Cap. 8

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· Camila ·
———

—Supongo que te enojaste anoche? ―Dinah giró en mi silla ergonómica. Dejé caer mis bolsas en el suelo y di un vistazo al hermoso arreglo de flores colocado en medio de mi escritorio.

―¿De dónde han salido esas?

Levantó la pequeña tarjeta de la floristería en su mano:

―Floristería Paisaje Urbano. Las entregaron justo antes de que llegaras.

―Tengo que ir al baño de mujeres. ¿Por qué no te sientes como en casa? Oh, espera. Ya lo haces. ―Escondí mi bolso en el cajón, lancé mi celular sobre el escritorio y eché un vistazo a la bolsa de papel marrón que asumí contenía el desayuno que Dinah nos había traído―. Espero que sea algo grasiento… lo necesito esta mañana.

Cuando regresé a mi oficina, Indie estaba hablando en mi celular:

―Aquí viene. Las flores son hermosas, por cierto. ―Extendió mi teléfono con una sonrisa insolente.

―Hola.

―Buenos días. ―La voz de Lauren estaba mezclada con ronquera
mañanera―. ¿Qué clase de flores fueron entregadas?

Miré el arreglo:

―Rosas. Son hermosas. Gracias.

―Poco original.

―¿Disculpa?

―¿Qué imbécil envía a una mujer como tú rosas ordinarias?

―¿Quieres decir… que no son tuyas?

―No. Y el tipo que te las envió hizo que su secretaria envíe esa mierda y no le dio ningún pensamiento. Probablemente tiene una cuenta en la floristería y una orden estándar. El tipo es un imbécil.

―Ni siquiera sabes de quién son. Yo ni siquiera sé de quién son. ¿Cómo sabes que es un imbécil?

―Lo sé.

―¿Porque son rosas?

―Síp. Imbécil. Estoy segura de ello.

Me reí.

―Tu evaluación es graciosa. Me aseguraré de tenerlo en mente cuando finalmente lea la tarjeta y descubra de quién es el gesto dulce.

―Gesto dulce. ―Se rió a carcajadas―. Eso no es lo que realmente quieres, y lo sabes.

Después de ocho horas de dar vueltas en mi cama anoche, estaba empezando a pensar que tenía razón. Tanto como odiaba admitirlo, había pensado en Lauren muchísimo después de que se fuera anoche. Repitiendo nuestra conversación sobre por qué no podía tener sexo sin una relación una y otra vez, había empezado a
dudar de mí misma. Tal vez no había nada malo con tener sexo con una mujer al que me sentía atraída. ¿Por qué necesito atarme en alguna clase de compromiso para disfrutar de los beneficios físicos de una relación sexual? Tenía veintiséis años, no había nada malo con el sexo siendo solo sexo si eso es lo que quería.

―¿Llamó por algún motivo que no sea para decirme lo que quiero, señora Jauregui?

Gimió.

―¿Qué?

―Me gusta la forma en que “señora Jauregui” proviene de tu boca. ―Gimió de nuevo.

―¿Qué?

―Ahora estoy pensando en tu boca.

Me reí.

―No eres muy bueno en esa cosa de amigos, ¿verdad?

―Te dije que serías la primera. Es más difícil de lo que pensaba.

―Apuesto a que lo es.

―¿Estás coqueteando conmigo, amiga?

―Tienes mi cabeza dando vueltas. No tengo idea de lo que estoy haciendo. Ni siquiera estoy segura para qué llamaste todavía.

―Mierda. Está bien. Sí. Correcto. Quiero hacer la entrevista en mi suite del hotel.

―¿Tu suite del hotel?

―No suenes tan preocupada. Tendrás un equipo contigo. No puedo atacarte frente a ellos.

―Es verdad.

―Voy a tener que esperar hasta que se vayan.

Todavía estaba parada junto a mi escritorio, así que moví el pulgar hacia Dinah para decirle que saliera de mi silla.

―¿Qué día?

―El sábado. Al atardecer. Nuestro partido es en casa el domingo, así que tenemos entrenamiento hasta las dos.

―¿Qué tal a las cinco?

―Funciona para mí.

―Gracias. No puedo decirte cuánto aprecio que estés haciendo esto. Mi jefe va a estar emocionado. Y él casi siempre es desgraciado, eso es mucho decir.

―Me alegra poder ayudar.

―Te enviaré un correo sobre las preguntas formuladas previamente mañana por la noche.

―De hecho, por qué no las traes, podemos hacer un ensayo.

―¿En tu hotel?

―¿Tienes miedo de no poder controlarte?

―Por supuesto que no. ―Tal vez

―Siete. Voy a pedir la cena.

―Está bien.

―Oh, ¿y Camila?

―¿Sí?

―Puedes dejar tu ropa de abuela en casa. No me va a detener de querer follarte contra la pared.

El teléfono se desconectó, dejándome con la boca abierta. Cuando por fin recuperé mi buen juicio, le tendí mi mano a Dinah, palma hacia arriba. Colocó la pequeña tarjeta de la floristería en ella.

Camila. Estas no huelen la mitad de bien que tú. Austin Mahone.

―¿De quién son?

―No debería contártelo después de lo que has hecho con el teléfono.

―¿Qué? Supuse que eran de Lauren. Saliste con ella anoche, y estaba llamando a primera hora de la mañana.

―Bueno, supones mal.

―Apuesto a que Lauren estaba celosa.
―No lo creo.

Dinah arrancó la tarjeta de mi mano. La leyó y arrugó su nariz.

―Austin Mahone.

―¿Qué? Es un tipo agradable. Hablamos en la recaudación de fondos. Tenemos mucho en común.

―¿Sabes qué le falta?

―¿Qué?

―Que no es Lauren Jauregui

―Creo que tú deberías salir con Lauren Jauregui

―Debería. Pero sigo el código de chicas.

―¿Código de chicas?

―No duermes con las personas con las que tu mejor amiga quiere hacer cosas obscenas.

―No quiero hacer cosas obscenas con ella

―Lo haces.

No tenía caso discutir con ella.

―¿Al menos me trajiste algo bueno para desayunar?

―Dos huevos estrellados, tocino y queso

―Gracias a Dios.

―Si te hubieras acostado con Jauregui, no necesitarías comida asquerosa esta mañana. Estarías deseando yogurt o alguna otra estúpida comida saludable.

―¿Así que dormir con Jauregui es realmente saludable, entonces? ¿Es eso lo que estás tratando de decirme?

―Completamente.


* * * *


Por la tarde, busqué el número telefónico de Austin en el directorio de la empresa. Su secretaria respondió en el segundo timbre.

―Oficina de Austin Mahone

―Hola. Soy Camila Cabello. ¿Austin está disponible?

―Oh, hola Camila. No. Salió a una reunión esta tarde. ¿Quieres dejarle un mensaje?

―Claro. ¿Puedes…? ―El comentario de Lauren se reprodujo en mi cabeza―. De hecho, estaba llamando para agradecerle por enviar flores. Pero probablemente debería estar agradeciéndote a ti. Estoy segura de que te hizo enviar el hermoso arreglo que vino hoy.

―No puedo tomar todo el crédito. Él me dice qué poner en la tarjeta. ―Se rió, admitiendo inocentemente algo que no debería haber importado. Aun así, lo hizo por alguna razón.

―Bueno, gracias, y por favor hazle saber que lo llamé para agradecerle también.

―Se lo haré saber.

Me senté en mi oficina, mirando hacia el espacio por un momento después de colgar. Un golpe en la puerta me sobresaltó.

―¿Camila Cabello?

―¿Sí? ―El repartidor me entregó una gran caja blanca envuelta con un enorme lazo color azul y amarillo. ¿Ahora rosas de tallo largo?

―Estas son para ti.

Colocó la caja en mi escritorio y se fue. Quité el lazo, prestando atención en que los colores eran los del equipo de los Steel. Desenvolviendo el papel de seda blanco del interior, esperaba encontrar una docena de rosas de tallo largo. En cambio, la caja estaba llena de palos largos, ramas de árbol, una docena o así, atados por un lazo que hacía juego con el exterior. En la tarjeta que acompañaba la entrega estaba la caligrafía de Lauren. La reconocí del mensaje que me había dejado en los balones de futbol.

En caso de que quieras hacer S’mores¹

Pensando en ti. Lauren.

(P.D. Los pensamientos son obscenos).

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¹- Postre tradicional de Estados Unidos y Canadá, que se consume habitualmente en fogatas nocturnas y consiste en malvavisco tostado y una capa de chocolate entre dos trozos de galleta Graha

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora