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—Shh, todo está bien—beso la frente de Makayla mientras me encamino a la cocina para prepararle su desayuno, pero me congelo en el momento en que entro—. ¿Qué se supone que haces tú aquí?

Frunzo el ceño en dirección a Christopher, que deja un plato de huevos revueltos, tocino y tostadas en la encimera de la cocina.

—El desayuno—dice con una simpleza que solo me confunde más—. ¿Quieres actuar como si no recordaras lo de anoche? Sé bien que el alcohol no tiene ese efecto en ti, Hailey.

Frunzo el ceño, aprieto a Makayla contra mi pecho y parpadeo intentando recordar cómo fue que llegué a casa anoche.

El club, los tragos, el baile... Iván me cargó, creo. Luego Alexa me ayudó a entrar y... «Mierda. Dios. Por favor, no»

Mi corazón comienza a martillear con fuerza y no puedo evitar llevar una de mis manos a mis labios recordando el beso de anoche, recordando que me quejé por no poder tocarlo y todo lo que le pedí en medio de mi poca cordura por el alcohol.

Si, no suelo olvidar las cosas pero principalmente no me propongo recordarlas. Suelen llegar en algún momento del día y... es el momento del día en el que lo hago.

—Yo...—trago, y salgo de mi estupor cuando Christopher se para frente a mi y toma mi rostro entre sus manos antes de unir nuestros labios

Gimo.

Porque... dios sabe que se siente increíble volver a besarlo. Se siente bien sentir su cuerpo contra el mío y su lengua acariciando la mía de esa forma dominante, experta, deseosa y húmeda en la que solo él sabe hacerlo.

—Buenos días, nena—murmura contra mis labios y siento que mis ojos pican con lágrimas que quieren salir

Meses de nada, meses sin recibir su atención, meses de solo tener sexo sin nada de... mi esposo, de mi Christopher, del que no podía apartarse de mi en ningún momento.

Y se siente como el impacto de una bala contra mi pecho. Duele. Duele como la herida más profunda que se pueda imaginar.

»No llores, joder—Christopher levanta mi rostro para que lo mire a los ojos mientras su pecho sube y baja con rapidez—. No llores, Hailey.

—Te odio—me quejo y sonríe mientras su pulgar acaricia mi mejilla—. Te odio tanto. Eres un imbécil de mierda y no mereces una sola de mis malditas lágrimas, Christopher Morgan. Te odio.

—Lo sé—asiente, su brazo rodea mi cintura mientras su mano libre no deja de acariciar mi mejilla—. Amo que me odies—deja un casto beso en mis labios y un sollozo de construye en mi garganta

»No merezco tus lágrimas, ni las de ella—besa la frente de Makayla, que lo mira como si fuera lo más maravilloso del mundo—. Nunca dije que te mereciera, o que mereciera a nuestra hija, y ambos sabemos que soy el hijo de puta más grande porque eso no me impide mantenerlas conmigo. Ustedes son mías, Hailey.

—Esto no es así de fácil—intento apartarme y él me sujeta con fuerza—. Christopher...

—Lo sé, joder—apoya su frente en la mía—. Pero dame cinco segundos antes de que vuelva todo a lo de antes de anoche.

—No... no quise decir que es igual a antes de anoche—suspiro, mirándolo directamente a los ojos—. No lo es, no después de hablar... pero no se siente como si pudiera perdonarte tan rápido—tomo su mano y la llevo a mi corazón, que late errático—. Es por ti. Pero también duele por ti.

—Déjame remediarlo—desliza esa mano a mi nuca para sostenerme y que no le evite la mirada—. Por favor, Hailey.

—Christopher...—mi voz se rompe y él cae de rodillas frente a mi, sorprendiéndome cuando mira hacia arriba y me deja ver el dolor en sus ojos—. No hagas esto—suplico, sintiendo que las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas

Christopher nunca se ha arrodillado frente a mi. Nunca. Su pedida de matrimonio fue mientras estábamos nadando en Hawái así que... nunca se arrodilló.

Y verlo de rodillas me rompe.

—¿Quieres que suplique?—extiende sus brazos—. Mírame aquí, joder. Aquí me tienes, Hailey—traga grueso, y sé que le arde la garganta por soltar lo siguiente—; te lo suplico, nena. Déjame arreglar toda la mierda que causé. Por favor.

Es... sorpresivo. Es algo que nunca imaginé ver.

Es Christopher Morgan. Cuando lo conocí era el tipo más imbécil e insoportable que puede existir en el maldito planeta. Me amó, joder, lo hizo, pero verlo suplicándome es... diferente.

Christopher es orgulloso. Orgulloso como la mierda. Y que esté suplicándome es su forma de decirme que está arrepentido, que habla en serio y esto no se trata de un juego como podría pensar.

—Dios, Laila va a matarme—me quejo en voz baja antes de respirar profundo—. Una oportunidad, Christopher. No más. Es todo lo que tienes.

Se levanta e intenta besarme pero aparto el rostro negando.

»No, estás loco si crees que esto significa que puedes volver a tratarme como antes—niego—. La vida no es fácil, Christopher, y tú no vas a volver a tenerme como si nada hubiera pasado. No te lo has ganado.

—Recuerdo que me dijiste algo parecido después de la primera vez que follamos—se lame los labios y yo ruedo los ojos—. El resultado fue que nos casamos, Nena. Esto no será distinto.

—Veremos—le ofrezco mi mejor sonrisa—. Por ahora, es mi día con Makayla, así que... cierra la puerta antes de irte—siento a mi hija en su sillita antes de comenzar a sacar fruta—. Di adiós a papá, Mak—sacudo la mano y ella me imita, lo que hace refunfuñar a Christopher

—Como quieras, pero tú y yo—me señala y luego a él— vamos a estar juntos de nuevo. Vas a ir a casa conmigo.

—Suerte con eso—me encojo de hombros y me doy la vuelta, escuchando que besa a nuestra hija antes de que sus pasos se alejen

Suelto el aire contenido.

Si, Laila va a matarme. Joder.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora