7. Las voces en mi cabeza.

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BECKY ARMSTRONG

Y si tocarla sólo era el detonante que haría mi mente explotar.

Tal vez.

Y si mirarla no hacía sino provocarme esa sensación, jamás sentida por una chica. Ni por nadie.

Puede ser.

Y si mirarla a los ojos era lo único que me hacía dudar de si podía sentir o no algo, de si ese corazón frío cual iceberg se derritiera.

No lo sé.

Muchos pensamientos para tan pocas respuestas, las cuales ni siquiera se podían considerar respuestas en sí.

Esas voces en mi cabeza no ayudaban para nada. ¿Por qué hice lo que hice?, no lo entiendo, yo no funciono así. Freen me cae mal, es una chica insulsa y poco creativa, la cual jamás pensé que entraría a mi empresa, pero aquí estaba, por obra y gracia de William. Era irritante como se encargaba siempre de llevarme la contraria.

Pero de algo si estaba muy segura, Freen Sarocha era el tipo de chica que yo no soportaba, y no importa lo que pase. Siempre, pero siempre va a ser una discordia. Al tal parecer para eso llegó, para hacerme dar dolores de cabeza, causarme esos dolores de cabeza hasta el punto de no saber ni siquiera lo que hacer.

Sentarme por horas en una silla a mirar por los largos ventanales de mi departamento, observando aquella ciudad llena de luces pequeñas con diminutas personas pasando, las cuales parecían hormigas. Sí, eso era lo que hacía desde siempre. O más bien, desde hace dos años atrás.

No me apetecía socializar, eran pocas las veces que salía de mi casa para hacer algo más que no sea bailar o comprar cosas que necesitaba, pero usualmente, o más bien, casi siempre. Nop, mi chofer y uno de mis mejores amigos, era quien hacía todo eso por mí.

Y es ahí donde embarga la enorme duda existencial;

¿por qué me arrodillé frente a Freen?

<<Eso no es arrodillar>>.

Pues va por el mismo camino. No debí tocarla. En toda la práctica me abstuve de hacerlo, por lo mismo tanto, sólo le daba las ideas de como era el baile.

No era alérgica a las personas, nada que ver, simplemente, no quería tocarla, porque con el simple hecho de mirarla, era suficiente para que mi cabeza se cuestionara las cosas de principio a fin.

Y era algo perturbador como dejaba mi pasado atrás, para concentrarme en los ojos de Freen. En como su cabello contrastaba perfectamente con ellos, y sus mejillas eran tiernas, sus labios finos pero lo suficientemente bonitos para no apartar la mirada de ellos, con un cuerpo envidiable y una media sonrisa coquetea pero amable la cual no me mostraba a mí.

Las primeras impresiones es lo que nos guardábamos para nosotros, y era cierto. Ella parecía detestarme, pero cuando me miraba parecía querer leer mis pensamientos. Cuando mi cabeza estaba tan o más vacía que mi corazón.

Me encerraba horas en la sala de prácticas que estaba en mi departamento. Bailaba y me distraía.

Era lindo mientras nadie me interrumpiera. Cosa que hacía mi padre en diversas ocasiones.

William solía pasar más tiempo con nuestra madre, ellos se llevaban bien. Fuimos criados de maneras distintas.

William siempre estuvo con mamá, fue adoptado a la corta edad de seis años, mientras que yo fui concebida por mis padres. Los cuales cuando recién William cumplió los siete años y yo los ocho, ya que soy un año mayor que él. Se separaron.

AMOR DE CINE || FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora