33. Somos los mismos

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Los días junto a Dai fueron pasando lentos pero cuando estaba sola todo parecía más rápido. Era extraño, siempre que iba a la tienda u ordenaba la casa veia el cielo oscurecer. Algo contrario pasaba cuando estaba con su paciente, con cada charla el tiempo sentía se detenía, las nubes que pasaban por la ventana de la habitación se quedaban estáticas en su lugar junto con todo lo demás. Lo único que se movía eran ella y Dai, este último le mostraba detalles que antes no era digna de saber, pero desde esa mañana su trato algo distinta ahora era un poco más abierto, Dai era más detallista. Cosa que sería una mejora en el tratamiento para que recordara el incidente, mas Amelia no lo vio por ese camino desde el principio, creyó que su paciente se veía más tierno.
Casi deja caer su loza por el cruce de información entre lo que era el tratamiento y el carácter de su paciente más elocuente.

Guardo los platos antes de secarse las manos, dentro del repostero vio la carta que le dejo Maron, la tomo un momento sacando la llave que había en el sobre. Comparó modelos y resulto no era la llave del cuarto de Dai, esta pertenecía a otro cerrojo. El problema era que Maron no especifico en sus notas que abría la llave.
Una manera de saberlo era probando en puertas del hospital pero esa idea la descartó cuando se visualizo a si misma tratando de abrir cerrojos por todo el pasillo del pabellón.

Pese a razonar sobre aquello se llevo la llave consigo, no iba a abrir cerrojos a la suerte, podría ser que Videl sepa algo sobre la llave. Después de comentarle ser una compañera cercana de su prima era muy probable que ella supiera algo que Amelia no considero.

Tomó su maletín negro y el abrigo para salir del departamento. Le quedaban pocos días para encontrar un nuevo lugar donde quedarse. Cerca a dos cuadras de la casa había un hotel accesible para ella, siendo la opción de último minuto si no lograba rentar un cuarto en alguna casa.
Saludo a Job mientras cruzaba la pista hacía la otra vereda, la gitana extendió la mano amistosa para seguir barriendo el portón.

Amelia no tardo en llegar al nosocomio, cuando estuvo en la puerta vio a algunos doctores con unas cajas en manos, parecía que el hospital había hecho corte de personal. A ella no le tocó pero lastimosamente otros jóvenes como ella habían sido despedidos. Paso por la recepción sin ver a Carol o a la anciana gruñona. Era extraño ya que siempre estaban detrás de la computadora todas las mañanas.
Fue inusual pero no le prestó mucha atención, fue recto para el pabellón P, seguro Dai para ese momento ya estaria su cuarto tras acabar el aseo general.
Las puertas del elevador se abrieron de par en par dejando ver una sonrisa despreciable, la imagen de la enfermera no era la de antes, su cabello rubio estaba cubierto un pañuelo estampado de flores, llevaba un abrigo negro que le cubría hasta los pies y portaba unos guantes de látex.
La doctora se quedo helada al ver la nueva apariencia de Erana, parecía casi un espectro que venía a a anunciar la hora del descanso eterno.

Amelia trago duro antes de salir disparada del elevador hacia el pasillo. Apenas miro de reojo a la enfermera que entraba al ascensor pronunciando más su mueca de una forma perturbadora.

Cruzo por el largo corredor a la sala de enfermeros, se asomo pensando encontrar a Videl pero no estaba ahí. Seguro fue con su paciente, indecisa pensó en ir al cuarto del joven pelinegro no obstante, evocando la imagen espeluznante de la rubia fue primero con Dai. No creía que Erana fuera a hacerle algo pero después de todo lo que supo sobre esa mujer no podía confiarse.

Cuando llego miró por el vidrio primero, no lo encontró.
Fue un sentimiento extraño, entre miedo e incredulidad, abrió la puerta para inspeccionar el lugar por completo. Pero no había rastros de su paciente.
La hora del aseo ya había culminado, eso lo supo cuando al salir veía a los enfermeros ayudar a sus pacientes a secarse o cambiarse de suéteres en el pasillo del baño.

PsicóticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora