7. Voluntad

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La enfermera de cabellera dorada se quedo cerca del lugar observando a través de una espejo lo que pasaba en la habitación, su expresión era difícil de describir, en su gesto no había algo agradable que ver pero tampoco trasmitía pavor, quizás era desazón, solo ella lo sabía.

Amelia cerro los ojos de forma prolongada hasta que al abrirlos se encontró cara a cara con su paciente, con el señor Dai, el cual le mostrando una sonrisa nihilista.

Pudo sentir al lado de su frente una gota de sudor caer, con tal trasparencia que esperaba no lo notara su paciente, mostrar vulnerabilidad no era la mejor forma de comenzar la entrevista menos mostrase al paciente. Giro la cabeza a un costado, puso una pierna atrás para tomar un poco de distancia y prosiguió a seguir con lo que había planeado, a pesar de haber olvido la mayoría de preguntas a causa del nerviosismo.

- ¿Cazar? Solía usted ir a cazar, suena interesante- dijo Amelia.

- No me refería a eso, pero usted acertó, me gusta salir de casería. La temporada de caza en la zona boscosa esta por comenzar- respondió tranquilo pero con un tono que dejaba imaginar muchas cosas, e incluso malinterpretar.

- Ya veo, por que no se sienta ¿Podría sentarse?- pidió amable señalando su lecho, mientras traía la silla de la habitación, esta vez no saltaría de esta.

- Desde luego- acató la petición sin dejar de mirarla a los ojos, cosa que a Amelia le comenzaba a intimidar, por la profundidad de estos y el tono tan peculiar que tenían.

- ¿Sabe por que estoy aquí, señor Dai?- cruzo sus piernas una vez sentada y saco la libreta con la pluma.

- Creo que sí. ¿Me presta su pluma?- consulto en un tono juguetón que la dejo un poco perpleja, estando casi tentada a hacerlo por el repentino cambio de humor que tuvo.

- No será posible señor Dai- sostuvo el lapicero con fuerza sabiendo lo que podría hacer el paciente con un objeto como ese- Que tal si me presento primero, soy la doctora Amelia. Puede decirme doctora o solo llámeme Amelia, no hay problema.

- ¿Por qué no me da la pluma?- insistió nuevamente dejando a Amelia un poco acorralada. La frustración era un sentimiento que muchos pacientes psicóticos al experimentar desencadenaban una crisis, negarles algo sin esperar una reacción brusca era algo irrealista. Entonces pensó en evadir el pedido con delicadeza para que dejara esa idea.

- Hábleme un poco de usted. Comento que le gusta ir de caza- forzó una sonrisa cálida al mismo tiempo que guardaba la pluma en su bolsillo.

- Si, me gustaba ir de cazaría al bosque del sur junto con mi hijo menor- su mirada cambio de repente a una pagada y la sonrisa abandono sus labios.

- Oh, enserio? La actividad recreativa es muy buena para la salud- dijo Amelia tratando se adularlo.

- Piensa que destripar animales es recreativo ¿Esta demente?- comento divertido y un tanto irónico.

- ¿Ah? No, quería decir...- si antes había logrado calmar sus nervios ahora estaba presente en su rostro- Dejemos eso. Estoy aquí porque quiero ayudarlo, quizá no sea muy consciente de esto pero ha lastimado a una persona, eso no esta bien ¿Entiende lo que digo?

Tratando de dirigir la conversación a la acción que cometió para ser enviado al psiquiátrico le hizo tal declaración. Al parecer había logrado hacerlo pensar sobre eso, su mirada antes fija en ella bajo al suelo y sus manos antes atrás de su espalda se colocaron en sus muslos apretándolos un poco. Cuando noto el cambio quiso anotarlo en su libreta, en ese momento cuando metió su mano en su bolsillo sacando la pluma. Fue interceptada por la mano de su paciente quien la sostuvo un momento dejándola atónita, paso a sujetar con más fuerza el lapicero cuando Dai lo agarro.

PsicóticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora