Su propósito había sido claro: contar su amor por Kitty de la manera más bonita posible; crear una opinión favorable a su relación a través de una historia que hiciera simpatizar al pueblo de Liechtenstein con ella. Romper su sagrada privacidad, no obstante, había sido bien difícil para él. Kitty y él llevaban una buena vida y sabía que, hablar públicamente de su relación, se convertiría en un punto de cambio. Esperaba que para bien.
Maximilian estaba convencido de que un buen estado de opinión popular convencería a sus padres de que Kitty era una elección correcta. Aquella estrategia, más que otra cosa, lo había impulsado en esa dirección. Faltaban apenas días para Navidad y soñaba con que Kitty fuese invitada de nuevo al Castillo, como su novia. Estaban próximos a conmemorar un año juntos y él quería también, proponerle matrimonio.
Con esos objetivos, se presentó en casa. Supo de inmediato que las cosas no estaban tan bien como deseaba. Fue su madre quien lo recibió. Tenía el ceño fruncido y se notaba en extremo nerviosa, algo que no era habitual en ella.
—Tu abuelo y tu padre te esperan en la biblioteca —le dijo antes de darle un beso y acompañarlo.
Debía reconocer que estaba preocupado. Sabía que su familia se molestaría por la nota en el diario, aunque tampoco tenían la total certeza de que la hubiese mandado a publicar él mismo.
En el diván de cuero, rodeados por antiquísimos libros, aguardaban las dos figuras más importantes de la monarquía en Liechtenstein: su abuelo, el soberano; su padre, el príncipe Regente. Pocas veces en su vida lo habían esperado con semejante formalidad para hablar de algo, lo cual le indicaba que era en extremo serio.
Max entró con su madre y cerró la puerta tras de sí. Encima de la mesa estaba el consabido diario y, al lado, una misteriosa carpeta de la cual ignoraba su contenido.
—Max, ¿tienes algo que ver con lo que se publicó en el diario sobre Kitty y tú? —preguntó Louis sin preámbulos.
—Sí —respondió con sinceridad—. Por supuesto que no lo redacté yo, pero sí filtré la noticia y proporcioné las fotos.
Louis se puso de pie, con evidente fastidio y decepción. El abuelo permaneció en silencio, en apariencia más calmado.
—Conoces muy bien que somos personas en extremo discretas; ¿qué objetivo perseguías con una publicación de esa naturaleza? Entiendo que hubieras querido darle cierto reconocimiento a Katherine y a las gafas deportivas, como un acontecimiento destacable, pero hablar de su relación es algo inaceptable.
—Lamento que lo tomen de esa manera —respondió Max—, pero era preciso que se hablara de una vez la verdad sobre nosotros. De cualquier manera se sabría, así que preferí contarlo yo, bajo mis propias reglas y en el momento más oportuno.
—¿Qué ganas con todo esto? —insistió Sofía, quien tenía miedo de semejante estrategia con los medios.
—Preparar al pueblo de Liechtenstein —respondió—, para que no les sorprenda ni a ustedes tampoco, que dentro de un tiempo les solicite la autorización para casarme con Kitty.
—¡Oh, Max, eso no! —Sofía se llevó las manos al rostro.
—Eso es imposible, Max —le dijo su padre.
—¿Por qué? —replicó, confiado en poder convencerlos—. Kitty es maravillosa. Es una mujer increíble, ejemplo de resiliencia y valor, que ha demostrado que puede estar a la altura de los deberes públicos. Deportista de Liechtenstein; inteligente, capaz, de una excelente familia. No hay nada que puedan objetarle.
—En efecto, Katherine es todo eso —aceptó su padre—, pero lo peor es que no quiere hijos.
—Sé que cambiará de opinión —aseguró.
ESTÁS LEYENDO
Corona de nieve
Любовные романыMaximilien Josep Louis -Max-, Príncipe de Liechtenstein, nunca se ha enamorado. Su fama de casanova es más que conocida, aunque a él parece no preocuparle demasiado. Mientras llega su turno de asumir como Jefe de Estado, pretende divertirse cuanto p...