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Una semana después...

—¡Ahora!—Me deslizo por el tobogán, sonriendo al escuchar la risa de Makayla que yace entre mis piernas riendo.

Necesitaba... salir de casa.

Me di mi tiempo para vivir el dolor del divorcio. Me tomé mi tiempo para llorar todo lo que sintiera que tenía que llorar, gritar, desahogarme golpeando un saco de boxeo, emborrachándome con mis amigas. Me di mi tiempo para vivir todo eso antes de guardarlo todo bajo llave, sacudirme el polvo y tomar las riendas de mi vida de nuevo.

Porque soy una adulta, porque soy madre. Y por mucho que lo extrañe, por mucho que lo ame, no pienso dejar ir mi vida entre lamentos.

Aunque Christopher no ha firmado. Lo sé porque mi abogado me informó que por más que han estado contactándose con él, Christopher se niega a hablar con ellos. O, como dicen sus abogados: "El señor Morgan no se encuentra disponible por el trabajo".

Mentiras. Es Parker, quien ahora es viceministro, quien se está encargando del trabajo que se supone que Christopher debería hacer.

Hoy es el comienzo del fin de semana. Es viernes y, por mucho que quiera mandarla con mi madre, no voy a esconderme; iré a llevar a Makayla a su casa.

Sin importar cuan nerviosa esté por verlo.

—Muy bien, princesa. —Me enderezo y beso la mejilla de mi hija—. Es hora de ver a papá.

La forma en la que sus ojitos se iluminan por la mención de su padre me hace respirar profundo y apretarla contra mi pecho.

Espero que sea como padre lo que no fue como esposo.

***

—¿Segura que no quiere que la acompañe, señora?—pregunta Ivan, estacionando la camioneta frente a la mansión.

—Gracias, pero él no va a hacerme daño—le aseguro, desabrochando los cinturones de la sillita de Makayla—. Quédate en la camioneta, no voy a tardar.

Él asiente.

Uno de los hombres me abre la puerta, tomando el bolso de Makayla mientras yo bajo de la camioneta con ella.

Tomo el bolso y le doy la orden de quedarse fuera antes de subir las escaleras a la mansión, respirando profundo cuando entro a la casa y noto todas las luces apagadas.

—¿Hola?—llamo, mirando a todos lados en busca de Miranda o alguna de las chicas de la limpieza.

—¿La?—Makayla me imita y yo río.

—¿Señora?—Miranda se acerca desde el pasillo y yo le sonrío—. Señora.

Me envuelve entre sus brazos y yo respiro profundo, acariciando suavemente su espalda antes de que ella se aparte.

»Lamento mucho lo que pasó—dice, apretando mi brazo y yo asiento—. Él... no ha estado muy bien estos días, quizás lo mejor es que se lleve a la niña y vuelvan después—propone y frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres con eso? ¿Está enfermo?—pregunto confundida.

—Ya ni siquiera sé qué le pasa. —Niega—. No sale de su habitación. Destruyó la oficina la semana pasada y desde entonces no ha comido más que un par de bocados. Y a eso agreguémosle que las botellas de Whisky de la alacena se reducen cada día.

Aprieto los labios. «Por supuesto. Él se ha estado emborrachando»

—Yo... iré a hablar con él. —Le entrego a Makayla, que sonríe al estar con Miranda—. Cuídala unos minutos.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora