Todas las flores del mundo

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12:00 p.m

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Al día siguiente, el lubricante y los nudos seguían apareciendo cada momento. Habían estado follando desde el día anterior cuando el insaciable omeguita y calenturiento alfa no podían seguir evitando su necesidad.

Lo había echo abrir sus piernitas para él por millonésima vez, posando una de ellas e incluso ambas encima de sus hombros, martillando contra su punto dulce, ese que le hacía gemir alto y agudo. Le dejó montarlo con experiencia, sujetándolo por su estrecha cintura mientras se deleitaba al ver su pequeña y bonita polla rebotando contra su abdomen y manchándolo de pre semen mientras el lubricante se encargaba de crear desastres húmedos por los muslos de ambos.

Lo comió y lo abrió con dos o tres de sus dedos cada que tenía oportunidad y el menor le dejaba hacerlo, aunque no era muy difícil convencerlo. Lamió y chupó cada centímetro de él, desde sus pezones rositas hasta su pene erecto y entrada rojiza ya maltratada, logrando llevarlo con facilidad a la cima de su clímax cada vez hasta tenerlo lanzando hilos de semen que se volvían menos abundantes con cada orgasmo.

Por otro lado, claro que el alfa no se quedaba sin anudarle en todos sus encuentros. Al quedarse atrapado en su interior cuando el nudo se hinchaba, amaba los pequeños espacios de tiempo donde podía tenerlo encadenado a él, literalmente. Le volvía loco poder mimarlo mientras lo llenaba tanto, besándole con amor cuando le escuchaba gimotear y acariciando su bonito cuerpo adormecido hasta donde sus manos alcanzaran en la posición que se encontraran, sintiendo su pecho vibrar por el satisfecho lobito que ronroneaba continuamente.

Ahora, después de tanto ajetreo, sudor y mucosidades viscosas, se tomaron el tiempo de comer y beber algo. El sexo los había puesto bastante hambrientos a ambos y su sed era casi insaciable, por lo que habían disfrutado como nunca el rico sandwich de pavo con verduras y quesos que habían preparado juntos.

Dibujemos con Louie...— cantó el omega abrigadito entre las mantas sucias sobre la cama.

Estaba rodeado de almohadas manteniéndolo cómodo, con ojitos adormilados y boquita hinchada succionando su biberón con leche de vainilla. Aún desnudito se mantenía tranquilo mirando aquella caricatura que su alfa le habia mostrado hace un rato y con la que había quedado fascinado.

¡Trataba de un conejito llamado Louie! Era blanco y pequeñito y enseñaba a dibujar muchas cosas junto a su amiga la mariquita, lo que había hecho reír contento  a Louis y poner ojitos ilusionados.

Harry quien se ocupaba limpiando un poco la habitación, sonreía enternecido al escuchar a sus espaldas la risueña risita de su niño. Le había escuchado alegar que la caricatura trataba sobre él, pues su amor por los conejitos era muy evidente y la tierna coincidencia del parecido entre sus nombres solo le hacía creerlo aún más.

Vanilla Milk (with an extra of chocolate...) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora