Psicótico

31. Debilidad

Con la mirada pasmada Amelia se quedo observando a su paciente cuyo relato llego a su fin. Su mirada lo decía todo, entendió entonces lo que dejo en su carta a ella, "esas cosas que tenía que hacer", no era huir sino tal vez ayudar a Dai. Pese a que este se negó a escapar Maron planeaba algo por emergencia, sin embargo desconocía a que clase de situación querría adelantarse.
Abrazó sus rodillas clavando la mirada en el suelo, un angustia creció en su pecho que la hizo marear. Inclinó la cabeza un poco chocando con el hombro de su paciente, quien le permitió apoyarse en él. Una repentina calma la inundó logrando tranquilizar sus nervios. Se quedó en esa posición el tiempo que Dai se lo permitió.
Las manos de este en ningún momento se movieron del colchón, tuvo que apoyarse para que la mujer pudiera apoyarse mejor y no padecer por la diferencia de altura, que no era mucha, aún así se colocó en una mejor posición.

Pensativa se preguntaba el por que no indagó como debía el asunto de su prima. Luego de escuchar el relato de Dai, muchas posibilidades llegaron a ella, construyendo así argumentos suficientes para negar la acusación que le hicieron a Maron acerca de las pastillas.
De alguna forma estuvo claro que su prima no sería capaz de tal cosa, ella podría haber sido inculpada, pero no había forma de averiguar eso. Marlon repetiría lo mismo que le dijo, Carol diría que no sabe nada, Videl no estaba segura, y como estaban ahora sería tonto preguntarle a Erana. La imagen de la mujer amable se desvaneció teniendo a una persona irreconocible frente a ella. ¿Cómo podría saber la verdad? Aún no estaba segura.

Parpadeo unos segundos levantando la cabeza del hombro de Dai, quien la miro atento. Amelia se peinó dando una fuerte bocanada de aire como si tratara de expulsar algo de su interior, con ello, podía sentir sus nervios encontrar paz. Por fin pregunto:

- ¿Cómo era Maron en el hospital?- dijo en un tono suave, casi sumergida en un recuerdo lejano.

- Era una mujer sincera, poco discreta y muy pasional. Demasiado me atrevo a decir, pero no llegaba a faltarle el respeto a nadie. Al menos no adrede- declaró mientras recordaba cuando la peliazul le hablo de su hombre ideal sin tapujos y en voz alta en la sala de descanso. Su mirada declaraba confianza y demostraba una estima elevada, la cual a muchos le faltaban.

- Si esa es mi prima- comentó burlona ovacionando la descripción que hizo Dai- Ella nunca temió en mostrarse tal y como era. A veces... me daba envidia.

- Si me lo permite, usted y su familiar no son tan distintas- le dijo haciendo que Amelia mostrará duda en su rostro. Decir que eran similares, quizá tenía algo de sentido.

- Si usted lo dice- respondió no muy convencida de tal comparación. Miro su reloj notando que aún faltaban 20 minutos de su sesión, sin embargo intentar hipnotizarlo sería difícil, más para ella que no podía evitar evocar un recuerdo con Maron, sus emociones estaban alvorotadas.

El albino con solo verla de costado supo que la mujer estaba intranquila. Era comprensible, después de haber sido expuesto el recuerdo de un familiar muy querido para ella, lo supo por la expresión que tuvo mientras le hablaba de la peliazul. Oyó un gran suspiro de su parte, pensó estaba desconsolada. Se agacho para tomar su bolso y del fondo la vio sacar un libro o eso parecia, su tamaño era ridículo y no tenía hojas como tal.

No sabía como decirle por eso prefirió actuar en vez de hablar. Su estado emocional no era deplorable pero sentía necesita una especie de elixir que la apaciguara, no lo pensó mucho cuando abrió el recipiente en forma de libro que traía consigo para beber un tímido sorbo. El sabor del licor que Job le dio era amargo, pese a ello, le dio otro sorbo. Su gesto delataba de que tipo de liquido se trataba, por lo que no se tomo el tiempo de explicarle al señor Dai lo que hacía, y se dejo llevar por la sensación que le provocó la bendita bebida.