2 de enero de 2024
Charlotte no podía creer que Kitty hubiese accedido a salir con el príncipe, nada menos que a Ginebra, solo porque este le tuviera una sorpresa. La madre no estaba de acuerdo con ese plan. Kitty aún no estaba del todo recuperada y, ¿podía confiar en Max? Cierto que se había comportado de manera maravillosa con ellas después del accidente, aunque no podía dejar de pensar que Maximilien estuvo próximo a matar a su hija. Por ello, cuando el príncipe llegó a su casa cerca de las nueve de la mañana, lo hizo pasar para hablar con él, en privado.
Maximilien se encerró con Charlotte en el despacho que esta solía utilizar para escribir. Era un sitio pequeño, bien iluminado y espartano. Max se sentó frente a ella, no muy seguro del motivo de aquella charla, hasta que Charlotte le habló con claridad.
—Maximilien, mi hija es mayor de edad, pero para muchas cosas sigue siendo una niña. Te estoy muy agradecida por el trato y el cariño que nos has demostrado en los últimos días, pero reconozco que me siento algo abrumada con que Kitty se marche a Ginebra contigo, sin estar recuperada del todo, por una sorpresa que ambas ignoramos su naturaleza. Perdóname la pregunta, pero, ¿cuáles son tus intenciones con Kitty?
Max se puso rojo como un tomate. Nunca en su vida se había sentido interrogado de esa manera. Las manos le sudaban y pocas veces había experimentado esa sensación de no poder decir ni una palabra. Comprendía la legítima preocupación de Charlotte y las especiales condiciones de Kitty, pero aquella pregunta lo hacía sentir nervioso.
—Perdóneme si mi entusiasmo provocó cierta precipitación en mí, impidiendo que le explicara con detalle el motivo de este viaje —dijo al fin, más recuperado—. En Ginebra tenemos concertada una cita con el CEO de una compañía tecnológica que ha fabricado unas gafas especiales para invidentes. Si todo funciona como espero, el dispositivo mejorará mucho la vida de Kitty. No he querido decirle nada para no crear falsas expectativas hasta que pruebe las gafas. Por supuesto, no le devolverán la visión, pero la harán más independiente y segura al momento de interactuar con el mundo.
Charlotte se sorprendió al escucharlo. De pronto se apenó por la manera tan directa en que le había hablado.
—Discúlpame, Max —expresó—, me siento un poco avergonzada por la forma en la que me dirigí a ti. Creí que…
—¿Que invitaría a Kitty a una cita?
—Sí, pero comprendo que se trata de algo distinto y te agradezco mucho que hayas pensado en Kitty para esto. Se escucha fabuloso, ¿podrías contarme un poco más?
Max le explicó lo que sabía del proyecto de CamVision, y lo que prometía hacer el dispositivo. Al término de la charla, Charlotte estaba bien emocionada, así que no tuvo más reparos en que Kitty viajara con el príncipe.
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Cuando salieron del despacho, él se la encontró de pie en la sala de estar. Por un momento se quedó petrificado, pues Kitty se veía muy bonita vestida de blanco. Su cabello negro, perfectamente peinado, le caía suelto por la espalda. Pudo apreciar que se había maquillado ligeramente. Se preguntó si lo habría hecho ella o contó con el apoyo de su madre. Se sintió mal por albergar aquella pregunta estúpida en su cabeza. El resultado era que Kitty estaba radiante.—Hola, buenos días —saludó él. Esta vez no la besó.
—Hola. ¿Mi madre te estaba otorgando su permiso? —bromeó.
—Ey, Kitty, estoy aquí —se apresuró a decir Charlotte.
—Ya lo sé, mamá. —Rio—. ¿Y cuál es el veredicto?
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Corona de nieve
Любовные романыMaximilien Josep Louis -Max-, Príncipe de Liechtenstein, nunca se ha enamorado. Su fama de casanova es más que conocida, aunque a él parece no preocuparle demasiado. Mientras llega su turno de asumir como Jefe de Estado, pretende divertirse cuanto p...