Capítulo 40

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24 de diciembre de 2024

"Una semana sin ella". Le había parecido la semana más dura de los últimos años. Regresar a casa y ver el armario sin su ropa o el baño sin sus productos de higiene y maquillaje, había sido más que doloroso para él. Sabía que la iba a extrañar, pero nunca pensó que fuera casi insoportable. Fiel a su promesa, no la había visto más, no la había llamado más... Tenía alguna noticia a través de Charlotte o de los chicos, pero era a ella a quien necesitaba.

Tras una fuerte discusión con sus padres, en dónde les había reclamado por aquella inadecuada visita, Maximilian había roto toda relación con su familia. Eso también le dolía, por supuesto, pero estaba decidido a renunciar a sus derechos, aunque no pudiese recuperar a Kitty. El costo de mantenerse en la línea de sucesión había sido, para él, demasiado alto, al punto de considerar que, si no estaba con Kitty, tampoco sería, en un futuro, Jefe de Estado.

Sin embargo, aunque esos eran sus pensamientos, había aguardado un poco antes de efectuar tamaña renuncia. No era una decisión fácil para él. Toda su vida fue educado para asumir una responsabilidad con su país; y aunque muchas veces lo había considerado una carga, debía reconocer que, sin ese destino, su vida carecería de propósito. No obstante, por otra parte, vivir sin Kitty era muy cruel. Jamás había querido a nadie como ella, así que luego de pasar casi un año viviendo juntos y forjando una vida en común, su ausencia causaba estragos en su estado de ánimo.

De lo que sí estaba convencido era de no participar en las festividades de Navidad y Año Nuevo con su familia. Así lo había decidido y, como consecuencia, se encontraba cada vez más solo.

Max se hallaba sentado en el sofá de su departamento intentando leer un libro, cuando tocaron a la puerta. Se le hizo extraño que Karl no le avisara antes de quién se trataba. Fue Helga quien atendió a la puerta, imaginando que se trataría de una sorpresa. Para asombro del príncipe, divisó a su hermana Caroline, a Luan y a sus sobrinos, en el umbral de su hogar.

—¡Sorpresa! —exclamó Alisha y se echó a correr directo hacia su tío.

Luan llevaba a Lucas, de casi un año, en brazos.

—Hola, Max —lo saludó el sudafricano—. Tienes el aspecto de un león sin bañarse...

El comentario le hizo soltar una carcajada, la primera en mucho tiempo y se olió a ver si realmente apestaba tanto. Caroline no dijo nada, solo corrió a abrazarlo. Ya Alisha se hallaba sujeta a las rodillas de su tío.

—No los esperaba, es la mejor sorpresa. —Max le dio un beso a su hermana y luego tomó a Alisha en su regazo para hacer lo mismo.

Tras los saludos calurosos, los mil abrazos y el rebosante cariño de su familia, Alisha se quedó jugando en una esquina del salón con una muñeca y los adornos navideños de Max, los que había colocado Helga al comenzar diciembre y que contrastaban con el apagado espíritu del príncipe.

Luan y Caroline se sentaron junto a Max. Lucas, en la alfombra, jugaba con un carrito.

—Estoy feliz de verlos, pero, ¿qué están haciendo aquí? Creí que no nos encontraríamos hasta después de Navidad. Hoy es la cena en el Castillo —añadió, como si ellos no lo supieran.

—Cenaremos contigo —respondió Carol—, y si no te aburres de nosotros estos días, nos quedaremos aquí. Tengo mis maletas en el auto, esperando por tu aprobación.

Max se emocionó y le dió un beso a su hermana.

—Tenerlos aquí sería una maravilla, por supuesto que no necesitas de mi aprobación para eso. Lo único que me preocupa es que te metas en problemas con mamá y papá... —señaló.

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