Capítulo 44

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19 de enero de 2025

Despertó a su lado. Besó su nariz e intentó incorporarse de la cama, pero él se lo impidió.

—No te voy a dejar marchar...

—Es el mejor despertar que he tenido en mucho tiempo —le confesó.

Los brazos de Max se encontraban al rededor de su cuerpo. Kitty buscó a tientas sus labios y le dio un beso que estuvo cerca de sumirlos una vez más en el mundo de las excelsas sensaciones que ya conocían, de no ser porque Kitty se separó a tiempo para recuperar el aliento.

—Max, quedé en desayunar con mis padres, Rudolf y Lisa. No tengo idea de qué hora es.

—Son las diez —respondió él consultando su reloj.

—Debo darme prisa entonces, quedamos para las diez y media... —Ella hizo por incorporarse de nuevo, pero Max se lo impidió una vez más.

—Solo te dejaré marchar si me permites acompañarte...

Ella lo dudó por un segundo. ¿Qué diría su familia? ¡Aún tenían tanto por conversar Max y ella!

—Creo que se alegrarán de verte —dijo al fin. Y sabía que era la verdad.

Max le permitió levantarse. Apreciar su figura desnuda era lo mejor de su mañana. No obstante, él sabía que debían aclarar las cosas y llegar a un acuerdo acerca de su vida, o todo se frustraría.

—Kitty, después del desayuno tenemos que conversar. No quiero que hagamos mal las cosas de nuevo y debemos estar más unidos que nunca.

Ella asintió.

—No entregaré la habitación hasta el mediodía.  Creo que, en efecto, debemos hablar —repitió con cierto miedo de cómo hablar con Max sobre tantas cosas que la abrumaban.

Kitty se metió al baño. Fue allí, en la intimidad, que se cuestionó de pronto si Maximilian habría utilizado protección la noche anterior... Sintió un sobresalto en su corazón. El encuentro había sido para ella tan inesperado y apasionado, que no lo preguntó. Hizo memoria y no lo recordaba... Tenía la impresión de que no había sido así... Su cuerpo le dijo que no se equivocaba, que algo había sido distinto la víspera. ¿Cómo no se dio cuenta antes?

—Dios. —Se llevó las manos a la cabeza y suspiró.

Salió del sanitario tensa, crispada. Max la miró por un instante y comprendió que algo le sucedía.

—¿Qué pasa? ¿Todo está bien? —El príncipe se puso de pie y se acercó a ella, tomándola por los hombros, preocupado—. Por favor, no me asustes, Kitty.

—Max, ¿anoche utilizamos protección? —Habló con un hilo de voz.

Él la soltó e hizo silencio. Kitty lo interpretó como una respuesta negativa y se vino abajo.

—¡Max! —le reclamó.

—Lo siento —dijo al fin, apenado—. Salí de casa  sin planificación, incluso con dudas de si me recibirías y la verdad es que no lo pensé mientras estábamos juntos. Eran tantos mis deseos de estar contigo, al fin, que no lo medité.

—¡Por favor, Maximilian, esto no podía pasar! Por mis cálculos estoy en los días más riesgosos...

—Discúlpame, te repito que no lo pensé...

—¿Ni al terminar, Max? —preguntó molesta—. Hay maneras de disminuir riesgos. Anoche supe que algo era diferente, pero no imaginé que pudieras ser tan irresponsable...

—Tú tampoco me preguntaste, Kitty —se defendió él.

—Me tomó de sorpresa que aparecieras, Maximilian. Yo también me dejé llevar —aceptó—, pero confié en que tomarías las mismas medidas que siempre hemos tomado. ¡Nunca hemos dejado de utilizar protección!

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