Cap. 10

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· Camila ·
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S

olo habían pasado dos días desde que había visto a Lauren, sin embargo, aún no podía sacarla de mi mente. Al parecer, no era la única.

―Lindo. ―Dinah saludó con desánimo al chico al otro extremo de
la barra que inclinó su copa en nuestra dirección. Suspiró mientras se llevaba su copa de Martini a la boca―. Pero no es Lauren Jauregui

―¿Podríamos no ir allí de nuevo? Tu interés está rozando el acoso.

―Bueno, supongo que siempre hay de ese tipo. ―Inclinó su vaso en dirección a un hombre mayor que se parecía seriamente al doctor Hannibal Lecter de El silencio de los corderos. Estaba de pie en un rincón, mirando lascivamente en nuestra dirección, y cuando nos atrapó mirándolo, su sonrisa de dientes raquíticos creció ridículamente amplia. Me habría sentido más segura si Hannibal hubiera tenido la máscara de cuero envuelta alrededor de su rostro―. Estoy segura que él estaría feliz de romper el sello de tu revirginizada vagina... antes de comerse la mitad de tu rostro.

―Creo que pasaré. Tengo otras oportunidades, sabes. Austin Mahone me envió un mensaje hoy.

―Oh, sí. ¿Y aceptaste salir con él?

―Estaba ocupada. No he tenido tiempo para responderle todavía.

―Lo estás evadiendo porque deseas a Lauren, lo sabes.

―No lo estoy.

―Eres demasiado. No estás ocupada ahora. ―Hizo señas al camarero, señalando su vaso vacío―. Adelante. Esperaré. Escríbele y dile que vas a salir con él. Si no estás esperando por Lauren Jauregui, entonces no hay nada que te detenga. Tu limpieza está a punto de terminar de todos modos.

―Lo haré.

―Estoy esperando. ―Dinah tamborileó sus dedos sobre la barra.

Necesitaba probar que se equivocaba. Saqué mi teléfono y mandé una rápida respuesta a Austin.

―¿Feliz? ―Le mostré mi teléfono para que pudiera ver la palabra enviado en la pantalla. Lo arrebató de mi mano y leyó mi respuesta.

Gracias. Sin embargo, tengo otra semana de locura. Prometo ponerme al día contigo la próxima semana.

―No le estás diciendo que saldrás con él. Lo estás atrasando otra semana.

―Pero estoy ocupada. ¿Cómo querías que respondiera?

Golpeteó en mi teclado y giró el teléfono en mi dirección. Por suerte, no había presionado enviar. Su mensaje decía:

Pensándolo bien. No creo que pueda esperar una semana más, ¿cena el sábado por la noche?

―No soy tan atrevida. ―Intenté alcanzar mi teléfono. Lo alejó hacia atrás, fuera de mi alcance.

Con una gran sonrisa, dijo:

―Lo eres ahora. ―Presionó Enviar.

Mis ojos se agrandaron.

―¡No puedo creer que hayas hecho eso!

Ignorándome, nos ordenó dos tragos cuando el camarero volvió con su tercer Martini. No era una gran bebedora, dos vasos de vino era el límite en nuestro habitual viernes por la noche durante la Hora Feliz. Si soy sincera, vine por la empresa y los aperitivos gratis, la mitad de las personas solteras en los bares de Nueva York hacían lo mismo. Ninguno quería cocinar en nuestras pequeñas cocinas si no teníamos que hacerlo.

Todavía estaba molesta cuando mi teléfono vibró en la barra. El nombre de Austin se mostró en la pantalla. Volviendo a Dinah, levanté el trago que me había ordenado y me lo bebí, luego me bebí el suyo también. Después de quitarme la sensación de hormigueo que el alcohol dejó, invoqué el coraje suficiente para leer

Estaba empezando a pensar que me estabas evitando. Tu mensaje convirtió mi mal día en uno brillante otra vez. ¿Sábado a las ocho?

Quizás Dinah tenía razón. Estaba haciendo tiempo debido a una persistente atracción hacia cierta mariscal. Una que en el fondo sabía que no debería ni siquiera tener ganas de explorar. En realidad, no había razón para no empezar a salir otra vez.

Suspiré.

―Está bien, tal vez tenías razón.

―¿Cómo dices?

Levanté la voz.

―Dije, que tal vez tenías razón.

―Oh, te escuché la primera vez. Solo me encantó oírte admitirlo.

Dinah y yo permanecimos en el bar hasta casi las once. Estaba más que borracha cuando llamó a un taxi, renunciando a nuestro habitual viaje en metro a casa. El conductor la dejó a ella primero, y yo permanecí entre el tráfico mirando
por la ventanilla en un estupor inducido por el alcohol. Un autobús se detuvo a mi lado y me llamó la atención. Un anuncio viejo se estaba despegando del lateral. Tenía el logotipo de Nueva York Steel junto con una fotografía del atractivo rostro
de Lauren y leí: Jauregui está de vuelta. Debía tener un par de años.

El alcohol me impulsó a tomar decisiones imprudentes. Sin pensarlo envié un mensaje:

Camila: acabo de ver tu imagen en el lateral de un autobús. ¿Te gusta que tu rostro aparezca en el transporte público?

Respondio treinta minutos después

Lauren: Me gusta tener mi rostro en cualquier lugar que te haga pensar en mí. Pero prefiero que esté entre tus piernas.

¿Quién decía esas cosas? ¿Y por qué demonios me gustaban? En serio, la mitad inferior de mi cuerpo comenzó a cosquillear.

Camila: Eres muy hábil con las palabras, amiga.

Lauren: Soy muy hábil con la lengua. ¿Cuándo vas a ceder y dejar que te muestre?

Camila: Tentador. Pero creo que me quedo con los hombres que están interesados en algo más que mis orificios.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora