Cap. 26

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· Willow ·
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Domingo por la tarde, acababa de apagar el juego cuando hubo un
toque en mi puerta tan ligero que ni siquiera estuve segura que
hubieran llamado hasta que el segundo llegó.

―¿Quién es?

―Soy yo. Abby Little del otro lado del pasillo.

Mientras quitaba el doble conjunto de cerrojos, me pareció divertido que se sintiera obligada a decir su apellido. Como si “Abby del otro lado del pasillo” no fuera suficiente para identificarla. O incluso solo “Abby”.

―Hola.

―¿Puedo entrar?

Eché un vistazo sobre su cabeza a la puerta cerrada del apartamento detrás de ella.

―Claro. ¿Sabe tu madre que estás aquí?

―Tiene compañía. Me dijo que viniera a ver si estabas en casa.

Eso no sonaba bien.

―¿Es una de tus tías o tíos? ―Ni siquiera sabía si tenía alguno.

―No. Es el tipo cansado.

―¿Qué tipo cansado?

―El que hace que mamá se canse.

El bajón de las drogas te hacía eso. Mi apartamento era bastante soso… además de la televisión, no había mucho más para hacer para una niña de cinco años. Honestamente, ni siquiera estaba segura de lo que hacía una niña de cinco años.

―¿Tienes deberes?

―No.

No tenía una mesa de cocina, solo un simple y solitario taburete que estaba a la altura de la encimera. Levanté a Abby y la senté sobre él.

―¿Quieres un bocadillo?

Lamió sus labios y asintió. Dios, esta niña era tan fácil de complacer. Supuse que apreciábamos las cosas simples de la vida cuando éramos privados de las necesidades básicas. Teniendo por madre a una adicta, esas cosas básicas a menudo incluían comida, cuidado médico y atención de cualquier tipo. Saqué una caja de cereales Reese’s Puffs de mantequilla de cacahuete del armario y se la enseñé a Abby.

―¿Los cereales están bien?

Asintió rápido y me dirigió una gran sonrisa. Cada vez que mi madre me dejaba en casa de la abuela, ésta siempre cocinaba un festín. Hasta ese momento, no había pensado en nada de eso. Supongo que solo pensaba que era mi abuela… las abuelas cocinan. Pero al ver a Abby entrar me hizo darme cuenta por primera
vez que Marlene probablemente también había sabido que me encontraba hambrienta. Había mucho sobre mi abuela que había dado por hecho.

Después que el estómago de Abby estuvo lleno, lavé su bol y consideré la situación. ¿Qué haría Marlene? Me habría preguntado qué quería hacer.

―¿Qué quieres hacer esta tarde, Abby?

―¿Podemos ir al parque?

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora