1. Horas

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                                   FREEN

—Hasta que por fin compras esas entradas. Después de tanto tiempo mirándola a través de una pantalla, tendrás el sagrado poder de conocer a Becky Armstrong—dijo Engfa, tirándose en mi cama.

Sonreí con emoción, —Sí, lo sé. Es maravilloso, y creo que no podré ocultar mi fanatismo.

—Y no lo ocultes, estarás abajo pero en primera fila y la verá bailar. Debe verse mucho mejor en persona —se sabroseó Engfa—. No quiero perderme ningún detalle, es más, estaré con un cartel lo bastante grande que diga: Soy tuya.

Rode los ojos, —Engfa, la conociste después de mí.

—¿Y eso qué, Freen? —formó un puchero sentándose en la cama y quedando a mi lado—. Sabemos perfectamente que ambas estuvimos esperando este momento por segundos. Eso fue por todas las veces que le recé a la virgen de los pollos. Amén.

Solté una carcajada, —Esa virgen no existe, Engfa.

—Sí existe, que tú no confíes ni le tengas fé, es otra cosa, Freen.

Había estado años esperando este momento, desde el día cero soy fan de Becky Armstrong, una bailarina que no sólo ha recibido un gran conocimiento por su tipo de baile y por su manera de moverse en un escenario, sino también por ser la creadora de varios bailes de muchos famosos, agregándole que tiene una increíble voz.

En cuanto la vi me cautivó, aunque poco se sabe de ella porque su vida es muy privada y a veces ni siquiera sale a las calles sino es cubierta de pies a cabeza para no ser reconocida, cosa que es prácticamente imposible dado que es Becky.

Su cabello castaño, largo y con pequeños toques oscuros era una de las cosas que mas resaltaba de ella sus ojos también, aunque verla a través de una pantalla estaba segura de que no sería ni la cuarta parte que tenerla a pocos pies de mí, era digna de admirar aunque bocas ajenas confirman de que Becky Armstrong no es ni la cuarta parte de lo que muestra frente a cámaras <<que es poco>>.

Ex-maquillistas, bailarines, estilistas de moda y managers habían salido a decir que trabajar con Becky no era nada fácil. Pero no iba a creer eso.

Se ve una persona amable y extremadamente guapa.

Sonreí con el sólo pensamiento de que entre tantas chicas y chicos que la miran, yo sea una de las afortunadas.

Sería un sueño.

Sí, pero se queda como eso; un sueño. Pensé.

—Hasta pareces enamorada, Freen —Engfa me miró con ilusión.

—¿Enamorada?, no, lo que pasa es que la admiro mucho, si estuviera enamorada sería de su baile —me coloqué de pie—. Me gusta como se mueve, como baila, como... como su cabello tiene vida propia y su cuerpo toma el ritmo de la música.

Agregándole que es técnicamente imposible enamorarme de alguien a quien sólo veo por una pantalla.

—Estás mas pendiente de ella que de tu madre —se mofó mi amiga.

—Lo cierto es que sí, pero mamá se la pasa en la oficina así que no importa —inflé mis mejillas.

—¿Te imaginas que bailen juntas y que sean la maldita sensación del escenario?

—No, no me lo imagino.

—Pero si te mueves muy bien, tomaste clases de baile.

—Sí, pero por cinco meses, Engfa. Eso no sirve para bailar de la manera que lo hace aquella Británica, para culminar fueron más las faltas que las asistencias, así que no, Sería una vergüenza.

AMOR DE CINE || FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora