nunca habíamos sido completamente unidos, pero supongo que mamá era el pegamento que mantenía cerca a toda la familia.

Comienza a volverse costumbre que durante un par de noches llegue a ese punto en el que no pueda dormir ni siquiera un poco, siendo sumamente agotador ya que mañana debo volver al instituto y pasar horas extras apuntando datos de las clases que perdí no ayudará de mucho.

Me acuesto de lado para apartar mi vista del balcón y esta cae directo en mi escritorio, justo en el cuaderno donde escribo todo lo que viene a mi mente, por un momento pienso en tomarlo y plasmar algo en el, pero necesito dormir, en verdad lo necesito.

Asi que con pesadez me levanto de la cama y voy directo a la cocina para beber un poco de agua, al menos no hay nadie en lugar ya que cada uno está en su respectiva habitación, una sensación helada corre por mi mano al tomar el vaso y el frío del agua desciende las temperaturas de mi cuerpo.

Espero que esto me ayude a dormir.

De regreso a mi cuarto me acuesto en la alfombra que está junto a mi cama esperando que la postura recta lograré hacer algún tipo de efecto, pero solo logro llevarme un gran susto cuando Noah salta a uno de mis pies y casi hago que atraviese el balcón.

—Mierda, me asustaste pequeño amigo —digo al tomarlo con ambas manos—, ¿me acompañaras en esta noche de insomnio?

Maullido. —Perfecto.

Han pasado dos horas desde que Noah se quedó dormido y vuelvo a estar solo una vez más, sin saber que hacer para encontrar el sueño, simplemente acepto que no podré dormir, así que salgo a la sala y busco algo en la tv.

Solo quedaron recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora