Cap. 36

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· Camila ·
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Dinah se hubiera reído de mí. Era tarde en la noche y estaba esperando en la fila del supermercado de la calle de Regency, con un surtido de pasteles de la panadería a punto de cerrar. Cuando me dijo que llevara un postre para Lauren, cannolis habría sido lo último que pasara por su mente.

Sabía que lo estaba evitando completamente. Después de Drew, nunca pensé que sentiría algo como esto por otra persona. Cuando el nombre de Lauren destellaba en mi pantalla, me hacía sonreír. Verle en persona hacía mi corazón latir más rápido. A veces, simplemente leía uno de sus textos una docena de veces.

La cosa era que con Drew, fue diferente. Podría hacer una lista de un millón de cosas que me gustaban de él. Pensé que eso era de lo que trataba el amor verdadero. Lógico. Práctico. El amor era una lista de cosas tangibles que definían cómo era el hombre correcto.

Pero con Lauren… no podía encontrar las palabras para describir lo que sentía. Probablemente podría hacer una lista con un millón de razones por las que debería permanecer lejos. Sin embargo, en mi corazón sabía que era él. Mi alma lo había elegido, no mi mente.

La fila de la caja estaba rodeada por estantes con artículos de temporada. Borradores rosados con un pavo estampado en ellos, pequeñas calabazas pintadas, paquetes de tarjetas coleccionables de la NFL. Acerqué el borrador a mi nariz, el olor me recordaba a la escuela primaria. Lancé unos cuantos en mi cesta, junto con
un puñado de paquetes de tarjetas. En el momento que llegué al cajero, el impulso me costó treinta y tres dólares.

El ascensor vacío compensó el tiempo perdido. Llegué al piso de Lauren muy rápido, me sentí un poco mareada cuando me bajé. Una mezcla de emoción y nerviosismo me golpeó cuando levanté la mano hacia la puerta.

Mi golpe fue suave, pero hizo eco a través del tranquilo pasillo.

Esperé. Mi ritmo cardiaco aceleraba mientras los segundos pasaban.

¿Tal vez ya estaba durmiendo?

Golpeé de nuevo. Esta vez más fuerte.

Pasos vibraron en el suelo mientras se acercaban.

Cuando se abrió la puerta, levanté los cannolis meciendo la cuerda roja y blanca de la caja de la pastelería.

―¿Te apetece un postre?

Lauren todavía estaba vestido con la ropa que había llevado al servicio. Bueno, en realidad, parecía como si hubiera sido interrumpido al desvestirse. Su camisa blanca desabrochada, el cinturón de su pantalón colgaba suelto, y sus pies ya estaban al descubierto. Lo primero que pensé cuando lo vi fue: qué desperdicio fue comprar cannolis cuando había mejores cosas para comer.

Sonreí. Pero algo en sus ojos hizo que mi corazón se encogiera antes de que pronunciara una palabra.

Se dio la vuelta, mirando hacia el interior de la suite del hotel. Cuando me miró, su expresión lo decía todo.

―No te esperaba.

―¿Debería irme?

―No. Es solo… Willow vino hace unos minutos y…

―¿Willow está contigo en la habitación de hotel?

Pasó la mano por su cabello.

―No es lo que parece. Lo juro.

―Entonces dime. ¿Qué es? ―Miré dentro de la suite de Lauren y vi a Willow de pie en la sala de estar. Estaba descalza, y nos observaba desde la distancia.

―Necesitaba una amiga. Ha sido duro estos días.

―¿Y tú la ibas a consolar estando a medio vestir… en tu habitación de hotel?

―Eso no es lo que iba a hacer.

―Dime entonces. ―Levanté la voz―. ¿Qué mierda ibas a hacer?

―Nada. Simplemente no podía… no podía abandonarla.

―¿Por qué no?

Lauren me sostuvo la mirada.

―Porque no podía.

Dejé caer la caja de cannoli y me volví hacia el ascensor. El maldito ya había desaparecido. Presioné el botón veinte veces, desesperada por salir de aquí.

La puerta de la suite de Lauren se cerró de golpe y por un segundo, pensé que había vuelto a entrar. Pero entonces estaba detrás de mí. Colocó una mano en mi cadera.

―No te vayas. Por favor. No ha pasado nada. Lo juro.

Afortunadamente, el ascensor llegó rápido. Entré y me volteé para mirar a Lauren.

―En realidad, te creo. No creo que nada físico sucediera entre los dos. No es por eso que me tengo que ir.

―¿Entonces por qué?

―Necesitas averiguarlo por ti mismo. ―Nos miramos el uno al otro cuando las puertas se cerraron.

Aguanté las lágrimas hasta que llegué a la calle. Entonces todo me abrumó al mismo tiempo. La tristeza. La decepción. La angustia. Me faltaba el aire, apoyándome en la parte exterior del hotel, me incliné y me sostuve en mis rodillas.

Lauren debió tomar el siguiente ascensor para bajar, porque la vi salir corriendo a toda velocidad por la puerta justo cuando subí a un taxi.


****


El taxi se detuvo junto a la acera de mi apartamento, y entonces decidí que no quería ir a casa.

―Cambié de opinión. ¿Me puede llevar a Chelsea… uno cincuenta y cincooeste calle veintidós?

―Debe pagar la tarifa desde donde subió.

―Por supuesto. ―Me podría haber importado menos si la tarifa era de quinientos dólares, solo sabía que no quería ir a casa. Eran casi las diez, pero a Dinah no le importaría. Mirando por la ventana a la calle, una vez nos pusimos en marcha, no lloré. Era como si en mi interior hubiera un gran agujero y aunque quería llorar, sacarlo de mi sistema, las lágrimas no podían salir a través del inmenso vacío.

Entré en el edificio de Dinah en una neblina. En el ascensor, me quedé mirando el panel de botones, incapaz de averiguar lo que tenía que hacer. Por suerte, un señor mayor entró con un pequeño perro con correa y se hizo cargo.

―¿Qué piso?

―Ummm. Siete. ―Después de decirlo, ni siquiera estaba segura de que fuera la respuesta correcta.

El pasillo olía a marihuana, confirmando que había llegado al piso correcto. El vecino de Dinah, Devin, era un drogadicto.

Golpeé suavemente, y abrió la puerta sin preguntar quién era. Una sonrisa iluminó su rostro cuando me vio allí de pie, pero rápidamente cayó.

―Oh cariño. ―No tenía idea de lo que había sucedido, sin embargo, me envolvió en un abrazo mientras me hizo entrar a su apartamento. Las lágrimas amenazaban, pero todavía no salían―. Vamos. ―Me llevó a la cocina y encendió la luz―. Siéntate. ―Señaló una silla y me senté. Sinceramente, me alegro haber recurrido a Dinah, porque estaba tan perdida que habría tomado las órdenes de un completo extraño sin rechistar.

Abrió los armarios, sacó dos tazones y procedió a llenarlos de helado Ben&Jerry’s. Colocando uno frente a mí, me deslizó una cuchara y luego se sentó.

―¿Qué pasó?

―¿Podemos hablar de algo más? No lo sé. ¿El clima? ¿Trabajo?
¿Calentamiento global? ¿Cualquier cosa?

Asintió y se metió una cucharada de helado en la boca.

―Estoy pensando en acostarme con Devin.

―¿El drogadicto?

―Folla como una liebre.

Casi sonrío. Casi.

―¿Cómo sabes eso?

―Compartimos una pared de la habitación.

―Le toma diez minutos soltar una frase completa, siempre es tan
malditamente vergonzoso. ¿Cómo es eso posible?

Se encogió de hombros.

―Interrumpiste una buena sesión. ¿Quieres ir a escuchar?

―Creo que voy a pasar.

Guardó silencio durante unos minutos.

―¿Estás segura de que no quieres hablar de eso?

Miré fijamente mi plato medio vacío.

―Me enamoré de ella.

―Sé que lo hiciste.

―Puse la foto enmarcada de Drew dentro de mi armario. ―Decir el nombre de Drew se sentía como una pequeña fisura en la pared que había construido en la última hora.

―Era hora, cariño. Pasara lo que pasara con Lauren era hora.

Asentí, mis hombros pesados.

―Esa es la ironía de la situación. Finalmente estaba dando el paso y ella retrocedió.

La primera lágrima cayó, y entonces se desató el caos. Una vez que comenzó, no pude detenerlo. Lloré como si no lo hubiera hecho en años. El llanto se sintió tan intenso… no solo estaba perdiendo un novio, estaba perdiendo a Drew de nuevo, también. Mi corazón había sido traicionado por otra persona, y ahora lloraba dos perdidas.

Dinah me abrazó con fuerza.

―Déjalo ir todo, cariño. Déjalo ir todo.

Le Balleur - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora