9. Gravedad

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BECKY ARMSTRONG

Entré al consultorio de Friend. Aquella mujer que no dudaba en ayudarme cuando yo tenía un problema, o más bien, me aconsejaba y me decía lo que iba mal y lo que no en mi vida. Obvio, casi nunca tomaba sus consejos pero era bueno saber que alguien perdía el tiempo en su vida.

Inflé mis mejillas, sentándome en aquel mueble en piel, negro y con bordes blancos, que iban en perfecta combinación con la hermosa decoración de aquel consultorio. Sus paredes blancas con bordes negros <<los de las puertas>>, una librería de madera, y una perfecta mesa de cristal.

Pero ella tenía un pequeño mueble para una sola persona, el cual siempre colocaba frente a mí, para verme a la cara mientras me hacía preguntas las cuales yo casi siempre evadía. ¿Por qué?, no lo sé. Creía o más bien, estaba casi segura de que todo el mundo estaba en contra mía.

Y aunque Friend era una buena amiga para escapar de esos momentos de preguntas infinitas a las cuales ella siempre les buscaba respuesta; no agradaba la idea de que se metieran en mi vida. Es más, lo hacía innecesario.

A Friend se lo permitía porque era ella. Pero a más nadie.

Y eso era justo lo que estaba ocurriendo ahora. Alguien mas estaba tomando algo de posesión donde nunca debió entrar.

—Muy bien, Becky —abrió un cuaderno—. Cuéntame el porqué me visitas hoy. Debe ser algo o muy grave o no sabes que decidir respecto a eso.

Junté mis manos, tomé una larga bocanada de respiración y mentalicé mis preguntas.

Frotar mis manos y unir mis rodillas era algo que me ayudaba a aliviarme. No me gustaba cuando los pensamientos me ganaban.

—¿Es algo muy grave?

Abrí y cerré los labios. ¿Y si sí es grave?

—Yo... ¿cómo sé yo que me gusta alguien? —pregunté directamente. Robándole un grito amortiguado a Friend—. Es que... tengo una amiga... sí... se llama Charlotte; ella está muy asustada.

Friend ladeó la cabeza, —Oh. ¿No eres tú?

—¿Qué?, jamás, no, eso no pasaría ni en mil años —dije, nerviosa.

Friend era una buena psicóloga. Trató a muchas de las chicas que ahora están en mi empresa y son mis bailarinas. Sin duda, era buena en su trabajo y siempre respetaba su ética. Cabello largo y negro, ojos lindos y claros, piel brillante y una sonrisa que aunque pocas veces las mostraba por completo, siempre mantenía esa felicidad en sus ojos.

Y por eso acudía a ella, porque por momento me ayudaba a decidir que hacer. Aunque otros sencillamente ni sus palabras podían conmigo. Cuando mis pensamientos querían luchar, aquellos ganaban, y me atormentaban. El baile ya no era suficiente.

—Muy bien, ¿pero por qué viniste tú y no tu amiga... Charlotte? —cuestionó.

—Eso —chasqueé la lengua—. No le convenía. Aparte está trabajando y me dio instrucciones de lo que tengo que preguntar.

—Pero para darle un buen consejo, la quiero a ella aquí. No a ti —se acomodó en el mueble—. ¿Por qué no me dices que quien quiere eso eres tú y no tu "amiga"?

—No. No es eso —suspiré—. En serio, Friend. Yo estoy bien.

Me miró dubitativa, —Bien, bien —se arregló el pelo—. Entonces, entiendo que es tu amiga Charlotte —asentí—. ¿Tiene miedo al amor?

—No exactamente. Es que está sintiendo algo por alguien... otra vez —pronuncié con duda.

—Ajá, ¿y eso que tiene de malo?

AMOR DE CINE || FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora