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—Está dormida—me informa Christopher cuando abro la puerta y asiento, tomando a Makayla en mis brazos antes de tomar la pañalera

Christopher mira detrás de mi, luego a mi y al departamento de nuevo, como si esperara que lo invitase a entrar.

—¿Pasa algo?—cuestiono y abre la boca, pero me adelanto—. Algo que no tenga que ver con tu renuencia a firmar el divorcio, de preferencia.

—Tenemos un viaje en dos días—suspira, recostándose contra el marco de la puerta—. Washington quiere una reunión con los máximos jerarcas, tú eres una a los ojos de todos. Y no podemos mostrar debilidades cuando apenas tomamos el puesto.

—Y el divorcio es una debilidad—suspiro, acariciando la espalda de Makayla—. ¿Quieres que vaya?

—Si—asiente—. Pero no voy a obligarte a ir.

—Nunca pudiste obligarme a nada—le recuerdo y ruedo los ojos—. Voy a ir, Christopher, pero de ninguna maldita forma iré en un avión contigo y con Gema.

—Irás en el avión familiar, Tyler pasará por ti el sábado a las nueve, ¿te parece bien?

—Si, ¿algo más?

—Quiero que... lo uses ese día—saca la argolla de su bolsillo y mi sangre se hiela al ver mi anillo—. La prensa...

—La prensa—resoplo—. La maldita prensa y tú pueden irse a la mierda, no quiero eso—señalo el anillo—. No quiero volver a ver esa mierda nunca más, Christopher. Ya me encargaré yo de la prensa.

Le cierro la puerta en la cara y el golpe hace que Makayla se remueva y queje, comenzando a lloriquear.

—Shhh, mamá está aquí, bebé—beso su frente, sintiendo que mis ojos se llenan de lágrimas—. Vamos a dormir, tranquila.

***

—¿Y vas a ir?—Laila niega con desaprobación mientras tomo de mi capuchino

—Odio lo que me hizo, Laila, pero... al final del día es el padre de mi hija, que él sea ministro le asegura un futuro prometedor y no voy a arruinar eso. Aunque me gustaría.

Ríe.

—Yo te vi llorar, Hailey—niega—. Alexandra y yo te vimos llorar por días y días, sin querer comer, sin querer ver a nadie más. Te vi romperte, joder.

—Y me vieron levantarme—le recuerdo—. Joder, Laila, me viste irme con mi hija a otro país, me viste aceptar la realidad con lágrimas en los ojos, me viste venir aquí y enfrentar a ese maldito imbécil a pesar de todo.

»Escucha, lamento que no estés de acuerdo con que lo apoye—suspiro negando—. Pero no lo hago por él, lo hago por nuestra hija. Y porque, a pesar de lo que me hizo, yo no soy la clase de persona que busca destruirlos.

—Y eres demasiado buena por eso, amiga—rueda los ojos—. Sé que debo ser la voz de la razón, pero me gustaría que arrastraras a esos dos frente a toda la maldita prensa.

—Gema podrá ser una mosquita muerta, pero es Christopher quien le permitió tanto—murmuro—. Pero no te preocupes, ya me encargaré de ambos después.

—Perfecto—levanta su cóctel en mi dirección y yo solo río.

—Ahora...—respiro profundo— ¿qué pasa con Alex? ¿Estás bien con que él y Sara estén juntos de nuevo?

Parpadea y respira profundo, fijando sus ojos en su trago.

—Son tus suegros...

—Por ahora—la interrumpo—. Habla libremente, Laila, ya sabe que conozco a los Morgan y lo que pueden hacer. Alex no es la excepción a la regla.

—No, lo hizo bien—se encoge de hombros—. No hizo promesas, me dijo que solo era sexo y... lo dijo en serio.

—Lo siento—pongo mi mano sobre la suya—. Ellos son buenos en enterrarse en lo más profundo de nuestro maldito corazón.

—Y en otra cosa—cierra los ojos y yo me carcajeo—. Vamos, niega que esos hombres se graban todavía más profundo cuando te follan como si fueras la última mujer a la que tocan. Como si... supieran exactamente qué punto tocar.

—Si, no voy a negar eso—río—. Pero puedo darte el contacto de un par de amigos de Reece que seguramente van a darte lo que Alex no.

Niega.

—Estoy bien por ahora, quiero darme mi tiempo y... pensar.

—Está bien, yo tengo que volver al trabajo—tomo mis cosas y me inclino a besar su mejilla—. No dejes que un Morgan te joda la cabeza, nene, eres mucho más que eso.

—Escucha tu propio consejo, Hail—recuesta su cabeza en mi abdomen y yo acaricio su cabello—. No dejes que él te joda la cabeza. Jode tú la suya, hazlo arrepentirse de haberte perdido.

—Todos lo hacen, eso es un hecho—le guiño un ojo—. No hay hombre en este planeta con una pizca de cordura que no se lamente no tenerme a su lado.

—Dios, tu ego es más grande que el edificio—rueda los ojos—. Ya vete, no necesitamos que te sancionen por llegar tarde.

—Si señora—le lanzo un beso antes de encaminarme fuera de la cafetería, repasando en mi cabeza lo que voy a dejar claro en este viaje.

Nadie juega contra mi y vive para contarlo.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora