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—De nuevo, ¿qué hacemos aquí?—se queja Christopher mientras caminamos por el centro comercial y yo ruedo los ojos mientras empujo el coche de Makayla.

—Comprar, ¿qué más si no?—resoplo—. Quita esa mala cara o vete. No me arruines los momentos que me gustan. Te lo agradecería.

No sé qué le pasa. Amaneció de buen humor y en el momento en que las camionetas salieron del rancho cambió completamente.

—Puedes comprar en Londres, puedes pedirle a las tiendas que vayan al rancho—insiste—. Pagaría lo que sea necesario. No tienes que salir.

—Yo quiero salir—me adelanto, negándome a dejar que su mal humor me arruine mi día de compras—. ¿Ivan?

—Señora—mira sobre su hombro para verme.

—Quiero entrar ahí—señalo la juguetería y él hace señas a los hombres para que se dispersen mientras algunos entran a la juguetería—. Bien, ven aquí—me inclino y tomo a Makayla en mis brazos. «Es más fácil»

Ella chilla cuando ve todos los colores y juguetes en la vitrina de la tienda y yo sonrío, besando su mejilla mientras esperamos a que nos avisen si es seguro o no.

—Hailey—Christopher intenta tocarme y me aparto—. Nena...

—En una semana es el cumpleaños de Abby—lo interrumpo—, vine aquí a comprarle un regalo a nuestra ahijada y para que nuestra hija vea otra cosa que no sea el rancho porque a su padre le gusta mantenernos encerradas. ¿Hay algún problema con eso? Si no te gusta, puedes irte y ya—ruedo los ojos, entrando a la tienda cuando Ivan asiente.

Escucho a Christopher soltar una maldición, y todo mi enojo se va en el momento en que Makayla chilla, extendiendo sus brazos para intentar tomar un peluche de Flounder.

—¿Te gusta?—río, tomando el peluche del pez—. Es muy lindo—se lo entrego, y casi me derrito en el momento en que ella lo aprieta contra su pecho dándome una enorme sonrisa.

Mis ojos se llenan de lágrimas ante la escena. «Está creciendo tan rápido. Hace poco era más pequeña que un peluche»

»Bien, ahora busquemos un regalo para tu prima—miro las barbies y niego. «Ya tiene muchas de esas»

«Quizás debería regalarle un viaje o algo así. Comprarle juguetes a una niña no es tan fácil como todo el mundo cree»

—Oh, ¿hay una joyería aquí?—le pregunto a Iván y él asiente—. Manda a dos hombres, quiero ir allí.

—Si señora—se da la vuelta y cruza un par de palabras con el resto del equipo antes que dos salgan por la puerta.

Sigo caminando entre los pasillos, tomando cada juguete que hace que a mi hija le brillen los ojos. «Consentirla no está mal. Los padres que no saben poner límites en la crianza de sus hijos lo han satanizado»

Yo fui una niña muy consentida. Mi madre me daba todo lo que quería, pero también me enseñó a ser independiente y trabajar duro. Me enseñó la humildad y bondad, a ser un buen ser humano a pesar de los privilegios con los que crecí.

Y pretendo hacer lo mismo con mi hija.

—¿Hailey?—la voz desconocida de una mujer me saca de mis pensamientos.

Es baja, más baja que yo. Tiene arrugas que no la hacen ver mal, el cabello blanco y un traje negro que la hace lucir muy elegante.

—¿Hola?—frunzo el ceño y ella me ofrece una radiante y amable sonrisa—. Buenos días. ¿Nos conocemos?

—Ah, no—ríe, moviendo su mano para restarle importancia—. No tuvimos tiempo de conocernos. Soy Nadine Brown.

Oh.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora