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—Esto es bonito—digo cuando salgo a la terraza del restaurante.

Christopher levanta la vista de su celular y se aleja de la barandilla para acercarse a mi. Sus ojos repasan el vestido y el collar que me regaló, logrando que una expresión complacida llene su rostro.

—Siempre te gustó ver la ciudad—se encoge de hombros y toma mi mano para tirar de mi hacia su cuerpo—. Gracias por venir.

—Bueno, eres un imbécil con suerte—me encojo de hombros—. Gracias por las flores, y el vestido... y el collar.

—Te lucen, te ves preciosa—besa mi mejilla y sonrío cuando lo escucho suspirar—. Quiero besarte, Hailey.

—Mmm, que lástima—bufo—. ¿Y si ordenamos? Tengo mucha hambre.

—Por supuesto—suspira, apoyando su mano en mi espalda para guiarme a la mesa más cercana a la barandilla y la única ocupada.

Ambos tomamos asiento y hacemos nuestros pedidos, pero puedo sentir los ojos de Christopher quemando mi piel cada segundo.

»¿Cómo está Makayla?—pregunta y fijo mis ojos en él—. La vi muy encantada con las flores, al parecer heredó los gustos de su madre.

—Lo sé, se veía tan radiante jugando con las flores que me hubiera gustado congelar ese momento para siempre—suspiro—. Está creciendo muy rápido, siento que fue ayer la primera vez que la tuve en mis brazos.

Christopher sonríe, y sé que puede recordar tan bien como yo el día que Makayla nació. El pequeño ser humano de piel rosácea y tan frágil que nos daba miedo hacerle daño con cualquier movimiento.

Era tan hermosa, tenía unas mejillas regordetas y una mata de cabello negro y unos hermosos ojos que pusieron mi corazón en la palma de su mano desde el momento en que me miraron.

—Te veías hermosa embarazada—recuerda y sonrío—. Te veías radiante, estabas feliz y nada te complacía más que ver cosas de bebés y comprar hasta casi vaciar las cuentas.

Me burlo.

—Por favor, ambos sabemos que ese dinero no se acabaría por mucho que lo intente—ruedo los ojos—. Además, no te escuché quejándote cuando te mostraba las cosas que había comprado para ella.

—No me molestaba, era nuestra hija—se encoge de hombros—. Podrías haberle comprado una maldita Isla y hubiera estado de acuerdo porque es nuestra hija y nunca es mucho cuando se trata de ella.

—Lo sé—río, pero pronto mi expresión se vuelve seria—. Cuando te llamé, ¿qué estabas haciendo? No sonabas... bien.

—Estuve en casa por primera vez desde que te fuiste—suspira—. La habitación sigue intacta, con cosas esparcidas por el suelo que dejaste mientras recogías tus cosas.

Respiro profundo, mordiendo el interior de mi mejilla mientras Christopher tamborilea sus dedos en la mesa.

—Las cosas que dejé las compré mientras estabas en campaña.

—¿Qué?—frunce el ceño

—El collar de perlas que usé con la lencería el día después de tu reunión con la reina—mis ojos arden—; dijiste que estarías hasta tarde en la oficina y cuando llegaste ni siquiera miraste en mi dirección, te acostaste a dormir.

»El vestido de mi cumpleaños, el de nuestro aniversario—respiro profundo—. El reloj que iba a regalarte pero después te vi recibiendo uno de Gema y me dije "no voy a someterme a esa humillación"—trago grueso—. Todo lo que se quedó tiene malos recuerdos, Christopher.

—¿Qué quieres que haga con eso?—pregunta—. ¿Quieres que lo queme? Voy a hacerlo, Hailey...

—Dónalo—niego—. Que se lo den a alguien que necesite, véndanlo y donen el maldito dinero. Yo no quiero ver esas cosas de nuevo. La casa entre ellas.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora