Epílogo

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· Camila ·
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Dejé la casa mientras Lauren todavía estaba durmiendo para poder escabullirme a la cita con el doctor antes de dirigirme a la oficina.

No esperaba que hicieran la ecografía hoy. El azúcar en mi sangre había estado un poco loco con mi primer embarazo, así que estaban siendo cuidadosos. Lauren era un manojo de nervios con cualquier cosa que pudiera indicar un problema con el bebé o conmigo, así que para no provocarle estrés hoy de entre todos los días, fui a mi última cita para la prueba de orina sola. Era nuestro aniversario. O aniversarios para ser exactos.

―Tu azúcar se ve bien, Camila. Ya que estás aquí, ¿por qué no hacemos una ecografía rápida? Para revisar tu nivel de fluidos.
Eso era nuevo con este embarazo. Oligohidramnios, niveles bajos de líquido amniótico. El mío no era causa de alarma, pero así como con mis niveles de glucosa, el doctor quería mantener un ojo en esto.

―Claro. ―Me sentí mal por hacerme una ecografía sin Lauren, a la mujer se le aguaban los ojos cada vez que miraba la pantalla, incluso aunque era pronto, y el feto se veía igual que un gran renacuajo.

Me cambié a una bata, y el doctor entró a la sala de exámenes. Después de aplicar el frío gel sobre mi creciente vientre, comenzó a mover la varita mágica alrededor. Escuché el fuerte latido al momento en que encendió el sonido. Después de unos minutos, el doctor me dijo que el nivel de líquido había aumentado, y todo
parecía bien hasta ahora. Se enfocó en un área en particular.

―¿Quieres saber el sexo hoy?

―¿En serio? Pensé que era muy pronto.

―Algunas veces lo es. Pero en este caso no hay mucha timidez y se está exponiendo para mí en este momento.

****


Trabajaba medio tiempo desde que nuestro bebé nació el año pasado. Dos días a la semana no iba, lo que también me daba una excusa para viajar con mi esposa a los partidos. Toqué mi vientre. Las cosas serían más difíciles una vez que este pequeño llegara.

―Deja de manosearte. ―Dinah se plantó en la silla para las visitas de mi oficina y giró el dispensador de cinta hacia ella. Desenrolló una larga tira y la pegó a su rostro de oreja a oreja, subiendo su nariz para parecerse a un cerdo.

―Qué atractivo.

Unos minutos después, el señor CUM entró y miró dos veces el rostro de Dinah. Ella tan solo le sonrió como si no pasara nada malo. Eso lo hizo sonrojar.

―Las pretemporadas empiezan la próxima semana. ¿Puedo contar contigo para conseguir que esa esposa tuya dé una entrevista?

No había nada que la mujer me negara.

―Veré si está dispuesta.

Cuando el señor CUM desapareció, Dinah alzó una ceja.

―¿Si está dispuesta? Esa mujer comería mierda por ti. Literalmente.

―Qué adorable analogía. ―Comencé a organizar mi escritorio―. No puedo dejar que el señor CUM piense que mi trabajo es tan fácil ahora, ¿verdad?

El teléfono de Dinah sonó, y su rostro se iluminó. Sabía quién era sin tener que preguntar. Hace unos meses, había conocido a su propio jugadora en una barbacoa que Lauren y yo organizamos en nuestra nueva casa en Larchmont. Las dos se habían vuelto inseparables desde entonces. Eso significaba que podía pasar más
tiempo con Dinah, lo cual me encantaba. Incluso se nos habían unido al norte del estado hace dos semanas en nuestra recién terminada cabaña.

Alzó la mirada del teléfono.

―¿Te vas temprano?

―No temprano. A tiempo para un cambio.

―¿Qué te poseería para hacer eso? ¿Teniendo una semental de esposa en casa con un bebé y cargando un segundo por tu cuenta? ―Hizo un pff con una sonrisa―. Tienes tus prioridades todas jodidas.

―Debo hacer una parada y conseguir algo para Lauren por nuestro aniversario de camino a casa.

―¿Ustedes dos de verdad están aferrándose a la mierda de los regalos?

Nos casamos en el aniversario del día que nos conocimos, así que teníamos dos cosas que celebrar cada año.

―Síp. El primer año es papel. El segundo es algodón.

―Suena horrible. ¿Qué te compró Lauren? ¿Bombachas maternas de algodón y una servilleta?

Me reí.

―Ni idea. No hemos intercambiado regalos todavía.

De camino a casa, me detuve en la tienda para recoger un regalo de último minuto. Le había escrito una carta de amor y le había comprado una camiseta de algodón que pensé que resaltaría el color de sus ojos. Pero hubo un cambio de planes desde esta mañana.

La casa estaba inusualmente callada cuando entré. Solo Tank, nuestro ridículamente grande mastín napolitano, vino para saludarme en la puerta.

―Muy bien, chico. ―Meneó su cola, y tuve que atrapar la pequeña mesa junto a la puerta que casi derribó―. Cálmate. ¿Dónde está la mujer loca y tu hermana?

Dejando el estuche de cuero de mi portátil y el bolso en el suelo de la entrada, me quité los zapatos y caminé a la cocina. Estaba vacía, pero había tres notas pegadas de color amarillo en el refrigerador y una pequeña caja en la isla de la cocina.

Frase, decía la primera nota en letras grandes. Mi esposa había tomado como hábito ver programas durante el día fuera de temporada.

La segunda nota decía: Pista (ya que apestas en los juegos). Lo que eres para mí.

Abajo, en una nota pegante separada, había dibujado una flecha, y debajo decía: Ve ya al sofá.

Sonriendo, caminé a la sala de estar. Lauren había apilado todas las almohadas en la silla otomana. Tomé cada una y las dejé sobre la alfombra.

Una C estaba bordada en una almohada roja. Solía tener una a juego con una C, también, por Cabello. Pero Lauren la tiró y la reemplazó por otra a la semana siguiente de casarnos: J.

C, esta no la había visto antes. Una nueva adición a nuestra colección de mezcolanza. Era una suave almohada rosa, rellenada con, por supuesto, el tradicional algodón del aniversario, y bordado con la primera inicial de nuestra hija.

I, otra nueva adición. Esponjosa, rosa y bordada para hacer juego con la nueva C.

LOVE. La almohada rectangular marrón que Drew me dio cuando solo éramos unos adolescentes. La almohada estaba rota y parcheada e incluso así, me recordaba a él, también servía como recordatorio diario de la increíble mujer con quien me había casado. Después de mudarnos juntos, metí la almohada en el armario. Se sentía extraño mostrar un regalo que otro hombre me había dado. Un día vine a casa y la encontré en el sofá. Cuando Lauren me encontró mirándola, envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me dijo que Drew había ayudado a convertirme en la mujer de la que ella se enamoró y que esa almohada no debía esconderse.

C-I-LOVE

Reorganizo cada almohada para deletrear el mensaje que Lauren me había dejado hasta que resolviera el acertijo.

I LOVE C

De verdad tenía a la mejor esposa del mundo. La primera vez que me dijo que cualquier hombre que me comprara rosas no valía la pena mi tiempo porque me merecía algo único, pensé que solo estaba siendo una charlatana. Pero había respaldado todas sus palabras con acciones desde el día que lo conocí. Sus regalos
siempre habían sido tan considerados y únicos como ella.

Si era siquiera posible, mi corazón se hinchó un poco más en mi pecho mientras me disponía a buscar a mi familia arriba. Cuando llegué a la puerta de nuestro cuarto, escuché a Lauren hablando con el bebé, no me había escuchado llegar. Me alejé de la puerta y lo escuché cambiándole el pañal a su hija.

―Apestas, sabes, bebita. Tu madre, siempre huele maravilloso. Es
probablemente por eso que vas a tener un hermanito o hermanita apenas un año menor que tú.

Cubrí mi boca para contener la risa.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora