Cap. 1

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· Camila ·
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Mi jefe era un cretino de clase mundial.

Las reuniones obligatorias del lunes por la tarde consistían en tres horas de Charles Ulysses Macy tercero relatando a los hombres, en su mayoría de la división de programas deportivos, sobre su última conquista. Me quedé mirando fijamente por la ventana mientras
seguía hablando, preguntándome si alguno de sus antepasados había hecho grabar sus iniciales en las fundas de sus almohadas. Imagino cuánto carácter le darían unos cojines, de un radiante color rojo, a una habitación de invitados… luciendo las siglas de los hombres Macy que se dignaron a trasmitir el linaje CUM.

Sonreí y me levanté.

―¿Srta. Cabello? ―llamó el Sr. CUM desde la cabecera de la mesa de conferencias. La mesa estaba rodeada de unos veinte puestos, con las sillas puestas en tres filas. Sesenta pares de ojos se volvieron para mirar en mi dirección.

―¿Sí, Sr. Macy?

―¿Tiene algo que decir?

―No. En realidad esperaba poder irme en silencio. Hay un juego esta noche y necesito bajar al vestidor.

―Bueno, corra. No deje que algo tan insignificante como una reunión de equipo le impida jugar a los disfraces.

Cretino.

Hubo unas cuantas risitas mientras me dirigía hacia la puerta, pero realmente no me importaba. La mayoría de ellos solo estaban celosos. Esta noche cubría el juego de los Steel de Nueva York contra los Cowgirls, en vivo, mientras ellos lo verían por la televisión con una cerveza en una mano y la otra metida en sus pantalones.

Más de treinta periodistas habían sido entrevistados para mi nuevo puesto como comentarista deportiva de fútbol para los medios de radiodifusión. Pero era yo quien iba a hablar con las jugadoras después del partido… no ellos. Eso no me hizo muy popular alrededor del concurrido enfriador de agua. A pesar que había
trabajado ochenta horas a la semana durante los últimos años para llegar a donde estaba, los hombres que trabajaban treinta fueron los primeros en culpar a mi vagina mágica por mi éxito. Que se jodan.


En vez de dirigirme directamente al vestidor, me desvié hacia mi oficina. Dinah no dudó en seguirme. Levantó sus tobillos para luego apoyarlos en el brazo de una silla, con los pies descalzos sobre el asiento.

―Pensé que podrías usar eso. ―Sus ojos apuntaban a una barra de Irish Spring, justo en medio de mi desordenado escritorio.

―¿Huelo mal?

―Es para el vestuario, después del partido. Ha pasado un tiempo para ti. Supuse que podrías utilizar el típico se me cayó el jabón al estilo perrito.

―Eres peor que el Sr. CUM. ―Metí los archivos de investigación en mi maletín mientras charlábamos. Sabía todas las estadísticas de memoria, pero planeaba revisar todo nuevamente en el tren―. No hay jabón para mí. Tengo otro mes de mi limpieza.

―Las limpiezas son para el colon, no para las vaginas.

―Solo han pasado cinco meses, ha sido bueno para el alma.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora