Cap. 7

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· Camila ·
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Qué demonios llevas puesto? ―Dinah llegó justo cuando regresaba a mi oficina del baño de mujeres la tarde del miércoles.

―Un nuevo atuendo. Para mi cita de esta noche.

―Estás vestidas como una abuela de sesenta años a punto de ir a la iglesia.

Totalmente así era. De hecho, algunas cosas las había comprado
exclusivamente para la ocasión. La tienda de Goodwill en la calle Setenta y dos era perfecta, una bolsa llena de cosas de abuela por menos de veinte billetes. Miré mi reflejo en el espejo de la ventana. Un abrigo de pana color azul marino y de gran tamaño. Pantalones de poliéster azules con elástico (muy jodidamente cómodos). Blusa de botones hasta el cuello de algodón y paño de color crema, abotonada hasta arriba, por supuesto. Un collar de perlas blancas. El cabello recogido en un tenso moño. Mocasines desgastados. (Bien, esos podrían haber sido míos.) Toqué mi moño y me puse un poco de un aburrido labial color malva,manchando a propósito algunos de mis dientes delanteros.

―¿No te gusta mi ropa?

―¿En serio? Pareces una loca.

Alisé mi chaqueta y tomé un bolso de señora de iglesia gigante y marrón.

―¿Qué? ¿No crees que estoy sexy?

―¿Estás usando braga faja ahí debajo?

Apagué la luz de mi oficina.

―Y un sostén para lactancia. ―En realidad tenía una tanga y un sujetador de media copa, pero la mirada horrorizada en el rostro de Dinah valió la pequeña mentira.

Me siguió fuera de la oficina. Afortunadamente, el edifico ya estaba en su mayor parte vacío, o podría haber recibido algunas miradas raras. De verdad me veía un poco loca.

―¿Sacaste esa basura del armario? ―preguntó Dinah.

―Nop. Lo compré para mi cita.

―¿Compraste ese traje?

―Claro que sí.

―Creo que has estado bajo demasiado estrés últimamente. ―Me besó en la mejilla antes de subir al elevador para volver a su oficina―. Desayuno en tu oficina a las ocho. No puedo esperar a escuchar todo sobre esta cita.

Diez minutos después, salí por la puerta estilo giratorio de WMBC y vi un auto lujoso estacionado junto a la acera. Lauren salió y rodeó el auto para abrir la puerta del pasajero. Cuando sus ojos me recorrieron de arriba abajo, sus cejas se fruncieron. Entonces parpadeó repetidamente.

―Hola.

Le enseñé una sonrisa tonta de oreja a oreja.

―Hola. ¿A dónde vamos?

―Mmmm… al… mmmm… al restaurante del Regency.

Tuve que esforzarme para no estallar en risas. Ella no tenía ni idea si mi ropa era en serio o una broma. Aunque se ganó un punto por ser lo suficientemente educada para no decir nada. No pude resistirme de molestarlo un poco más después de que entramos al auto.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora