Cap. 40

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· Lauren ·
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—Preparado para irte, maldito lisiado? ―Grouper se tomó su
tiempo para levantarse, sus huesos crujiendo mientras se levantaba de una silla del comedor de la residencia.

Agitó su huesudo dedo hacia mí.

―Deberías tener suerte para estar en tan buena forma como yo cuando llegues a la madura edad de sesenta.

―¿Sesenta? ¿A quién intentas engañar? Tienes manchas de edad de más de sesenta.

Grouper gruñó por lo bajo. Levantó una caja de la mesa.

―Esta es la última cosa de Marlene. Hay un pequeño y lindo collar con una cruz de oro ahí y algunas viejas monedas, no estoy seguro de si tienen algún valor o no. Todo lo demás es básicamente papeleo. Hemos donado todo a Phoenix House como pediste. Estaban bastante emocionados por toda esa ropa. Más de la
mitad tenía todavía la etiqueta. Seguro que la mimabas.

―Se lo merecía. ―Tomé la caja de Grouper y me despedí de Shannon en la enfermería mientras salía por la puerta principal.

―En ese lugar decían que te sorprendería cuántos de sus pacientes ya no son chicos. Las rehabilitaciones de drogas y alcohol son en más de un treinta por ciento mujeres por encima de los cincuenta. ―Sacudió su cabeza―. Nunca lo hubiera imaginado.

No conocía las estadísticas, pero sabía que Marlene quería que sus cosas fueran a un lugar donde la gente estuviera tratando de conseguir ayuda.

―Gracias por hacerte cargo de esto por mí.

―¿Vas a llevarle la cruz a Willow?

―Se la enviaré. Se mudó al norte ayer. Su compañera de rehabilitación compró un lugar cerca de Saratoga, y Willow necesitaba marcharse de la ciudad. El lugar donde vivía tenía demasiadas tentaciones para un adicto recuperándose. En su vecindario es más fácil comprar droga que leche. Marlene le dejó un buen pellizco para variar, así que espero que la ayude a empezar en su nueva vida.

Asintió.

―Eso es bueno. Marlene estaría contenta con ello.

Recogimos a Grouper III y uno de sus amigos de camino a Media Day. Los dos llevaban jerséis de Jauregui y malditamente no se callaron en todo el camino hacia el estadio en la parte de atrás de mi auto. Su excitación era contagiosa.

―¿Siempre son tan ruidosos? ―Mis ojos se inclinaron hacia Grouper.

Asintió.

―El buen Señor hizo que los viejos se volvieran sordos por una razón.

Incluso llegando a Media Day cuatro horas antes de que empezase, el lugar estaba a reventar. Más de dos mil miembros de los medios de todo el mundo y cuatro mil aficionados estaban esperando asistir al evento del día, que era el lanzamiento no oficial del Super Bowl, que comenzaría la próxima semana. Si los
años anteriores sirven de precedente, hoy la multitud en el campo se parecería más a un circo que un evento de noticias. Los aficionados locos estaban vestidos como superhéroes, mujeres con sus cuerpos pintados, y preguntas que muchas veces estaban demasiado fuera de contexto.

La liga había dispuesto seguridad extra y un valet, con un área de
estacionamiento cerrada para cada equipo. Me moví a través de las señales de la entrada de los Steel.

―Una vez que entremos, mantén bien vigilados a esos dos. Los aficionados pueden ponerse bastante rudos.

Grouper sonrió.

―Tan blandengue debajo de toda esa máscara de tipo duro. ¿Saben tus compañeras de equipo lo gallina que eres en realidad?

―Muérdeme, Lenguado.

El valet se alejó con mi auto, dándole a la gasolina con pie de plomo, y los cuatro caminamos a través de la entrada por las barricadas de madera de la policía. A ambos lados los aficionados, que probablemente habían acampado fuera toda la noche, estaban en fila. Icé a Grouper III encima de mis hombros y caminé hacia la
multitud en fila de a tres para firmar autógrafos.

Un niño de unos catorce o quince tenía la mitad de su cuerpo inclinado por encima de la barricada de madera. Hice el suyo primero, garabateando mi nombre, después levanté la libreta y el bolígrafo a mi pasajero.

―Quieres el autógrafo de los dos, ¿verdad?

El chico asintió, aunque no tenía ni idea de quién era el niño sobre mis hombros.

―Tú también firmas, pequeño pez.

―No sé cómo escribir mi nombre.

―Solo falséalo. Eso es lo que hago. Garabateo mucho.

Guppy equilibró la libreta encima de mi cabeza e hizo lo que le dije. La multitud lo disfrutó. Firmamos durante quince minutos y después fuimos dentro antes de que me multaran por llegar tarde al pre-evento de la reunión de equipo.

Les di a Grouper y los guppies credenciales VIP para que las pusieran alrededor de su cuello y pases de admisión para aficionados.

―¿Nos encontramos aquí a las seis?

―Lo tienes, jefa.

―¿Jefa? Ahora estás hablando. ―Sonreí a Grouper―. Me gusta.


****


Quince minutos antes de que comenzara el evento, estaba parada sola en una cabina de lujo por encima del enjambre de gente en la pista. Miré a través de la ventana de cristal y bebí de mi botella de agua. En ambos lados de la pista había cabinas para que se sentaran cada uno de las jugadoras debutantes. Los micrófonos colgaban de los cables por encima del suelo, y supe por mi experiencia que la
multitud de reporteros pronto estaría gritando sus preguntas y metiendo todavía más los micrófonos en nuestras caras.

Esta semana era el pináculo para el que toda jugadora trabajaba, llegar al Super Bowl. Sin embargo, no me había apetecido celebrarlo con el resto del equipo después de nuestra reunión. En cambio, me metí en la primera área privada que encontré para poder tomarme unos minutos para mirarla. Habían pasado diez
largos días desde que había visto su rostro, y tomaría cualquier vistazo que pudiera conseguir. Ahora sabía lo que un aficionado sentía cuando acechaba a una jugadora.

Parte de mí estaba todavía enfadada porque me dijera que no me amaba. Pero una parte más grande de mí no creía que fuera verdad. Sus ojos habían dicho algo diferente que sus labios mentirosos. Una vez mi enfado se calmó, repasé los últimos meses una y otra vez en mi cabeza. Una chica herida escuchando una cinta de música que su ex le hizo antes de dejarla no era nada comprada conmigo. La única cosa buena era que cada vez que estaba cansado en las prácticas, pensaba en ese imbécil de Mahone con su mano en la espalda de mi chica, y de repente tenía una ráfaga nueva de energía. Energía por el enfado, pero funcionaba en mi trabajo.

Encontrarla en la multitud de miles tomó menos de un minuto. Me bebí lo último de mi botella de agua, siguiéndola con mis ojos. Llevaba un vestido negro, una chaqueta roja ajustada y unas botas de cuero negro de caña alta que llegaban hasta el borde de su vestido. Sexy como el infierno, mientras que casi no enseñaba
nada de piel.

De repente paró de caminar y miró hacia arriba, escaneando la pista como si buscara algo. Cuando sus ojos me encontraron, incluso a través de medio estadio, fue toda la señal que necesité. La mierda no se había acabado. E iba a descubrir de una vez por todas por qué estaba fingiendo que sí.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora