39. Consecuencias

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Una leve migraña lo acompañó hasta el estacionamiento.
No recordaba mucho de las primeras horas de la tarde. Lo último que venía a su mente con algo de lucidez fue a su hijo Korn, de quién escucho un breve "lo siento", después de éso cerro los ojos por 30 minutos. En la mesa del escritorio había encontrado una carta que le hizo entender que el motivo de disculpas de su hijo eran unas vacaciones repentinas en el extranjero.

El era un adulto, entonces no habría de que preocuparse. Por tal motivo no lo llamó ni le escribió un mensaje de texto a sus hermanos para preguntar el paradero vacacional de Korn, cuyo destino era desconocido para él ya que no estaba en la corta nota que le dejo.

Dejo eso de lado y subió a su auto, era la noche de Pagnoc por lo que su familia estaría esperándolo para la cena. Miró su reloj de mano verificando que aún estuviera a tiempo para ir a la mansión. Mientras conducía no podía evitar sentirse extrañado por algunas cosas, no solo porque Korn no estaría en la cena familiar también porque no lo despertó de su breve siesta. No lo entendía del todo, pero tampoco era algo para prestar mucha atención.

Al estar el invierno a la vuelta de la esquina, oscurecía más temprano. Las calles estaban iluminadas por los faros amarillentos que acentuaban el otoño.
Paso por un banco cercano en busca de un atajo, no fue a la avenida por tal motivo.
La oficina no estaba muy lejos de la mansión, así que no tardaría mucho en llegar.
Mientras Dai conducía pensó en llamar a Emily para preguntarle si ya estaba en la mansión y de no ser así acompañarla, él era consciente del choque que había entre su prole y ella, pero con unas cuentas palabras lograba calmar esos bríos que daban pie a enfrentamientos incómodos.

Una gota cayó en el parabrisas de su auto para luego ser una centena de estas, había empezado una lluvia que parecía intensificar poco a poco.
Por esto, Dai se apresuro en llegar ya que no traía un paraguas aunque si traía consigo su pesado abrigo, de todas formas él gustaba de los climas fríos por lo que lo usaría para cubrirse de la lluvia que no hizo más que aumentar su fuerza con los minutos.

Eran las 9:00 pm en su reloj y radio del auto cuando llegó a la mansión.
Estacionó el auto a un costado, cerca del pórtico para no tener que ensuciarse los zapatos con la tierra ya convertida en barro.
Al ser una zona casi boscosa los árboles chirriaban por la fuerza del viento, y los postes no llegaban a alumbrar del todo la propiedad. Para eso eran las luces propias afuera de la casa, pero estas no estaban encendidas.

Se bajó lento sintiéndo el barro bajo sus pies para su disgusto. Tenía el saco como paraguas para evitar ser empapado por la torrencial tormenta.
Una vez bajo el techo de la casa, se dispuso a abrir la puerta, hubo algo peculiar y es que estaba semiabierto.

Confundido la empujo encontrando el lugar a oscuras. Era la noche de Pagnoc y no había nadie en la mansión.
Entró manchando el piso de mayolica con lodo, el sacó lo dejo en el perchero colocado a una esquina de la puerta. Cuando giró se halló con una pala en el piso, se agachó para tomarla y fue en ese momento que surgió en el un mal presentimiento.

Con la pala en su mano, se dirigió a la cocina. Al lado de la alacena casi al medio estaba la entrada que daba al patio trasero. La puerta estaba abierta por lo que fue hasta allá guiado por su instinto.
Mientras Dai salía al patio, el hombrecillo medio consiente salió de su escondite bajo la mesa para irse corriendo por la puerta principal.
De esa manera, sin que el lo supiera había activado la alarma silenciosa que se ubica detrás de la puerta cuando era cerrada por adentro sin ingresar la clave. La policía local vendría a la casa y el petulante abandonaba el lugar en su auto que apenas se escuchó por el sonido de los árboles. Martin se había estacionado en una zona poco visible, por ello, las cámaras no pudieron captar al intruso.

PsicóticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora