BECKY ARMSTRONG—La mirabas, Rebecca Armstrong, la estabas mirando sin una sola pizca de vergüenza—reclamó Freen, entrando a la casa primero que yo.
—¡Mujer, que no la estaba mirando a ella, miraba a los zapatos para comprártelos a ti! —justifiqué y con toda razón.
¿Qué como habíamos llegado a este punto?
Pues fácil; estábamos en una tienda, comprando ropa, como era común en Freen, yo solía acompañarla, hacer de su maniquí personal, resulta y acontece que una chica se me acerca y me ofrece unos zapatos, los cuales eran lindos, le quedaban a Freen y estaban en oferta. ¿Que carajos, es una oferta?.
Yo decidí jalarla a un lado para comprárselo en secreto, pero Freen lo mal entendió todo. Y juro que ni un sólo momento se ha callado, en el auto todo el rato recordándome a chicas que prometo no conocer.
Se giró, —Mira, Rebecca, si hay algo que no tengo es cara de estúpida, eso mismo pasó con la chica del Bar, le dijiste que querías conversar con ella en la barra, y no en la mesa.
—Sí, porque la vomitaste y te amenazó con poner una denuncia por romperle dos botellas en la cabeza —recordé.
Eso es otro cuento, para otro momento.
—Porque no dejaba de mirarte, y encima de eso te pasó su número —atacó.
—No era su número, la cuenta —rectifiqué.
Alzó el dedo índice, —Ajá, ¿y qué me dices de la mujer de aquel semáforo?
—Era la abuela de Jimin, la cual me dio pena y le dije para un aventón, Mierda, su nieto me cae de la patada pero es una viejita de ochenta años —hice memoria.
—No hablo de ella, hablo de la piernuda.
—¿Del hombre vestido de mujer por el carnaval?, no me jodas, Freen. Le hacía señas porque vendía dulce y flores, y te quería regalar unas.
Abrió y cerró la boca, pero Freen, sacaría otro pretexto.
—Perfecto, muy bien, ¿y la Japonesa del hotel en el cual estábamos?
—¿La tía de Charlotte?, pero si es como mi madre, me lleva treinta y dos años.
—Okey, Rebecca, ¿y la mujer de aquella sala blanca?
—¿La psicóloga?, pero si es mi psicóloga.
—¿Y?, escuché clarito como le decías que te funcionó perfecto para dormir —se cruzó de brazos.
—¡Por supuesto, porque me enseñó una reseta del té que tú también tomas!
—¡Y la vez esa que le dijiste sobre pagarle por sus servicios?
—¡Pues obvio, es mi psicóloga!
—O sea, que para todo tienes pretextos tú —elevó los brazos.
—No son pretextos...
—¿Ah, no?, San Rebecca le dicen.
No, Dios mío, no, ya no puedo, llévame ya, pero es ya.
¿Tú sabes lo que es eso?, mira, empiezo a creer más en ti, pero mira, te juro que no pienso en cosas malas mientras hago oraciones.
—A ver, ¿y la mujer que estaba vestida al lado de aquel hombre con bata blanca?
—¡Pero si era una monja!
Se echó el pelo hacia atrás. Tenia el presentimiento de que se estaba calmando; era un avance.
Por lo menos.
Ambas estábamos muy acaloradas, y era justo que lo hiciéramos.
Se sentó en el mueble y tomó aire.
—Pido perdón, es que... no se que me pasó —habló por fin.
—Loca celosa —musité.
—¿Qué dijiste?
—Que te perdono, mi amor.
Me senté a su lado.
—Estaban en oferta los zapatos —dije.
—Deja de recordármelo, Becky.
—Bien —junté mis manos—. Te ves linda enojada.
Sonrió.
—A veces detesto que me hagas sentir así cuando estoy enojada —tomó mi mano entre las suyas y la calidez volvió a nuestra relación—. He estado pensando en los hijos.
—¿Hijos?
—Sí. Dime por favor que tú no quieres tener.
Respira, Becky, falsa alarma.
—No, no quiero tener.
—Ah, o sea que no quieres tener hijos conmigo.
—Diablos, no, ya —me puse de pie.
A decir verdad, no he pensado en la idea, siento que nuestra relación no es para eso.
No me veo teniendo hijos, y en el fondo sé que Freen tampoco. En su mayoría lo hace para molestarme.
Porque me lo ha dicho; que es una idea algo absurda y que no se ve teniéndolos, mientras que por mi caso, yo ni siquiera menciono el tema.
Más sin embargo, no es mala idea, solo que no me siento preparada. No veo nuestra relación lista para tener hijos.
Y no traeré una criatura al mundo para nada. Y mucho menos sin tener la estabilidad emocional que se necesita.
Porque no sólo hay que estar bien económicamente, algo que estoy yo y Freen. Sino que también hay que tener un juicio bien en su lugar; algo que no tenemos ninguna de las dos.
Me deshice de la ropa y ya algo acalorada, me metí a la ducha, para refrescarme. No lucharía con Freen hoy; se levantó más bipolar que nunca.
Me relaje debajo del agua y cerré mis ojos unos segundos. Eso hasta que sentí unas manos posarse en mi cintura e ir subiendo hasta mis pechos y apretarlos.
—Freen —dejé escapar un gemido.
—Perdóname, hice mal en actuar de esa manera —me giré para verla a la cara. Ya no tenía ropa, me mordí el labio inferior con fuerza ante esa imagen de ella—. Quiero hacer el amor, pero sé que primero hay que hablar.
—Sí, es lo mejor, te puedes duchar, yo terminé —dije de mala manera.
Freen no me detuvo, me puse una lencería y mi albornoz, esperándola en la cama para hablar. Freen cuando salió tenía el pelo mojado y un rico aroma a vainilla, un gel que me encantaba y ella lo sabía perfectamente.
Se sentó justo a mi lado.
—Creí que el tema de los hijos estaba dicho —mencioné.
—Y lo está, Becky, solo que me puse a pensarlo y no es tan mala idea —recalcó—. Algun día puede ocurrir, ¿no?
—Algún día, Freen, pero no estamos listas. Perdón, yo no estoy lista, no puedo hablar por ti.
—Yo tampoco, pero algún día, y eso lo entiendo perfectamente, Bec —expresó—. Sobre lo otro, bien, quizá fue algo tosco de mi parte, pero perdón, en serio, lo controlaré, buscaré la manera de que no ocurra mas.
–Pero lo tienes que hacer, Freen.
Asintió, —Te amo —se inclinó hacia adelante y tomó mis labios.
Tomé su cara entre mis manos, —Yo también te amo, Fini. Sigamos manteniendo esto como un amor de cine.
Sonrió, comprensiva, —De eso que no te quedará la menor duda.
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AMOR DE CINE || FREENBECKY
RandomBecky Armstrong es una bailarina muy famosa, conocida por hacer las mejores coreografías y saber que su trabajo siempre es y será primero. Alejando su vida de las cámaras y haciéndolas privadas; tiene a una fan que muere por conocerla y saber más de...