7 de enero de 2024
Los recién casados se despidieron de la fiesta a las cuatro de la mañana. Pasarían su primera noche en el hotel y luego partirían hacia su Luna de Miel entre Tailandia y Bali. Los invitados también se fueron retirando, por lo que Max y Kitty se dirigieron a un corredor lateral privado que conducía directo hasta el coche.
La madrugada estaba muy fría, al punto de que Kitty, entre el cansancio y que se le había roto un zapato, apenas se podía mover. A menos de tres metros del coche, y aprovechando que se hallaban en un sitio desierto del hotel, Maximilian tomó a Kitty en sus brazos.
—¡Estás completamente loco! —chilló ella, sorprendida, aunque no podía decirse que estuviera molesta.
—Apenas si puedes andar, Kitty —repuso él—, y puedo bien contigo. Es más, es un placer.
La verdad era que, pese al agotamiento de tantas horas bailando, tener a Kitty en sus brazos era un momento exquisito y revitalizante. Karl, su guardaespaldas, no pudo evitar sonreír al apreciar la escena desde cierta distancia.
Kitty suspiró cuando llegaron al auto. Se quitó los zapatos y se sentó con las piernas cruzadas, mientras se cerraba el abrigo y colocaba a su lado el ramo de flores. Max se acomodó y la miró por un instante, era una postura muy poco protocolar, pero la encantaba apreciarla cómoda y relajada.
—¿La has pasado bien? —preguntó.
—Sí, me he divertido mucho. Gracias por invitarme, Max.
—Reconozco que me has sorprendido sobremanera. Creí que te sería más difícil relacionarte con las personas y que tal vez estarías algo cohibida, ya que apenas conocías a nadie. Me dijiste que eras una ermitaña, pero creo que me has mentido —Rio.
Ella se quedó en silencio, por algunos segundos, hasta responder.
—Salgo poco, muy poco, eso que te dije es cierto. Sin embargo, hoy me sentí muy bien recibida por todos y supongo que eso contribuyó a redescubrir una parte mía que había dejado olvidada en el pasado. Hoy fui un poco más la Kitty adolescente de antes de la ceguera. Hoy me reencontré conmigo misma —confesó—. Y es extraño, porque no pensé que eso pudiera pasarme, mucho menos en este ambiente por completo desconocido. Sin embargo, tuve tu guía y estoy advirtiendo que, cuando estás conmigo, me atrevo a hacer más cosas que antes, por temor, no hubiese hecho. Bailar contigo me llevó de vuelta a otro mundo, Max, y fui muy feliz...
Él se emocionó mucho al escucharla. No había pensado en cuan diferente era la Kitty que conocía respecto a la jovencita llena de alegría que había perdido la visión. Le tomó la mano y se la llevó a los labios.
—Me encanta la Kitty feliz de esta noche...
Ella le sonrió.
—Hay algo más —admitió—. Tampoco quería que te avergonzaras de mí y que te arrepintieras de haberme llevado a la boda, mostrándome como un ser apático y abstraído, en mitad de una celebración tan hermosa. Intenté romper mi timidez y pasármela bien, y así fue. No obstante, como ya te dije, ayudó mucho la manera en la que me trataron todos. Son maravillosos y es muy agradable hallar personas que no te tienen lástima y que te hacen integrarte a ellos como si fueses una más.
—Mis amigos también quedaron encantados contigo, Kitty, aunque quiero que sepas que yo jamás me avergonzaría de ti.
—Gracias, creo que lo sé —respondió ella colocando su mano en el muslo de Max por un instante, mientras buscaba su mano—. Eres demasiado especial como para hacerme eso. Me lo has demostrado varias veces, aunque todavía me sorprenda que quieras pasar tiempo a mi lado o que me eches de menos cuando no estamos juntos.
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Corona de nieve
RomanceMaximilien Josep Louis -Max-, Príncipe de Liechtenstein, nunca se ha enamorado. Su fama de casanova es más que conocida, aunque a él parece no preocuparle demasiado. Mientras llega su turno de asumir como Jefe de Estado, pretende divertirse cuanto p...