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—Hola bonito—acaricio el costado de Ares cuando el encargado del rancho nos trae los caballos—. Que gusto verte de nuevo.

—¿Pasearán por el rancho, señora Morgan?—me pregunta Paul y yo asiento—. Ya decía yo que no entendía porqué la cocinera me había dado esto para que lo llevaran—me entrega una bolsa de tela y yo levanto las cejas.

—Yo llevo eso—Christopher lo toma y yo ruedo los ojos cuando lo engancha en la silla de montar—. Regresaremos en dos horas, Paul. Nadie entra ni sale de la casa hasta que regresemos.

—Si señor—asiente, ofreciéndonos una sonrisa—. Que disfruten el paseo.

Se aleja de nosotros y yo respiro profundo antes de tomar mi sombrero y ponérmelo con los ojos de Christopher detallándome de arriba a abajo mientras acaricia el lomo de Titán, su caballo.

Ambos son purasangres negros, solo que Titán es un par de años más viejo que Ares. Yo se lo regalé a Christopher el año que compramos el rancho porque quería enseñarle a montar, fue cuando supo mi amor por los caballos y compró a Ares.

—¿Se le perdió algo, ministro?—cuestiono cuando se encamina hacia mi, y chillo cuando me quita el sombrero y se inclina a tomar mis labios en un beso.

Sus manos se deslizan por mi abdomen descubierto gracias a la blusa que amarré en mi cintura por el calor del día, y gimo cuando toma camino a mi trasero, presionándome contra él mientras su lengua me reclama con deseo y vehemencia, alocando mis hormonas y volviéndome nada en sus brazos.

—Te ves sexy, deberías venir a mi habitación esta noche con este sombrero puesto—vuelve a ponerme el sombrero y yo río—. Y trae esa sonrisa también.

—¿Coqueteas conmigo?—me burlo, pasando mis manos por su camisa azul marino que contrasta con su sombrero negro del mismo modelo que el mío.

—¿Si digo que si duermes conmigo esta noche?—se lame los labios y yo respiro profundo—. Ayer cenamos y bailamos, ¿no merezco aunque sea una pequeña recompensa por mi esfuerzo?

—No—río—. Vamos, no quiero perderme el atardecer—palmeo su pecho antes de alejarme y subirme a mi caballo, escuchando a Christopher resoplar cuando comienzo a andar.

***

Christopher

—Dios, no lo recordaba tan hermoso—Hailey sonríe cuando nos acercamos al lago, que se encuentra bañado por la luz dorada del sol que comienza a ponerse.

A ella le fascina esto. Es una de las razones por las que compramos este rancho. Porque a ella le gusta la naturaleza, ver las estrellas, los árboles, pasear a caballo y bañarse en el lago de aguas cristalinas frente a nosotros.

Todavía recuerdo la forma en la que sus ojos se iluminaron cuando vinimos a verlo y de inmediato supe que era este el que compraríamos.

Habían otros compradores, tuve que pagar dos millones más además de los tres que ya pedían para poder obtenerlo y siempre he estado seguro de que lo vale todo.

—Es verano, por supuesto que iba a estar hermoso—me bajo del caballo y me acerco al suyo, tomándola de la cintura para bajarla.

—Uh, que caballero—ella ríe cuando la suelto para que podamos atar a los caballos en el árbol a un par de metros del lago—. Quiero traer a Makayla aquí pronto, estoy segura de que aprenderá a caminar en este pasto—señala los alrededores y mi pecho se infla ante la idea de mi hija por fin caminando.

—Ha dado pasos pequeños, supongo que se toma su tiempo—bromeo y ella sonríe, acercándose al lago, dejándome ver sus shorts de jean ajustándose a su exquisito trasero.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora