Cap. 33

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· Willow ·
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La vida está llena de una serie de ataduras. Hilos imaginarios que nos conectan con personas desde el momento en que cortamos con el cordón de nuestra madre. Había pasado los primeros veinticinco años de mi vida intentando cortar esos hilos y volar alto, fuera del alcance. No fue hasta hace once meses que me desperté una mañana y me di cuenta de que esas ataduras no eran cadenas que me sujetaban. Eran cuerdas salvavidas y mis hilos estaban tan raídos que no había prácticamente líneas restantes en mi vida. Anoche, o tal vez en realidad fue hoy, no estaba segura desde que un día había pasado borroso al siguiente, el hilo más fuerte que alguna vez había existido en mi vida, fue cortado.

Lauren se encargó de todos los planes. Esta noche tendríamos un pequeño servicio en la iglesia de mi abuela. Mañana, conduciríamos al cementerio y la dejaríamos descansar. Y entonces… no sabía lo que pasaba después. Solo sabía que no quería perder a Lauren de nuevo.

Me puse un sencillo vestido negro. Era un vestido de verano y el aire en el exterior tenía el frío de finales de otoño, pero un suéter iba a tener que funcionar ya que no tenía dinero para ir de compras. Lauren tocó a mi puerta justo a tiempo. Le había dicho que me reuniría con ella abajo, explicándole que era difícil encontrar estacionamiento. Pero la realidad era que no quería que viera dónde estaba viviendo.

―No tenías que subir.

No me había puesto mis tacones todavía, así que era casi treinta centímetros más alta que yo. La vi mirar sobre mi cabeza y revisar mi apartamento. Sabía lo que estaba haciendo y ciertamente no podía culparla.

Abrí más la puerta y di un paso a un lado.

―Sin drogas. Estoy limpia.

―No estaba…

Arqueé mi ceja como si dijera sí, lo estabas y confesó con una sonrisa:

―Está bien, tal vez lo estaba.

Entró.

―Déjame darte un recorrido. ―Giré en círculo con mis brazos extendidos. Podías recorrer todo mi estudio, excepto el cuarto de baño, en un giro―. Fin del recorrido. Entonces, ¿te gusta?

―Me gusta. Es… cálido.

―No realmente. Mejor que te dejes la chaqueta puesta.

―Es tuyo, ¿verdad?

―Realmente te estás tomando esta cosa de encontrar algo bueno de corazón, ¿no? ―bromeé.

―Lo estoy.

―Dame un minuto, voy a buscar mis tacones negros. ―Mi apartamento era pequeño, pero los techos eran altos. Típico de Manhattan. Había una pequeña superficie de espacio libre, así que ellos construían.

Una pared en la sala de estar tenía incorporado un área de almacenamiento que empezaba a unos dos metros. Me subí en el pequeño sofá de dos plazas raído que servía como mis muebles de la sala de estar y me puse de pie en el respaldo, balanceándome mientras abría diferentes compartimientos.

―¿Qué haces? Te vas a caer. ―Lauren se acercó y alcanzó mi cintura, sosteniéndome mientras buscaba por los armarios. Se movió conmigo, asegurándose de que no me cayera mientras caminaba la longitud de la cima del sofá, inspeccionando y cerrando diferentes puertas. Cuando llegué a la última, encontré los zapatos empujados en la esquina superior y tuve que ponerme de puntillas para alcanzarlos.

―Los tengo. ―Agité mis zapatos en el aire como si acabara de ganar un premio.

Lauren me bajó al suelo como si estuviera levantando un cartón vacío de leche. Cuando alejó sus manos, las ansié. Dios, extraño su toque.

Volviéndome para mirarla, fue fácil volver a un lugar cómodo. Envolví mi mano alrededor de su bíceps y apreté.

―Gracias por levantarme. Grandes músculos. ¿Has estado entrenando?

Se rió.

―Ponte tus zapatos, listilla.

Ese inesperado momento, algo tan completamente insignificante como Laurenayudándome a alcanzar mis zapatos y luego bromeando, me hizo sentir más como mi vieja yo de lo que había hecho en años.

―Trae una bolsa para la noche. Quiero que te quedes en el hotel de nuevo esta noche y también mañana.

―Estoy bien aquí, Brody. Lo aprecio, sin embargo.

―¿Puedes hacerlo por mí?

La mujer no tenía ni idea de lo que estaría dispuesta a hacer por ella. Asentí y metí la ropa que había elegido para el servicio en una bolsa.

En el camino hacia fuera, escuché voces procedentes del apartamento de mis vecinos. El apartamento de Lena y Abby.

―¿Puedes darme solo un minuto?

Escuché antes de tocar. Lauren se quedó detrás de mí.

El sonido familiar de cerrojos oxidados sonó y Abby abrió la puerta. Su rostro se iluminó y corrió a abrazar mis piernas, tomándome por sorpresa.

―¿Podemos ir al parque de nuevo?

Sonreí hacia la pequeña bola de energía.

―Hoy no. Voy a un lugar con mi amiga. Esta es Lauren

Miró a Lauren, no encontró nada que le interesara y devolvió su atención hacia mí.

―¿Cuándo vas a terminar?

―En realidad, voy a estar ocupada por un par de días. ―Miré en su apartamento―. ¿Está tu mamá aquí?

―No. La abuela me trajo para tomar más ropa.

Con eso, Sophie apareció.

―¿No te dije que no abrieras la puerta? ―regañó.

―Solo es Willow.

Sophie puso sus manos en sus caderas.

―¿Y cómo sabías que era Willow? ¿Preguntaste quién era, Abby?

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora