Capítulo 1

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26 de diciembre de 2023

Estaba siendo una Navidad un tanto aburrida para Maximilian, así que decidió viajar por unos pocos días desde Vaduz hacia la cercana estación de esquí de la pintoresca ciudad de Malbun, la que solía frecuentar con sus amigos en búsqueda de la adrenalina que solo los deportes de invierno le ofrecían. La cena de Navidad en el Castillo de Vaduz resultó ser igual de tranquila que siempre, rayando en el hastío, a consecuencia de la ausencia de Caroline, su querida hermana mayor, quien acostumbraba a alegrar sus veladas. ¡A ella la echaba mucho de menos! Sin embargo, Carol vivía en Sudáfrica desde el 2018, y aunque su esposo y ella solían participar de algunos actos oficiales y de las festividades familiares, su hermana estaba cercana al alumbramiento de su segundo hijo: un niño, por lo que ese invierno prefirió no viajar a Europa.

Por supuesto que se alegraba en grado sumo de recibir a otro sobrino, luego de que la pequeña Alisha le robara su corazón dos años antes, pero su hermana siempre fue el miembro de su familia más cercano a él, y la extrañaba sobre todo en las festividades. No veía las horas de viajar a Sudáfrica a verla, pero su abuelo Juan Adán II, el soberano del Estado, había decidido que la familia se mantuviera unida en Vaduz hasta el Año Nuevo. Max entonces quebró par de reglas al decidir trasladarse a Malbun, la ciudad más alta del Principado, a unos 1600 kilómetros sobre el nivel del mar y a veinte minutos de Vaduz, para pasar unos días lejos del protocolo familiar.

Maximilian Josep Louis, príncipe de Liechtenstein y Conde de Rietberg, era el tercero en la línea de sucesión del principado, tras su padre Louis, príncipe heredero y su abuelo. Desde pequeño fue preparado para asumir esa responsabilidad; se educó en los mejores colegios privados de Ginebra y Viena, y terminó estudiando en Oxford Ciencias Políticas, titulándose summa cum laude. Allí descubrió su pasión por el remo y las regatas, aunque también era un excelente jinete y jugador de tenis. Sin embargo, el esquí era su verdadera pasión, tanto que podía conocerse las pistas de Malbun de memoria y otras tantas de Europa también.

Aunque intentaba llevar su vida privada al margen de la prensa, Max tenía cierta fama de soltero de oro y casanova que no era inmerecida. No había tenido en realidad ninguna relación seria, aunque su nombre fuera con frecuencia asociado con el de diferentes mujeres. Salvo por ello, Max estaba instruido en evitar cualquier escándalo, puesto que la Casa Real de Liechtenstein era tan próspera como discreta.

Aquella mañana, pensaba con cierta incomodidad en su propia vida: su mejor amigo, Gunther, se iba a casar a principios del año próximo. Asimismo, el hogar que Caroline había construido en los últimos años le había hecho preguntarse si él encontraría a esa persona con la cual pasar el resto de su vida... O al menos tener la intención de querer pasarlo, algo que en realidad jamás había experimentado. En su pasado hubo una chica: Wanda, con quien salió por pocos días en Sudáfrica. La distancia de su natal Europa hizo de aquel idilio algo especial e irrepetible, pero luego cada uno tomó por caminos distintos y el asunto no llegó a nada más.

Un bonito Porsche, aparcado al lado del camino, lo distrajo. Estaba pintado de un azul eléctrico muy llamativo, pero la joven a su lado era incluso más impresionante. Sin pensarlo dos veces, también se hizo a un lado y retrocedió andando hasta la joven. Por un momento olvidó que su equipo de seguridad lo seguía y que su guardaespaldas Karl le pisaba los talones.

—Hola, ¿puedo ayudarte? —Max se acercó con aquella sonrisa suya tan encantadora. Era muy alto. Su cabello dorado brillaba bajo los tenues rayos del Sol invernal. Vestía ropa deportiva de color azul que combinaba a la perfección con sus ojos celestes.

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