dientitos molestos

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8:27 a.m

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—¿Y si no me sé la respuesta, alfita?.— preguntó acomodándose de costado sobre el asiento copiloto, viendo el perfil del rizado al volante.

—Las sabrás amor, eres muy curioso y guardas todo lo nuevo que aprendes.— tranquilizó hablándole con calma— Eres muy inteligente.— aceleró por el largo de la carretera vacía.

—Hmm...— gimoteó inconforme, restregando sus ojitos con ambas manitas.

Habían dejado la casa de campo aquella mañana a las seis y cuarto luego de tener que regresar a Canadá un día antes de lo esperado por la gran demanda que había nacido en el consultorio.

Los pacientes al parecer estaban ansiosos por ser atendidos por aquel doctor rizado y no por Daniel, quien se encargó de informarle la larga fila de espera que se había generado. Muchos de ellos estaban acostumbrados a ser recibidos por Harry y no planeaban cambiar su expediente a manos de un nuevo médico, aunque por otro lado, Daniel se había estado ganando la confianza de personas nuevas que acudían al consultorio.

Y el rizado no se quejaba, en realidad sentía gran alivio al tener una persona más ayudándole con el montón de trabajo que se redujo en un gran porcentaje a comparación de antes. Ahora tenía más tiempo para su omega, su estrés se había calmado, pasaba más tiempo en casa disfrutando de la calidez de su hogar y su familia, y podía gozar del tranquilizante peso del chiquillo sobre su pecho por más tiempo. Era increíble.

—¿P-Pero voy a estar solito?.— preguntó con una carita de preocupación, jugueteando con el libro abierto sobre sus piernitas.

—No puedo interrumpir tus clases, cachorro, lo sabes.— respondió frunciendo sus labios— Pero estaré muy cerca escuchándote y me encargaré de que lo hagas muy bien.— sonrió alargando una de sus manos a su muslito, controlando el volante con la contraria.

Louis solo pudo pronunciar el pucherito en sus labios y emitió un pequeño sonido que anunciaba la llegada del llanto. Se removió en su lugar y subió sus piecitos sin zapatos al sillón, parpadeando repetidas veces para intentar despejar sus ojitos de pronto inundados de lágrimas.

—Amor... ¿Qué pasa, sol?.— preguntó dándole un vistazo de soslayo— Estás sobre pensando las cosas, bebé, ¿Por qué no duermes mientras llegamos? Te levanté muy temprano hoy.— sugirió apretando el agarre en su piernita, despegando la mirada del frente por cortos segundos para poder verle.

Le escuchó gimotear casi inaudible entre pucheros, logrando ver cómo tomó su chupete favorito para llevarlo a su boquita y comenzar a succionarlo.

El chiquillo había despertado preocupado por regresar a sus clases cuando recordó que tendría un pequeño examen de geografía, aquella materia con la que tenía un poco de problema. Aquello solo provocó angustia y ansiedad en su susceptible cabecita, además de la hora tan tarde en que durmieron la noche anterior y lo temprano que despertaron para poder partir.

Lo sintió abrazarse al brazo con el que le regalaba caricias vagas, bajando el volumen de la radio para arrullarlo más pronto y hacerlo caer dormidito. Solo esperaba que la molestia en sus dientitos no fuera tan fuerte como para irritarlo durante el camino.

Sonrió al verle con su ceño fruncido intentando dormir mientras el chupete en su boquita se movía de arriba a abajo al igual que su naricita de botón. Acelero y se concentró en el camino solitario, viendo las nubes grises volver a cubrir el cielo azul y el parabrisas comenzar a mojarse con grandes gotas de agua.

Vanilla Milk (with an extra of chocolate...) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora