11. Roces

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Espantada por el descubrimiento se retiro de ahí casi corriendo con dirección al nosocomio. Algunos fueron testigos de la doctora atleta que se la paso casi media hora corriendo por el patio, hasta que se metió de nuevo a la institución mental. Pocos entendieron cual fue su motivo para adentrase de nuevo en esas murallas que ocultaban muchos misterios, que poco a poco estarían desvelándose.  

El sensible oído de Dai logro percibir los murmullos del personal que se encontraba cuidando a los pacientes durante sus caminatas por el patio. No supo muy bien de que susurraban pero supuso se trataba de su doctora. De forma inconsciente había memorizado el comportamiento de todos los doctores y enfermeros del pabellón, tenia que mantener su mente ocupada en algo. Supuso entonces que su doctora, Amelia, otra vez hizo algo fuera de lugar. 

Miro por su ventana esperando verla pero no se encontraba por ninguna parte, solo quedaban algunos enfermeros que seguían hablando sobre una doctora con completo de atleta que no dejo de dar vueltas por el parque para finalmente entrar al nosocomio. Dai no imagino que hizo pero dedujo se trataba de una de sus acciones impredecibles, características de ella. Razonando un poco, su doctora no le disgustaba. Llego a pensar en ella en muchas ocasiones, son supuestos sobre su motivación de atenderlo y del porque no se ha rendido. No podía dejarle seguir con sus exámenes, en cualquier momento podría ponerse en evidencia y sería el final de la pantomima que con tanto esfuerzo mantuvo hasta ahora. 

Dejo de ver la ventana para quedarse parado en medio de la habitación, no apoyaba su espalda, estaba acostumbrado a quedarse quieto por largos periodos de tiempo sin cansarse. Algo parte de él y que no cambio pese a los años. Pensar o no hacerlo, solo se quedaba quieto con un rostro inexpresivo, sonreír no era una obligación; lo hacía más que nada para confundir a la doctora cobriza. Tomando en cuenta eso, se dio cuenta que su sonrisa cordial no era nada más una fachada para no intimidar. Era estricto y propenso a repudiar el error. La sonrisa, nihilista en ocasiones, era para suavizar lo imponente que podía ser su presencia; sin querer alejaba a muchos incluso a su familia, por eso siempre tenia atenciones afables con los que le rodeaban. Por eso evitaba los desatinos, que podría cualquiera tener en situaciones complejas, cuidaba cada detalle de su comportamiento, así siempre fue pero estar en ese lugar le estaba costando trabajo mantener todo el orden en su ser. 

Reflexionar de pie le daba esa paz para mantener el temple y pasividad, la necesitaba más que nada ahora. Sentía que en cualquier momento sería descubierto, debía evitarlo, sin embargo habría de recurrir a métodos fuera de su racionalidad. Ese era el problema, no estaba dejando se ser sensato, nadie en ese lugar le quedaba algo de coherencia; excepto por él. 

No se percato de cuanto tiempo se había quedado reflexionando, solo que ya estaba el cielo adquiriendo un tono marino, como si descendieran a las profundidades del mar, impidiendo verse algún rayo de luz, solo quedaba la oscuridad. 

Fue entonces que su enfermera abrió la puerta de su habitación, apenas entro, Dai no bajo la guardia en ningún momento. Sabía que en las noches del fin de semana, esta se aparecía tentada a ser algo indecente; por que tenia que ser a él. Aquella preguntada resonaba en su mente, sabia que no tendría respuesta aunque se la expusiera a la mujer rubia; por obvias razones. Dai no dejo de mirarla logrando que esta suavizara su sonrisa coqueta, a continuación la vio poner sus manos en su rostro; parecía apenada. 

- ¿Por que me miras así? Me siento profanada- comento pizpireta moviendo sus caderas de un lado al otro. Dai no dijo palabra, en su rostro se veía el desagrado que le causo el comentario de la mujer- Ya es hora de dormir, te preparare la cama. 

Fue hasta el lecho que estaba en perfecto orden, no había que arreglar nada, solo se dispuso a quitar las mínimas arrugas que había en la manta beige. Cuando alcanzo su almohada Dai se acerco, debía evitar tocara su almohada.

PsicóticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora