Cap. 16

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· Camila ·
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Era después de medianoche cuando la puerta de la habitación del hotel se abrió. Cuando Lauren no regresó después de horas, asumí que no se quedaría en mi habitación esta noche. Y eso estaba bien por mí. Después de la forma en que había reaccionado, no me agradaba estar cerca de ella.

Obviamente, las mujeres tenían una historia. Pero no sería la única que sufriría las consecuencias a partir de ahora. Al comportarse de esa forma había validado a las mujeres o a los hombres como el señor CUM, que pensaban que las mujeres que no sean jugadoras, no deberían estar en los vestuarios. Sin mencionar que, en realidad, no necesitaba másatención en mi vida personal. Mi trabajo consistía en dar noticias, no en ser lanoticia. Sin embargo, mientras daba vueltas sin poder dormir, me preguntaba si ella se encontraría bien.

La habitación estaba muy oscura. Consideré hacerme la dormida. La mañana probablemente aportaría más claridad. Por lo general, no salía nada bueno de estar molesta a medianoche.

Lauren no encendió las luces. Fue hacia el otro lado de la habitación, y la escuché bajar la cremallera de sus pantalones y arrojarlos sobre la silla en la esquina. No encendió la luz del baño hasta que la puerta estuvo cerrada. Unos minutos más tarde, la cama se hundió, y se deslizó a mi lado. Tenía mis ojos cerrados, pero podía sentir su mirada sobre mí.

―Su nombre era Willow. ―Su voz era apenas un susurro, y contenía una tristeza que me hizo olvidar mi enojo por un instante.

A pesar que la habitación estaba casi oscura, podía ver sus ojos. Estaban llenos de una angustia que me provocó un dolor físico en mi pecho palpitante. Tomé su rostro entre mis manos, y cerró los ojos por un instante. Cuando los volvió a abrir, continuó:

―Tenía trece cuando se mudó al lado. Ella y su madre se mudaron con su abuela. Era hermosa. Y salvaje. Yo no era una santa, eso era seguro como la mierda, pero Willow… tenía una llama brillando en ella.

Hizo una pausa por un largo tiempo. Quise decir algo, pero no pude encontrar las palabras correctas. Era obvio que a donde fuera que conducía la historia, no terminaría bien. Así que, esperé hasta que estuvo lista.

―Su madre era adicta a las drogas. No se quedaba por mucho tiempo. Desaparecía durante meses a veces, y cada tanto reaparecía, el tiempo suficiente para robarle a ciegas a su madre, y arruinar todo con Willow de nuevo.

―Lo siento.

―Hicimos lo normal, cosas salvajes de adolescentes, como saltar en la piscina comunitaria, tomar el tren para ir a las rocas del río Harlem en el punto de encuentro del canal y Spuyten Duyvil Creek, o robar una botella de licor del gabinete de su abuela e ir en metro mientras nos la pasábamos en una bolsa de papel marrón. Mierda de adolescentes. Pero Willow siempre buscaba más. Parecía empeorar cada vez que su madre reaparecía. Vivíamos en departamentos uno al lado del otro en Brooklyn. Estaban juntos pero no conectados. Había tal vez un metro, metro y medio entre nuestros apartamentos. Cuando su madre reaparecía, Willow venía a mi apartamento, saltando de tejado en tejado. Saltaba con las
piernas extendidas, sin pensar dos veces sobre la caída de nueve metros hasta el suelo. Pasó de ser salvaje a ser peligroso.

Había una sensación de vacío en mi estómago escuchándolo hablar sobre Willow. Por tantas razones. Conocí a Drew alrededor de la misma edad en la que ella conoció a Willow. Sabía cómo terminaba mi historia, y ahora, sabía que esta tampoco sería bonita.

―Podría pasar horas contándote la mierda por la que pasamos durante nuestros años juntas. Pero, prefiero avanzar rápido y darte la versión resumida, así puedes entender por qué me descontrolé hoy.

―Está bien.

―Cuando llegamos al último año de preparatoria, Willow había seguido los pasos de su madre. Encontró las drogas y rápidamente fue de experimentar a buscar drogarse con una dosis diaria. ―Laurem rió sin gracia―. Deberías ver las miradas que recibes en el metro a las dos de la mañana con una chica de dieciocho que acabas de sacar de una casa donde venden crack y una mujer de setenta años en bata y rulos. Había noches que tenía que colocar a Willow sobre mi hombro porque no podía caminar, y pobre Marlene que estaba siempre a mi lado.

L

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora