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—Vaya, te dignas—resopla Gema cuando entro a la sala

—No estoy aquí para complacerte, y no estoy obligada a cumplir tu horario—me encojo de hombros mientras tomo asiento junto a Alex—. Digan lo que tienen para decir, no tengo tiempo.

—¿No tienes...?

—Escucha, Gema—fijo mis ojos en ella y aprieta los labios—, guárdate lo que sea que quieras decir porque no me puede importar menos. Estoy aquí por educación, pero en el momento en que se me acaba la paciencia, también lo hace la educación. No me tientes.

—No vinimos aquí a discutir—dice Alex—. Hablemos sobre el acuerdo legal que haremos con ustedes dos—nos mira a mi y a Christopher—. ¿O prefieren no firmar el divorcio y esperar?

—Quiero el divorcio—me adelanto a Christopher cuando abre la boca—. No estoy dispuesta a ceder. Podemos ir a tribunales si lo desean, pero quiero el divorcio.

—¿Christopher?—su abogado lo mira y él niega—. Mi cliente no está dispuesto a firmar el divorcio, señora Morgan.

—Williams—lo corrijo—. Entonces póngase en contacto con mi abogado y él les informará mis deseos, no había necesidad de esta reunión—me levanto

—Hailey—me llama Christopher, pero lo ignoro—. Maldita sea, Hailey, ven aquí y hablemos.

—¿Hablar?—me doy la vuelta y lo miro—. ¿Con tu padre presente? ¿Con Cristal? ¿Gema? ¿En serio quieres que hablemos con todos ellos presentes, Christopher? Porque estoy dispuesta a hablar. Tienes tres segundos para decidir si quieres que lo haga o no—amenazo

Se queda en silencio, mirándome fijamente con una rabia contenida que solo me hace encogerme de hombros, mostrándole cuan poco me importa su enojo.

»Bien, he ahí tu decisión—abro la puerta—. Nos vemos en Washington.

—Quiero ver a Makayla hoy.

—La llevaré con Reece, puedes ir si te apetece—cierro la puerta detrás de mi y miro a Iván—. ¿Cuánto te paga el ministro, Iván?

—Diez mil al mes, señora—informa y asiento

—A partir de ahora tú y cada hombre de la alta guardia será parte de un equipo de seguridad privado—informo—. A menos que quieran ser despedidos. Les pagaré veinte.

—De acuerdo.

***

—¡Más fuerte!—ordeno al soldado que está en el ring peleando contra otro de la tropa de Parker—. ¡En las misiones no pueden tambalear, no pueden perder la concentración! ¡Te defiendes o mueres!

—Eres un poco dura con ellos—murmura Parker y río—. ¿Eso te divierte, Hailey? ¿En serio?

—Un poco—me encojo de hombros—. Oye, Alan—miro al portugués—, ¿quieres subir conmigo?

Duda.

—Vamos, no seas un cobarde—lo anima Parker—. ¿Te asustas con un poco de acción o temes de su cargo?

—Temo del ministro—admite y yo río

—Créeme que me gustaría enfrentarme a él.

—Hazlo—su voz me sobresalta—. Sube conmigo al ring, desahoga todo lo que sientes, Hailey. Te doy esa oportunidad.

—No eres tú quien da oportunidades aquí—me quito la camiseta, quedando en el sostén deportivo y miro sobre mi hombro para ver su cuerpo tensarse

Los soldados miran a todos lados menos a mi, a excepción de unos cuantos que al parecer se creen con la valentía para enfrentar al ministro Morgan.

»Sube—ordeno antes de subir al ring, escuchando a Parker reír detrás de mi mientras ato mi cabello en un moño alto—. ¿Quién quiere apostar un poco?

Los soldados levantan la mano. Yo río y señalo a Alan, que comienza a recibir el dinero de las apuestas para ambos.

Christopher también se quita la camiseta, me permito repasarlo porque... joder, tengo el corazón roto, pero no soy ciega.

Christopher siempre fue una delicia para ver. Sus abdominales y músculos bien marcados, libres de tinta a excepción de un tatuaje que se extiende por su pectoral izquierdo hasta su brazo. En el pectoral derecho el tatuaje del nombre de nuestra hija en ruso y... el mío. Mi nombre en tinta roja entre las manchas de una tigresa.

Me gustaría arrancarle ese tatuaje.

No lo dejo ponerse en guardia, le volteo el rostro de un puñetazo y él retrocede sorprendido mientras los soldados aúllan.

¿Quiere que me desahogue? Bien.

Esta vez voy a sus costillas, le doy una patada que lo pone contra las cuerdas y le doy un puñetazo en el abdomen sacándole el aire.

Se lanza sobre mi, pero lo esquivo en un movimiento rápido y tiro de su brazo para que retroceda antes de darle otro puñetazo. «Las maquilladoras tendrán trabajo»

No voy a ser una maldita blanda con esto; él lo pidió, sabía lo que podía pasar.

Nuestra relación nunca fue de este tipo, nos desahogábamos de otra forma, pero sabe que no va a volver a tocarme.

—¿Qué pasa si gano?—pregunta y río

—No voy a caer en eso—me impulso y lo pateo en el pecho, haciéndolo caer—. Y yo nunca voy a perder ante ti, Christopher.

Ríe.

No golpea, simplemente intenta derribarme. Me carga y yo me escabullo, rodeando su cuello con mis piernas mientras él sigue forcejeando en un intento de hacerme caer.

Toma mi cuello, lo miro a los ojos y le doy una sonrisa que lo hace gruñir, pero lo distrae lo suficiente como para que yo golpee su rodilla con mi codo y lo haga caer.

Se levanta y en un movimiento engañoso barre mis pies, mi cuerpo suena con un golpe sordo contra el piso del ring, pero cuando intenta subirse sobre mi yo ruedo y pateo detrás de sus rodillas obligándolo a caer sobre estas.

Me levanto y tomo su mandíbula, levantando su rostro para que me mire.

—Eres una escoria de lo peor, Christopher—siseo, antes de golpearlo en el estómago y subirme sobre él, pegando su cabeza al piso del ring mientras los soldados cuentan

Cuando acaban los tres segundos, me levanto y tomo la botella de agua que me lanza Parker.

—¿Sacaste la rabia contenida?—pregunta y chasqueo la lengua, tomando un largo trago de agua antes de mirarlo

—No necesito desahogar mi rabia, Dom, porque es más que todo dolor.

—Eso estuvo bien—Simón llega hasta nosotros y yo río—. Vamos a cenar esta noche, ¿quieres venir?

—Por supuesto, ¿cena formal?

—No, serán unas hamburguesas—pasa su brazo por mis hombros—. Y... a Alexa se le fue la lengua y habló sobre el señor Brown.

Cierro los ojos. «Joder»

»No voy a decirle nada a Christopher, lo sabes—suspira—. Pero me pregunto qué es lo que va a pasar cuando él se entere. Las relaciones con Estados Unidos ya están tensas.

—Puede hacer lo que quiera, ya no es mi problema—suspiro—. Si se va a enterar en algún momento, que lo haga. Pero es mi vida, él me dejó ir y ahora yo tengo derecho a hacer lo que se me venga en gana. Como él, solo que yo no voy a dañar a nadie.

—Eso crees tú—enarca una ceja y ruedo los ojos—. Si amas a Christopher, por muy imbécil que sea, eso va a herir al presidente en algún momento.

—Él sabe en lo que se mete, Simón—aclaro—. No es un niño, yo cumplí con mi obligación al dejarle claro todo lo que estaba pasando. Él decidió seguir adelante y de verdad me cae muy bien así que... no voy a estancarme por Christopher, lo siento.

—No, es tu decisión, está bien.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora