Los enfermeros afuera de la habitación hablaban sobre el último partido de beisbol que se había jugado en el estadio nacional, compartiendo sus opiniones y los jugadores que se entregaron a aquel deporte se sumergieron en una burbuja donde no cabía Erasa, la cual apoyada a la puerta directamente no dejaba de contar los segundos que pasaron, además de tratar de escuchar de que hablaban, sin embargo fue difícil por el grosor de la puerta.
No podían permanecer mucho tiempo el abogado y su cliente, por el estricto reglamento solo se otorgaba 30 minutos, máximo 35. Volvió a ver su reloj aunque en realidad no lo necesitaba, de todas formas no quería quedar al descubierto que le paso contando los segundo que la llevo a saber que el tiempo había terminado.
Les aviso a sus compañeros que debían entrar ya que el tiempo había concluido, estos asintieron por lo que Erasa abrió la puerta la cual no tenia un seguro por obvias razones. Con solo entrar a la habitación, los tres pudieron percibir el ambiente pesado que se formo adentro. A pasos lentos entraron descubriendo al abogado en una situación algo "extraña". El hombre de terno sudaba a más no poder y parecía contener a medias la respiración, mientras que el paciente yacía sentado en la misma posición que lo vieron al salir. Sus manos atrás de su espalda se agitaban como unas serpientes hambrientas, esperando alguna presa se atreviera a cruzar.
No dijeron nada, creían sentir un cuchillo en sus gargantas que les amenazaba a quedarse cayados. Pasaron a la mesa donde estaba el paciente para levantarlo esperando no opusiera resistencia, debían llevarlo a su cuarto pero sentían no podían tocarlo, que podría ser esa presencia que los abrumaba incluso a ellos. Simple: Dai estaba enojado, una furia se apodero de él; algunos dicen que se debe tener cuidado de enojar a las personas de pacificas, porque su furia podría turbar a cualquiera de estar cerca.
Se quedaron indecisos a medio paso de él, pensando en alguna solución. Dai de estar sumido en sus pensamientos y apenas percatándose de su gesto noto los enfermeros estaban ya en el cuarto. Volteo a verlos con su pasividad habitual, lo que ayudo a todo el mundo ahí adentro a poder respirar con más libertad. Erana entonces hablo, dando la orden y anunciando debían regresar al paciente a su cuarto.
- Lo sentimos señor, pero el paciente debe regresar a su dormitorio.
- Ah.. si adelante. Ya acabamos hace unos minutos- sonrió con los nervios de punta, tocando su rostro dándose cuenta que estaba empapado en sudor.
- Nos vamos señor Dai- este asintió al llamado levantándose por propia cuenta logrando despertar por completo a los dos enfermeros de su trance. Se colocaron a sus costados y lo ayudaron a caminar, era algo complicado con los retenedores en los pies.
El temple pacifico de Dai volvió a él, como su inexpresividad pero ya no demostrada en una sonrisa. No había línea alguna en sus labios. Camino junto a los enfermeros con Erana al frente, quien se preguntaba internamente que había pasado ahí dentro que dejo a Dai en un estado de ira como el que presencio. No era psiquiatra, menos leía a las personas, solo era atenta a los detalles pero seguía sin ser lo suficientemente buena.
Juntos caminaron hasta el piso donde estaba ubicado su dormitorio, al llegar Erana abrió la puerta como de costumbre solo que a la atenta mirada de Dai, quien de alguna forma memorizo la forma y vueltas que le daba con la llave al cerrojo. Una vez adentro le quitaron los retenedores de las manos y pies. Los dos enfermeros salieron apara guardar los retenedores en la sala de descanso pero Erana dijo quedarse para verificar que su paciente estaba bien.
Al final ambos se fueron dejando solo a Erana y Dai. Este no tenia mala cara pero no parecía dispuesto a soportar provocación alguna y ella lo sabia muy bien.
- Dai, si algo esta mal. Solo tienes que decirlo- pronuncio comprensiva tratando de lograr la mirara, sin embargo solo obtuvo un seco "voy a descansar" por lo que termino saliendo del cuarto sin tener los resultados que esperaba provocaran sus palabras.
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Psicótico
RandomTras las frías paredes de aquel hospital psiquiátrico, se encontraba él tentando a la suerte y una doctora novata encargada de atender su psicosis.