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—Okey—respiro profundo cuando llego frente al salón donde se quedará Makayla mientras trabajo—. Solo... un segundo—le ofrezco una sonrisa nerviosa a la maestra y ella asiente comprensiva

Miro a la bebé en mis brazos, que tiene su chupete en la boca mientras mira adentro del salón emocionada por todos los colores y juguetes que hay ahí.

Es el día. Debe ir a la guardería y yo estoy mil veces más nerviosa que ella.

Nunca he dejado a mi hija sola en este tipo de cosas. Es decir, tengo a una chica que me ayuda pero justo ahora está de vacaciones, y creo que es hora de que mi hija comience a acostumbrarse a esto pero... dios, ¿por qué es tan difícil?

—Hola—la voz de Christopher me hace tensar, pero Makayla de inmediato mira a su padre y extiende los brazos en su dirección. Christopher sonríe—. Hola, princesa—la toma en sus brazos y siento que los ojos se me llenan de lágrimas

—¿Qué hace aquí?—carraspeo y él suspira

—Es mi hija también, será su primera vez en una guardería—dice, como si fuera lo más obvio

—No te dije nada.

—Me informaron que estabas aquí y lo supuse—besa la frente de Makayla—. Espero que no seas tan sentimental como tu madre, es un poco dramática a veces—le dice y frunzo el ceño

—Si, seguro, estoy loca—ruedo los ojos y me acerco a Makayla para besar su mejilla una y otra vez—. Mamá te ama mucho, cielo. Dame un beso—le pongo mi mejilla y ella presiona sus labios en esta llenándome de su baba, pero yo solo río y beso la suya haciéndola reír

Christopher toma la pañalera de mi hombro y se la entrega a la maestra, que sonríe cuando el padre de mi hija comienza a besar la frente de nuestra bebé y la aprieta contra su pecho unos largos segundos antes de entregársela a la mujer.

Los ojos de nuestra hija se humedecen y creo que va a llorar mientras su maestra la aleja, pero rápidamente la distraen con juguetes y soy yo quien debe contenerse de llorar mientras la veo sonreír con sus ojitos rojos.

—Ella estará bien—me dice Christopher, pero lo paso por alto antes de darme la vuelta y caminar en dirección al elevador—. Hailey—me llama y no volteo—. No puedes ignorarme toda la vida.

—¿Tienes algo que decir sobre nuestra hija? Porque de lo contrario puedo, ministro—mascullo y presiono el botón del elevador que se abre frente a mi, así que entro con rapidez

Las puertas están por cerrarse cuando Christopher mete la mano y entra, lo que me hace poner mala cara.

Y lo peor es que mis ojos me traicionan y no puedo evitar detallarlo. Su uniforme militar con las medallas que lo identifican como la máxima autoridad, su porte intimidante y magnético... dios.

Aparto la mirada sintiendo que mis mejillas se calientan. «Ya no lo mires, Hailey, será peor»

—No debes avergonzarte de devorarme con la mirada, soy tu esposo—la voz de Christopher suena demasiado cerca y pronto siento su calor cuando se para a mi lado mirándome fijamente

—Si, para mi desgracia absoluta.

—No te escuché quejarte en la boda—se burla—. Ni en la noche después de eso, o los días posteriores de cuatro años que le siguieron.

—Tampoco escuchaste mis quejas en el quinto año, cuando te metiste a la campaña—siseo—. Ni me escuchaste las veces que te rogué por amor. Así que... acaba de descubrirlo, ministro, usted no me escucha.

—Lo hago, nena—intenta tocarme y golpeo su mano—. Escucho cada palabra tuya, Hailey. Más de lo que crees.

—Pues lo que mínimamente hayas escuchado puedes guardártelo—me encojo de hombros—. Ya de nada te sirve, ¿no es así?

Las puertas del elevador se abren y salgo como si estuviese siendo perseguida por el mismísimo diablo.

No sé que le pasa a Christopher, pero sin duda no estoy para eso.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora