Cap. 9

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· Camila ·
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Me sentía como si estuviera yendo a una primera cita. Miré el reloj casi tantas veces como cambié mi atuendo el jueves por la noche.
La cuestión era… que no era una cita. Era una reunión de negocios. Con una chica a la que ya le había rechazado rotundamente una invitación para tener relaciones sexuales. Una chica con quien no podía dejar de preguntarme cómo sería tener sexo. Exactamente, ¿cuál era el atuendo adecuado para tal evento?

Cediendo ante mi cabello salvaje, lo dejé suelto, bucles rebeldes cayendo hasta un poco más de la mitad de mi espalda. Rebusqué en mi armario, buscando algo que fuera estilo inteligente-negocios pero atractivo, sin ser abiertamente sexy. Decidiéndome por una falda lápiz negra y una camisa ajustada de botones color rojo, añadí algunos brazaletes gruesos, me puse un par de sandalias de tiras que se envolvían alrededor de los tobillos y eché un último vistazo en el espejo de cuerpo entero en mi habitación. El clima todavía era lo suficientemente cálido para llevar las piernas desnudas, y el tacón alto de mis zapatos abiertos extendían mis ya largas piernas,
haciéndolas lucir aún más largas. Me gustaba lo que veía. ¿Quién sabía que podía salir inteligente con un toque sexy? Ahora si tan solo pudiera fingir que no estaba atraída hacia la arrogante idiota.

Justo a las cinco, levanté mi mano para golpear en la suite del ático, y la puerta se abrió, dejando mis nudillos golpeando en el aire. Una bella joven morena me recibió vestida con una camiseta muy corta y unas mallas apretadas. La mitad de su delgada cintura estaba en exhibición, y su voz era vivaz como la de una animadora.

―Hola ―gritó por encima de su hombro, rebotando sobre sus tacones―, tu cita está aquí, Lauren. Te veré mañana. ―Todavía sonriendo, se hizo a un lado para dejarme entrar y me dejó con un―: La desgasté bastante, espero que eso no arruine lo que sea que planeas hacer con ella.

Confundida, vacilé justo dentro de la puerta mientras se cerraba detrás de mí. Lauren entró en la habitación, luciendo recién bañada con pantalones bajos de chándal y ninguna camisa, solo en brasier. Su cabello estaba mojado y peinado hacia atrás. Maldición.

―Hola. ―Sus ojos hicieron un barrido lento de mi cuerpo, y se detuvo a unos centímetros de distancia de mí―. Guau. Te ves…

Mi cuerpo se puso más caliente por el calor en sus ojos. Descaradamente se tomó su tiempo antes de levantarlos para encontrarse con los míos.

―Entonces, ¿cómo funciona esto? ¿Las amigas no le pueden decir a sus amigas cómo se ven?

―Por supuesto que pueden. Las amigas pueden hacer cumplidos.

Sus ojos brillaban.

―Estupendo. Te ves lo suficiente bien para comerte.

Dios, realmente ha pasado demasiado tiempo. Mi cuerpo se tensó, y tuve que tragar mi respiración para evitar que un pequeño jadeo saliera. Rosa se elevó en mis mejillas ante la imagen que acababa de sembrar en mi cerebro. Podía visualizarme bajando la mirada hacia esos anchos hombros mientras ella me comía. De alguna manera sabía que no sería lento y tierno lamiendo y chupando. No, esta mujer me devoraría completa.

―No te escuché entrar. Necesitaba una ducha rápida después de Brittany. Esa mujer podrá ser pequeña, pero es exigente como la mierda. Me dio una buena paliza hoy.

Abruptamente, el interruptor se apagó. Nada como hablar de sus aventuras sexuales con otra mujer para apaciguar mi intensa libido.

―Maravilloso. Me alegra que te hayas hecho cargo de tus necesidades. ¿Tal vez podemos saltar los juegos e ir directamente a trabajar esta noche, entonces? ―Mi tono salió un poco sarcástico.

Las cejas de Lauren se unieron. Se acercó a mí, sin detenerse hasta que estuvo invadiendo mi espacio personal. Todavía estaba justo en la entrada de la habitación, y la puerta estaba a unos pocos centímetros detrás de mí. El impulso de dar uno o dos pasos hacia atrás era grande, pero me mantuve firme.

―Sin juegos. No hay nada que me gustaría más que tomarte contra esa puerta ahora mismo. Y el hecho que acabas de ponerte celosa de Britanny, mi fisioterapeuta, demuestra que no estoy fuera de base. Me quieres dentro de ti tanto como yo quiero enterrarme. Simplemente no te lo has admitido a ti misma... ―Estiró su cuello hacia abajo, así estábamos frente a frente―. Todavía. Pero lo
harás.

Tragué. Para variar, me había quedado muda. Finalmente, gruñó y dio un paso atrás. Pasando una mano desordenadamente a través de su cabello, dijo:

―Tenemos que hacer esto en otro lugar. No confío en mí dentro de esta habitación de hotel a solas contigo.

Pensé que estaba bromeando, pero unos cuantos minutos después salió vestido con una gorra de béisbol y una sudadera.

―¿Dónde vamos?

―A algún lugar donde no pueda intentar aprovecharme de ti.

En lugar de hacer que el valet trajera su auto, optó por un taxi.

―Amsterdam y la Calle 112, por favor.

―¿Morningside Heights? ¿Ahí es donde no puedes aprovecharte de mí?

―Síp.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora