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Buenos días—cierro la puerta detrás de mi cuando entro a mi oficina y los ojos de los tres hombres de fijan en mi

Mi corazón late con demasiada fuerza en mi pecho, mis manos están temblando y el nerviosismo que impacta en mi estómago podría hacerme vomitar en cualquier momento.

»Señores, ¿podrían... darnos unos minutos para hablar?—pido y los abogados se miran entre si antes de asentir

—Llámennos si nos necesitan—dice mi abogado y asiento, pasando junto a él para sentarme en la mesa frente a Christopher

Cuando la puerta se cierra yo respiro profundo, fijo mis ojos en Christopher, quien me mira fijamente a la espera de alguna palabra.

—No vine aquí porque quiera reconciliarme—aclaro y aprieta los labios—. Vengo porque esta es la única oportunidad que quiero darte para que hables y te excuses todo lo que gustes. Solo esta vez.

—Yo... no supe manejar las cosas—admite y trago grueso—. Mandé todo a la mierda cuando me enfoqué ciegamente en la campaña, Hailey. Pero yo estaba preocupado por ti y por Makayla, creí que ganando ustedes estarían más seguras después del... atentado.

Respiro profundo. Claro, el atentado.

Cuando estaba embarazada de ocho meses la pirámide atentó contra mi. Recibí un impacto de bala en mi vientre y fue básicamente un milagro que Makayla sobreviviera.

Después de eso Christopher se volvió sobreprotector a un nivel estresante. En mi noveno mes tuvimos una enorme discusión porque mi madre quiso visitarme y él mandó a que la revisaran. A mi madre.

Joder, me enojé tanto que no quise verlo durante días. Después prometió relajarse un poco así que no hubo gran problema.

Y entonces llegó la campaña. Cinco meses después del nacimiento de nuestra hija llegó la campaña.

»Gema era solo una maldita pieza en todo este juego—sigue—. Dejaba que ella hiciera lo que quisiera y no le prestaba atención porque ella logró traer a nuestro lado a varias personas. No me importaba nada, solo que su presencia me ayudara a ganar para poder protegerlas.

Eso no era lo que parecía. Y ese es el maldito problema, él no habló conmigo. No me dijo absolutamente nada, ¡solo es agregar leña al maldito fuego!

»En tu cumpleaños... el día que te fuiste—respira profundo—, ese día intentaron matarme—suelta y me enderezo, con cada músculo de mi cuerpo tensándose

—No vi nada en las noticias.

—Alex no autorizó que lo sacaran en las noticias—dice con amargura—. Iban a sacarlo al día siguiente pero tú te habías ido y creyeron que era buena idea no llamar la atención hacia nosotros.

»Sé que no te gustan las rosas, nena—apoya sus brazos en la mesa y me mira directo a los ojos mientras los míos se me llenan de lágrimas—. Sé que te gustan las gardenias, como las que tu padre te regalaba en cada cumpleaños. Y las odiaste durante mucho tiempo después de que se fue, pero las usé para nuestra primera cita porque me recordaban a ti. Dijiste que le había dado un nuevo significado.

Cierro los ojos, sintiendo que mi pecho se oprime como si estuviera siendo aplastado por kilos de concreto.

»Llegué tarde porque casi me matan, estuve el resto de la noche intentando buscar las jodidas gardenias porque sabía que estarías enojada, iba a compensarlo—me asegura y sollozo—. Después de lo de Makayla yo entendí que no les había puesto atención durante la campaña, planeaba llevarlas de viaje par poder arreglar las cosas sin que nada nos interrumpiera.

Esto es demasiado. Esto es... dios, siento que comienzo a ahogarme. El aire no pasa a mis pulmones.

—Lo siento, solo...—me levanto y debo sostenerme de la silla cuando un mareo me invade

—Oye, ¿te sientes bien?—Christopher llega a mi lado y me toma entre sus brazos pero yo me encojo en mí lugar sintiendo que su contacto quema

Christopher me suelta, pero no se aleja. Me mira fijamente y yo solo puedo mirar su pecho mientras todo lo que acaba de decirme comienza a hacerse lugar en mi cabeza.

—Entiendo—le aseguro—. Pero aunque lo explique, no lo excusa. Y tampoco lo que hiciste con Makayla. Yo...

—Lo sé—dice—. Lo que hice con Makayla fue una mierda, Hailey, y yo... mierda, quise que me mataras después de eso. Pero te lo juro, Hailey, que primero me pego un maldito tiro en la sien antes de dejar que eso vuelva a pasar.

Creo que mi pecho arde en llamas. Se me dificulta respirar y todo es... demasiado abrumador. Solo quiero irme a casa y encerrarme a llorar por toda esta mierda.

—Te creo... o eso creo, yo... no sé—retrocedo, tragando con dificultad—. Maldita sea, no quiero hacer esto pero... nuestro matrimonio sigue roto. Lo que me hiciste sentir al hacernos de lado sigue ahí, sigue doliendo.

—Podemos arreglarlo, Hailey, no necesitamos divorciarnos.

Más lágrimas bajan por mis mejillas como cascadas. Como si no hubiera ya sacado tantas de ellas. Siguen saliendo y mojando mis mejillas mientras siento que el corazón me duele.

—¿No lo necesitamos?—lo miro a los ojos—. ¿Quién lo dice? ¿Tú? Porque como yo lo veo tu esperas que todo simplemente desaparezca y te perdone. Todos lo esperan.

»Regina, Alex, Sara—niego—. Todos están de tu lado, joder, nadie entiende lo que yo tuve que pasar. Nadie sabe lo que es sentir que crías sola a tu hija a pesar de que tu esposo duerme en la misma cama contigo cada noche—mascullo—; nadie sabe lo que es esperar ilusionada un gesto, una palabra... algo que te haga sentir amada y no como un cero a la izquierda; nadie sabe lo que se siente ver a tu esposo en la pantalla con otra mujer mientras tú en casa solo deseas que esa no sea la razón por la que te deja a un lado; ¡no saben lo que es rogar por algo que ya deberías tener! ¡No saben lo que es despertar de sentirte como una mierda y ver a tu hija casi muriendo!

Nadie intenta jodidamente ponerse en mi lugar, todos actúan como si fuera la maldita cosa más fácil simplemente olvidar todas las cosas que te rompieron el corazón.

¿A caso creen que es fácil? ¡No! Es jodidamente difícil tener que dejar a un lado a la persona que amé con mi alma, a quien me mostró tantas cosas, tantas perspectivas del amor y... un montón de cosas que ahora no puedo parar de relacionar con él.

»Tú estás aquí, arreglando tanto daño con palabras, con solo palabras—me llevo la mano al pecho—. ¿Crees que eso quita el dolor que hay ahí? No. Pero por supuesto, soy yo quien debe entender, debo escucharte y perdonarte porque eres Christopher Morgan y la maldita sociedad siempre está del lado de los hombres.

Lo extraño, lo hago, por dios, lo juro. Extraño besarlo, abrazarlo, verlo al llegar a casa y sus formas de demostrarme que me amaba que me hacían querer besarlo hasta morir.

Pero estoy cansada de ser yo quien tiene que hacer todas las cosas fáciles para él.

—Hailey, maldición, dime qué quieres y lo haré—toma mi rostro entre sus manos—. ¿Quieres que deje el puesto? ¿Que nos larguemos de aquí y no volvamos nunca? Dime que mierda hago para complacerte.

—Quiero que te esfuerces, joder—golpeo su pecho y él maldice—. ¡Quiero que no me preguntes qué hacer, quiero que malditamente resuelvas esta situación por tu cuenta!

—Nena...

—No—me aparto, frunzo el ceño y lo señalo—. No me llames así, Christopher, no es justo.

No lo dejo decir nada más, es todo lo que teníamos que hablar, así que simplemente salgo de la oficina limpiándome las lágrimas.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora