Cap. 41

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· Camila ·
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Pensé en llamar a Lauren docenas de veces durante la última semana. Incluso miré su contacto en mi teléfono más de una vez, pero encada ocasión solo terminaba mirando su nombre. ¿Qué diría? No había mucho que recordase claramente de esa última noche en la habitación del hotel, pero la manera en que se vio cuando le dije que no le amaba estaba grabada a fuego en mi memoria. Era la única cosa que no quería recordar, y sin embargo
era la única cosa que continuaba acechándome.

¿Conoces esa sensación que tienes cuando alguien te está mirando? Bueno, multiplica la intensidad de eso por mil y eso es lo que me hizo mirar arriba. Lo sentí en mis huesos, en la aceleración de mi latido, en el brillo de sudor que apareció en mi piel. La pregunta definitivamente no era ¿Me está mirando Lauren? La única pregunta era ¿Desde dónde me está mirando? No me tomó mucho encontrarla, y no pude apartar la mirada, incluso cuando debería. Cuando se giró sin mirar atrás de nuevo, fue como poner sal en una herida abierta que se rehusaba a curar.

Mirando la cabina de lujo vacía, no presté atención mientras caminaba. La multitud de gente se agitaba en diferentes direcciones, y me golpeé directamente contra la espalda de otro reportero. Tenía que ser Angie Snow entre todo el mundo.

―Camila Cabello. ―Su sonrisa era azucarada, pero la entonación en su tono era falsa.

―Angie. ¿Cómo estás? ―Había pocas mujeres en el mundo de los deportes profesionales de mujeres. No era como si tuviéramos un club o algo, pero todos conocíamos nuestros nombres y caras. Conocí a Angie en un evento hace unos años. Las dos todavía cubríamos partidos en la universidad.

―Estoy bien. Un poco decepcionada, sin embargo.

―¿Decepcionada?

―Jauregui. Eres una chica con suerte. Pensé que ya habías acabado con ella y que estaba de nuevo en el mercado. No me di cuenta de que todavía estaban juntas.

Me acababan de hacer las uñas esa mañana. El pensamiento de que la próxima vez me las dejaran con puntas afiladas de repente apareció en mi cabeza.

―Ya no estamos juntas.

―Oh. Es bueno saberlo. ―Sonrió, y metí mis dedos en mi mano, hundiendo mis uñas en mi piel―. Bueno. Buena suerte hoy. ―La bomba rubia sacudió su cabello y se giró para alejarse.

―Espera. Angie. ¿Qué te hizo pensar que todavía estábamos juntas?

―Bueno, normalmente cuando una vaquera me deja ver su caballo, me deja montarlo.

Me estremecí.

―¿Y Lauren no?

―Enrolló la toalla alrededor de su cintura de nuevo después de que la dejó caer intencionadamente. Y tras la entrevista, cuando sugerí que me diera una vista privada de lo que había bajo esa toalla de nuevo, solas en mi casa esa noche, me dijo que no.

Respiré un poco.

―Oh. Estoy segura de que eso no pasa a menudo.

Una de sus cejas perfectamente depiladas y teñidas se arqueó.

―¿A menudo? Nunca pasa.

Sentí a Lauren aparecer detrás de mí antes de escuchar su voz. Los ojos de Angie se elevaron por encima de mi cabeza mientras ella tomaba mi codo en su mano.

―Discúlpanos un momento, Andy, ¿podrías?

―Es Angie.

La siguiente cosa que supe, es que estaba siendo sacada de la pista y hacía el pasillo. Lauren continuó moviéndose, apretándome fuerte contra su lado como si fuera a correr si tuviera la oportunidad. Cuando llegamos a la entrada del vestuario de las mujeres, estaba siendo vigilada por Harry Inez.

―Hi. ―Salió tan nervioso como la primera vez que nos conocimos, quizás más.

Asintió.

―Cam, Sra. Jauregui.

Lauren arrugó su ceño.

―Necesito usar el vestuario por unos minutos.

―No puedo dejar pasar a nadie. Ni siquiera jugadoras.

Sentí la ansiedad de Lauren.

―No estaremos más de unos pocos minutos. Es simplemente imposible escapar de todos los reporteros. Pueden ser bastante agobiantes ―bromeé. Harry dió un paso al lado, sacudiendo su cabeza.

―Unos pocos minutos. Eso es todo. Rotamos cuando comienzan las
entrevistas dentro.

―Gracias, Harry. ―Lauren no gastó tiempo empujando la puerta. Pero paré―. ¿Cómo va el brazo de Larissa?

El guardia de seguridad sonrió.

―Le quitan el yeso mañana. Es una buena noticia. Está amenazando con serrarlo ella misma para volver a la cancha.

―Eso es genial.

Lauren cogió mi brazo, empujándome dentro del vestuario. Dentro, la fulminé con la mirada.

―Eso fue grosero. Estaba hablando.

―Solo tenemos unos pocos minutos.

Crucé mis ojos sobre mi pecho.

Sonrió.

―Pero nunca me ha tomado tanto tiempo excitarte.

―Lauren...

Sus ojos se oscurecieron mientras se movía hacia mí. Con cada paso que daba, retrocedí, hasta que mi espalda golpeó la pared de azulejos. Acercó su rostro al mío, nuestras bocas a meros centímetros.

―Creo que mentiste.

―¿Sobre qué? ―Tenía la inmensa urgencia de inclinarme y presionar mis labios contra los suyos.

Se movió y se inclinó hacia mi cuello, pasando su nariz a lo largo de la vena que pulsaba con mi latido. Estaba latiendo fuera de control, y mi respiración se estaba uniendo a la carrera.

―Sobre lo que sientes por mí. Creo que mentiste. ―Se movió a mi oreja, su voz cruda―. Creo que sientes todo lo que siento yo.

No dije nada, pero el jadeo de mi respiración lo decía todo.

―Apuesto a que si deslizara mi mano dentro de tus bragas ahora, estarías tan húmeda como dura estoy yo.

―Lauren…

Se apartó unos pocos centímetros y ahuecó mi rostro con ambas manos.

―Y no es solo tu cuerpo el que reacciona ante mí. Creo que lo sientes… ―Deslizó una mano de mi barbilla, por mi cuello y paró cuando su palma cubrió mi corazón―. Aquí. Creo que lo sientes aquí, también.

Mi corazón estaba golpeando bajo su mano.

―¿De qué estás tan asustada, Camila?

Se quedó mirando a mis ojos, tan abiertos y vulnerables, y como una cobarde, los cerré. Ninguno de las dos se movió por un largo tiempo.

La puerta del vestuario se abrió.

―Jauregui. Las entrevistas están empezando y el turno está cambiando. Se acabó el tiempo ―gritó Harry, y después la puerta se cerró de nuevo.

Abrí mis ojos. Mis palabras casi no eran audibles.

―Lo siento.

Apartó mi cabello y su pulgar acarició mi mejilla. Su sonrisa era real, pero triste.

―No hay nada por lo que disculparse. Te darás cuenta.

Me dejó ir y tomó unos pasos hacia la puerta antes de girarse. La sonrisa arrogante que odiaba amar estaba de vuelta.

―Oh, ¿y Camila? Ahora es tu turno. Entrarás en razón. Pero cuando lo hagas, creo que te haré rogar por otra oportunidad.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora