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Hailey.

—¿Cuánto tiempo?—le pregunto al doctor.

—Un par de días. No hay nada que se pueda hacer al respecto. —Aprieta los labios mientras niega—. Les recomiendo pasar todo el tiempo posible a su lado.

Asiento, estrechando su mano antes de verlo alejarse acompañado por la mucama.

Respiro profundo, recostándome contra la pared en un intento de calmar el dolor en mi pecho y las ganas de llorar.

Hoy Regina tuvo un infarto.

El doctor dice que su corazón está relativamente bien, pero la vejez simplemente está haciendo lo que suele hacer.

Al parecer Regina ha estado evitando sus citas médicas, y por eso ninguno de nosotros estaba al tanto de lo débil que ha estado en los últimos días. Demasiado.

Ya no puede levantarse de la cama sin ayuda, y cuando lo hace solo puede pasar algunos minutos fuera de ella antes de que el cuerpo le comience a doler.

No hay nada que podamos hacer. Es la vejez. La vida cumpliendo con su ciclo. Pero eso no quita que sea doloroso.

Regina, muy a pesar de su carácter tan jodido y difícil de lidiar, tiene personas que la aman. Yo entre ellas, incluso si más de una vez tuve ganas de mandarla a la mierda.

Pero así funcionan algunas familias. Amarse y luego querer mandarse a la mierda porque son pequeños momentos que no quitan las vivencias de años pasados.

—Nena. —La voz de Christopher me hace girar el rostro para verlo salir de la habitación de Regina.

Le ofrezco una pequeña sonrisa, notando la tensión de su cuerpo con cada paso que da en mi dirección. Porque él lo sabe.

Ambos la vimos, notamos la cara del doctor mientras la examinaba. Sabíamos lo que estaba pasando incluso antes de preguntar, y sé que si a alguien le afecta es a él.

—No hay nada que podamos hacer—le digo y aprieta los labios, abriendo sus brazos cuando llega frente a mi.

De inmediato envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, dejando que los suyos me rodeen la cintura mientras esconde su rostro en mi cuello.

Sus respiraciones agitadas me rompen el corazón, y no puedo hacer nada más que abrazarlo con fuerza en un intento de darle un poco de consuelo.

»Lo siento mucho. —Acaricio suavemente su nuca—. Lo siento, Chris. Estoy aquí. —Beso su mejilla—. Estoy aquí.

***

—Tus padres, Thomas y Reece están en camino. —Dejo el plato de comida frente a Christopher y él niega—. Come algo, Chris. Por favor.

Desde que el doctor se fue, Christopher se ha negado a ver a Regina. Caminó a la sala, se sentó en el sofá y ha estado aquí mirando la chimenea durante tres horas.

No puedo evitar que la preocupación me cale en los huesos.

—No tengo hambre. —Sus ojos se dirigen hacia el bar y la preocupación por esa faceta suya en la que bebe todo el tiempo aparece en mi pecho. «Detesto cuando bebe para ahogar sus sentimientos »

Desde que nos divorciamos, puedo contar con una sola mano las veces que lo he visto tomar. La gran mayoría en reuniones en las que simplemente parece provocarle un trago, eso me hizo creer que ya no tenía la mala costumbre de usarlo como escape.

Respirando profundamente, me levanto del sofá, caminando por la sala hasta el pequeño bar.

Tomo un vaso de cristal y sirvo el whisky que le gusta antes de encaminarme de nuevo al sofá en el que Christopher aún yace sentado mirando fijamente el pollo asado en el plato sobre la mesa de café frente a él.

—Ten. —Le extiendo el trago y él me mira.

Mis ojos no reflejan nada, me obligo a ello mientras los ojos de Christopher van del trago a mis ojos una y otra vez.

—No, gracias. —Niega, quitándome el vaso para dejarlo en la mesa antes de rodear mi muñeca con su mano—. Ven.

Respiro profundo, dejando que me siente en su regazo y esconda su cabeza en mi cuello.

»Te necesito a ti, no un jodido trago que no va a solucionar nada de lo que está pasando—dice ahogado—. Te necesito a ti, Hailey.

Acaricio suavemente la mano que apoya en mi muslo, dejándolo tomar lo que necesita de mi. Dejando que se apoye en mi como tantas veces en el pasado.

—Me tienes. Estoy aquí. —Beso su sien, tomando su mano para entrelazar nuestros dedos—. Necesito que comas. No puedes simplemente matar de hambre a tu cuerpo, Christopher.

—Dame un beso—pide y exhalo, girando mi rostro para besar sus labios suavemente—. Otro.

—Come—condiciono y él entrecierra los ojos.

—¿Mandona tan rápido?—se burla y me encojo de hombros—. Parece que mi esposa volvió.

—Soy tu ex esposa—le recuerdo y rueda los ojos, apretando mi mano con una clara expresión de disgusto que me divierte—. Firmamos el divorcio hace años, ministro.

—Eso se arregla. —Intenta besarme y me aparto—. Mierda, bien. Dame el maldito plato.

Río, dejando que me sujete de la cintura mientras me inclino a tomar el plato y el tenedor. Tomo un poco del pollo asado y llevo el tenedor a su boca, sonriendo complacida cuando toma el primer bocado.

—Makayla aún está en la habitación de Regina. Almorzó con ella—le digo y la sorpresa se refleja en esos ojos grises que me aceleran el corazón—. Deberíamos decirle, ¿no crees? Deberíamos prepararla para lo que va a pasar.

Creo que, de alguna manera, nuestra hija lo presiente. El negarse a alejarse de su abuela incluso para comer me lo ha dejado muy claro; pero de todas formas quiero hablarlo con ella.

Al final del día, Makayla es una niña y la muerte no es algo fácil de comprender a su edad.

—Hablaremos con ella esta noche. —Traga el segundo bocado de la comida—. Ella probablemente querrá dormir con Regina, no puede hacerlo.

Respiro profundo, dándole un poco de la ensalada que mastica no muy satisfecho, pero agradezco que al menos se alimente.

—Puede hacerlo. Podemos trasladar una cama pequeña para ella y que pueda dormir con Regina. —Me encojo de hombros—. No quiero negarle dormir con su bisabuela, sobretodo en estas instancias ¿sabes?

Él asiente, acariciando suavemente mi cintura. Y por inercia, me inclino y beso su frente, cerrando los ojos aún con mis labios rozando su piel cuando se relaja contra mi.

»Vas a estar bien—le aseguro—. Vamos a estar bien, Christopher. Pero mientras tanto, deja de contener tu dolor. —Beso su sien esta vez—. Y déjame cuidar un poco de ti mientras tanto.

Sé que necesita que lo cuiden y yo quiero hacerlo. Quiero que pueda apoyarse en mi en un momento tan difícil como este.

Incluso si no estamos... juntos como tal, no voy a dejar que pase por esto solo. Los años separados no borran mi amor por él, y es ese mismo desgarrador y asfixiante sentimiento que no me permite dejarlo solo en este momento.

—No. Soy yo quien cuida de ti, nena. —Su mano me rodea la nuca, obligándome a apoyar mi mejilla en su hombro mientras acaricia suavemente mi piel—. Y que esté... un poco estresado en este momento no significa que me he olvidado de mi objetivo. —Deja un casto beso en mis labios—. Vas a volver a ser mía, Hailey.

—Mhm.

Lo sé.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora