FREEN SAROCHABusqué con la mirada a Becky, pero esta no se encontraba en ninguna de las habitaciones de arriba. Inflé mis mejillas, y seguí buscando, bajé a la parte de abajo y cuando entré a la sala, la vi acostada en el mueble, con el celular en la mano, se veía muy concentrada.
Con una sonrisa traviesa, me fui acercando.
—Bec... —me acosté sobre ella, logrando que abriera sus brazos para que yo me acostara en su pecho y dejase caer todo mi peso sobre su cuerpo—. ¿Qué haces?
—Hablo con Saint, le dije sobre el ritmo que quería para tu canción, te lo mandé, ¿no lo has escuchado? —dijo todo eso, sin dirigirme siquiera una mirada.
—No, lo hago después —empecé a dejar besos por todo su cuello.
—No, Fini, espera, deja termino de aquí —no dejaba el celular, me estaba prácticamente ignorando—. ¿Necesitas algo?, ¿le sucede algo al bebé?, ¿tienes algún antojo?
Becky era muy cuidadosa conmigo y los cuidados que se me eran pedidos. En todo momento me llamaba cuando no estaba en casa, y aunque no tengo tanto tiempo de embarazo, apenas y dos meses, la panza no se me nota casi; se puede decir que me cuida hasta mejor de lo que me cuido yo misma.
Los antojos no empezaban todavía, y Becky lo sabía perfectamente. Pero la bebé no era la única o el único consentido aquí.
—Sí. Tengo un antojo —tomé sus labios entre los míos, y con mi lengua separe estos para así profundizar el beso. Mi libido estaba muy aumentado, y se puede decir que no he dejado descansar bien a mi querida esposa—. Hazme el amor.
—Ajá, pero no ahora, mi vida —se sentó, bajándome de su cuerpo. Me quedé muda ante ese rechazo de su parte— Tengo que terminar esto. Cualquier cosa me dices luego, ¿va? —dejó un casto beso sobre mis labios y se paró, dejándome a solas en la sala de nuestra casa.
¿Será que me estoy poniendo gorda y por eso no quiere nada conmigo?
Pasé mucho tiempo pensando en las miles posibilidad del porqué Becky no me quiere tocar, y en todo ese rato no regresó a la sala; se mantuvo encerrada en la habitación, y yo tampoco fui a buscarla. Sino que me senté a ver un poco de televisión para distraerme.
Y dejar de pensar.
La noche llegó y así fue que escuché la puerta de nuestra habitación abrirse, y una Becky ya duchada con el pelo húmedo y una pijama bajó las escaleras. Me sonrió pero yo no le devolví la sonrisa, aquella se sentó a mi lado.
—¿Qué estás viendo? —preguntó.
—Una serie, ¿qué no ves?
Ladeó la cabeza ante mi tono gélido.
—¿Te sucede algo, mi amor? —intentó posar su mano sobre la mía, pero yo la quité sin disimulo.
Sí, me pasaba de todo, pero claro, ustedes no pueden adivinar. Uno se lo tiene que decir.
—No —respondí, cortante.
Se quedó callada.
—¿No vas a insistir en saber? —pregunté, groseramente.
—Sí, mi amor, ¿se puede saber que te pasa? —volvió a preguntar.
—No —contesté.
Becky suspiró, y asintió, volteando hacia la televisión.
Entrecerré la mirada, —¿No vas a seguir insistiendo?, o sea, que no te importo.
—Sí me importas, Fini, por eso te pregunto que qué tienes; pero me respondes que nada —articuló—. Vuelvo y pregunto, ¿estás molesta?, ¿hice algo que te molestó?
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AMOR DE CINE || FREENBECKY
RandomBecky Armstrong es una bailarina muy famosa, conocida por hacer las mejores coreografías y saber que su trabajo siempre es y será primero. Alejando su vida de las cámaras y haciéndolas privadas; tiene a una fan que muere por conocerla y saber más de...