13 de enero de 2024
"Príncipe Maximilian".
Se quedó paralizada cuando lo escuchó, mientras se sujetaba del marco de la puerta, intentando procesar que él estaba allí.
—Kitty... —habló él—. ¿Puedo pasar?
Ella se hizo a un lado, permitiéndole el paso, aunque tenía la garganta demasiado apretada como para poder hablar.
—Señora Mayer, señor Meyer, es un gusto saludarlos de nuevo. Lamento aparecer tan tarde...
Era cerca de la una de la mañana; había sido un viaje demasiado largo y estaba extenuado a pesar de haber disfrutado de las comodidades del avión privado de su familia. Se acercó para estrechar las manos de los padres de Kitty y aceptó sentarse en el sofá. Ella lo hizo también.
—Me alegra verte, Maximilian —dijo Alex—, ¿has hecho un buen viaje?
—Sí, muchas gracias, aunque en los últimos días he tenido demasiadas horas de vuelo... Estoy cansado —reconoció.
Charlotte y Alex se pusieron de pie casi al mismo tiempo.
—Espero que nos disculpes, Max, no es porque hayas llegado, pero también estamos un poco cansados y nos iremos a nuestra habitación —anunció Charlotte.
Y, para consternación de Kitty, descubrió en ese momento que por falta de disponibilidad en el hotel, sus padres se vieron obligados a compartir la misma habitación. Aquello era tan raro, que no podía creerlo.
Max y Kitty se pusieron de pie para acompañar a los padres de ella hasta la puerta; unos segundos después, ya estaban completamente solos, salvo por Rudolf quien dormía en su habitación, a cierta distancia.
Ella le dio la espalda y se dirigió de regreso al sofá, dejándose caer. Continuaba sin decir ni una palabra. Sintió como él se sentaba a su lado y, por unos minutos, reinó el silencio entre ambos.
—¿Podemos hablar? —le dijo él al fin. Y aquella pregunta le sonó bien absurda cuando era más que evidente que había tomado un vuelo de más de diez horas para eso.
—Max, te agradezco mucho que hayas venido —comenzó Kitty—, y me apena que hayas dejado a tu familia para aclarar una situación que, por mi parte, ya está esclarecida.
Él comprobó que Kitty hablaba de manera contenida y muy despacio, como quien piensa en cada palabra. La charla se perfilaba difícil.
—¿Están bien tu hermana y sobrino?
—Sí, gracias a Dios. Kitty, yo...
—Ya lo sé todo —prosiguió ella—. No tienes nada que explicarme. Sé que tuviste una cita con mi hermana Lisa, que eras tú el hombre misterioso del cual ella me habló en diciembre, ese que le impresionó mucho pero que era casi un imposible; sé que te marchaste a Pretoria para asistir al parto de tu hermana Caroline y no para encontrarte con Lisa, como pensé erróneamente. Lamento si mi ofuscación te hizo regresar de manera intempestiva, no quería ocasionarte inconveniente alguno.
—Me estás hablando como si fuese un extraño al que le haces un resumen de los últimos acontecimientos de tu vida y le pides disculpas...
—No eres un extraño, pero...
—¿Recuerdas cómo quedaron las cosas entre nosotros cuando me fui de Malbun?
—Sí —susurró ella—. Eso fue antes de descubrir que saliste con Lisa. ¿Desde cuándo sabías que era mi hermana?
—Lo descubrí el día que conocí a tu padre; hasta entonces pasé por alto los indicios que hubo y no pensé que lo fuera, de verdad. A Lisa solo la había visto dos veces en un único día: cuando reparé el Porsche de vuestro padre y luego cuando salimos a conversar y a tomar una copa. Al término de la velada no sabía su apellido, no tenía su número, solo conocía su nombre, profesión y destino. Por eso, cuando escuché la conversación que sostuviste con tu padre en el estacionamiento, pude comprender que aquella doctora que se hallaba en Sudáfrica llamada Lisa y era tu hermana, solo podía ser aquella chica. La conversación que sostuvimos después, en el auto, me lo confirmó.
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Corona de nieve
RomanceMaximilien Josep Louis -Max-, Príncipe de Liechtenstein, nunca se ha enamorado. Su fama de casanova es más que conocida, aunque a él parece no preocuparle demasiado. Mientras llega su turno de asumir como Jefe de Estado, pretende divertirse cuanto p...