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· Lauren ·
———Después de la práctica, me di una vuelta por mi casa y agarré el set de damas que había comprado para el cumpleaños de Marlene. No era el mismo que ella solía tener, éste era más bonito, pero se parecía. Por el camino, me detuve en el florista y recogí un ramo de color
idas flores para ella.
―Buenos días, viejo bastardo. ―Sonreí a Grouper.
Arrugó su frente y me miró chistoso.
―¿Por qué demonios estás tan feliz, idiota?
―¿Por qué no estar feliz? Soy malditamente atractiva, tengo un arma por brazo y trabajas para mí, no al contrario. La vida es jodidamente estupenda.
Sacudió su cabeza.
―Debe ser contagioso. Tampoco he visto a Marlene de este alegre humor en años.
―Debería estarlo. Ochenta y uno hoy. Tú no te veías así de bien cuando tenías su edad.
Grouper gruñó algo.
―¿Dónde está la cumpleañera? ¿Habitación de día?
―Creo que su visita la llevó de regresó a su habitación hace poco.
―¿Visita?
―La que estuvo aquí hace unos días regresó de nuevo. También le trajo un regalo a Marlene.
―¿De qué estás hablando? Nadie visita a Marlene excepto yo.
Grouper se encogió de hombros.―Pensé que lo sabías. Chica bonita con los ojos azules más grandes que he visto. No la habrían dejado pasar seguridad si no estuviera en la lista aprobada.
El cabello en mi nuca se erizó. Los ojos azules más grandes que he visto. Me apresuré hacia la habitación de Marlene. Para el momento que alcancé la puerta, mi corazón estaba latiendo como si fuera la primera semana de práctica y acabara de correr ocho kilómetros con equipo completo.
Escuchando su voz, me congelé. Willow se había mudado de Deep South a Nueva York cuando tenía diez, pero siempre había mantenido un dejo en su acento. La forma en que enlazaba las palabras era casi lírica. Era algo que siempre había amado de ella. Podía recostarme con mi cabeza en su regazo por horas, escuchándola balbucear sobre todas las cosas que quería ver algún día. Pero en ese momento, mientras me paraba al otro lado de la puerta, el sonido era peor que uñas arañando un pizarrón.
Debí haberme tomado un momento para calmar la ira hirviendo dentro de mí, pero no lo hice. Abrí la puerta de un empujón. Willow estaba sentada en la cama de Marlene, su espalda hacia mí.
―¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Ante el sonido de mi voz, su cabeza se giró bruscamente. Sus naturalmente ojos de azules de ciervo se abrieron aún más.
Ninguna de nosotras dijo nada. Mi pecho ardía. Tragar ácido habría sido menos doloroso que lo que mirarla de nuevo me hacía después de todos estos años.
Grouper debió haberme escuchado o sentido que algo no estaba bien, porque de repente estuvo junto a mí. Dio una mirada a mi rostro, luego a Willow, y se apretó entre la entrada y yo para entrar a la habitación.
―Bien, cumpleañera. Es hora de la terapia física. ―Eran solo la una en punto, la terapia física no era hasta las cuatro. Por suerte, la mayoría de los días, Marlene no tenía sentido del tiempo.
Grouper maniobró su silla de ruedas e inmediatamente comenzó a sentarla en la cama. Él no estaba en mala forma, pero sabía por experiencia que no era fácil meterla y sacarla de la silla. Normalmente una enferma y un portero lo hacían juntos.
Ignorando el instinto de auto-conservación que me había mantenido parada en el pasillo, caminé hacia la cama y levanté a Marlene, sentándola suavemente en su silla. Alzó la mirada hacia mí.―Lauren. No te escuché entrar. ¿Viniste con Willow?
Respondí con una mentira en piloto automático, de la misma forma que había estado por años.
―Vinimos en autos separados hoy.
Asintió. Grouper quitó el seguro de la silla y comenzó a girarla hacia la puerta.
―¡Espera! ―Alzó una mano―. Necesito mis dientes.
Besé la frente de Marlene.
―Los tienes puestos.
Hizo la revisión normal, levantando su mano y dando un golpecito con su uña en su diente delantero. ¿Qué pasaba con esas cosas? Nunca confiaba en que estuviera diciéndole la verdad sobre sus dientes, sin embargo, aceptaba felizmente las miles de mentiras que había estado dándole sobre su nieta por años. A veces creemos las cosas no porque sepamos que son verdad, sino porque las mentiras son más fáciles de aceptar.
Grouper asintió hacia mí mientras rodaba a Marlene fuera de la habitación, cerrando la puerta con un clic detrás de él.Miré fijamente por la ventana por un largo tiempo. Había tanto que quería gritarle a Willow, aun si todo estaba atado en mi garganta, obstruyendo las palabras. Eventualmente, ella fue la que habló.
―¿Cómo has estado? ―preguntó con voz suave.
Solté una risa sarcástica.
―Jodidamente genial. ―Esta mierda no estaba sucediendo. Me giré para enfrentarla, lanzándole una mirada de muerte―. ¿Qué haces aquí, Willow?
―¿A qué te refieres? Vine a ver a mi abuela.
―Han pasado cuatro malditos años. ¿Por qué ahora?
Bajó la mirada hacia sus manos retorciéndose.
―La extrañaba.
―Mierda. ¿Qué necesitas? ¿Dinero? ―Saqué mi billetera de mi bolsillo y extraje el montón de dinero, lanzándoselo sobre la cama―. Te ahorraré el problema de robarlo. Tómalo. Y jodidamente vete. Estamos bien sin ti.―Has estado viniendo a verla cada semana todos estos años. Te vi en el registro de entrada de visitantes.
―Alguien tenía que hacerlo.
Alzó la mirada hacia mí. Había lágrimas en sus ojos. Tuve que apartar la mirada. Estaba demasiado jodidamente enojada para dejar que me manipulara de nuevo.
―Debí haber estado aquí. Gracias por cuidarla por mí.
―No lo hice por ti. ―El aire en la habitación estaba haciendo jodidamente difícil respirar. Las ventanas no abrían, y mis pulmones se apretaron, la presión en mi pecho haciéndolo sentir como si estuviera a punto de explotar. Necesitaba largarme de este lugar. Sin molestarme en despedirme, dejé las flores y el regalo
que había comprado por el cumpleaños de Marlene sobre la cama y me dirigí a la puerta.
Su voz me detuvo cuando alcancé el pomo de la puerta. No me giré cuando habló.
―He estado limpia por once meses.
―Que te vaya bien, Willow. ―Nunca me volví
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Le Balleur - Camren G!P
FanfictionLauren Jauregui, la jugadora mas valiosa del Super Bowl, rápidamente despertó un nuevo pasatiempo; liarse con la periodista deportiva.