Capítulo 21

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Cuando giró sobre sus talones, abrumada por lo que escuchaba, se topó con la pared del baño de huéspedes que, en medio de su aturdimiento, no esperó encontrar en esa posición; el resultado fue que terminó golpeándose en la frente contra un cuadro que se precipitó al suelo causando un gran estruendo. Por fortuna, no estaba herida, al menos visiblemente, aunque tenía la sensación de que abundante sangre manaba de su corazón roto.

—Oh, por Dios, Kitty... —Rudolf cortó la llamada y corrió hacia ella de inmediato. La tomó por los hombros para observarla con detenimiento—. ¿Te has hecho daño?

—No. Por favor, suéltame. —Él lo hizo de inmediato.

—¿Desde cuándo estás ahí?

—Llevo lo suficiente como para corroborar que Maximilian viajó a Pretoria para ver a Lisa. Y sí, ya estaba enterada acerca de ellos: ayer lo descubrí por una indiscreción.

Kitty habló con un aplomo que le asombraba. Tras la conmoción, no lloraba ni se mostraba molesta, tan solo estaba muy triste y decepcionada.

El teléfono de Rudolf comenzó a sonar, el pelirrojo no tuvo necesidad de decir de quién se trataba pues era más que evidente que se trataba su hermana.

—No quiero hablar con ella —dijo Kitty con voz baja pero firme y luego se dirigió a su habitación, esta vez con más cuidado de no golpearse.

Al cabo de un par de minutos, Rudolf tocó a su puerta y luego entró, incluso sin que ella le diera permiso. Kitty se hallaba recostada en su cama, demasiado tranquila.

—¿Cómo estás? —Rudolf se sentó a los pies de su cama—. Bueno, ya sé que es una pregunta estúpida. Te conozco lo suficiente como para imaginar cómo te sientes, aunque intentes mostrar esa entereza que me admira pero a la vez me preocupa sobremanera, porque este es un asunto que no puedes manejar en solitario. Lo único que te pido es que hables con tu hermana, Kitty. Alega que existe una explicación a todo esto y que fue solo una casualidad que se encontrara con Maximilian. —Aunque Rudolf no había conversado mucho con Lisa tras el disgusto que sostuvieron y la interrupción de Kitty, Lisa se había esforzado en dejar claras esas dos cuestiones en una subsiguiente llamada.

—¿Desde cuándo sabes lo de Max y Lisa? —Y hacer esa pregunta le costó demasiado, porque era asumir de una vez que entre ellos había existido —o existía—, algo.

—Lisa me lo confesó hace unos días, cuando le de dije que la quería de verdad y que mis sentimientos hacia ella no eran un juego —confesó. Kitty no lo vio ruborizarse, pero Rudolf, que no acostumbraba hablar jamás de sus sentimientos, se estaba abriendo completamente con ella—. Lisa me aseguró que también sentía lo mismo, pero que había algo que quería compartirme y me contó entonces que fue Max su cita de Malbun, y que no había pasado nada con él.

—¿Y por qué te molestaste ahora con ella?

—Por estúpido y por celos; porque tuve miedo de que Maximilian hubiese ido por Lisa a Pretoria y que yo no pueda competir con él en ningún plano...

—Eres maravilloso, Rudolf, no tienes que compararte con Maximilian en nada. Él no es mejor que tú.

Rudolf la abrazó, emocionado.

—Cásate conmigo entonces, y olvídalo...

A pesar de su disgusto, Kitty no pudo evitar reír. Rudolf se sintió satisfecho de haber logrado su cometido.

—Habla con Lisa. Dice que Max fue por otro motivo a Pretoria, que fue una gran casualidad ese encuentro y que él está loco por ti...

Kitty negó con la cabeza.

Corona de nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora