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—¿Qué es esto?—Christopher entra al vestidor mientras me cambio y yo le lanzo una mirada de fastidio que lo hace sonreír.

—¿Sabes lo que significa la privacidad?—Enarco una ceja, ignorando su mirada sobre mi cuerpo solo cubierto con jeans y sujetador.

—Nena. —Se acerca a mi, apoyando sus manos en mis caderas y mirando mis ojos a través del espejo—. No hay nada que no haya visto cientos de veces en el pasado. —Acaricia mi cintura, apartando mi brazo de mi costado para revelar el tatuaje en mis costillas—. ¿Qué es?

Sus ásperos dedos acarician mi tatuaje, haciéndome estremecer de forma exquisita mientras mi piel se calienta bajo su tacto.

—Son los deditos de Makayla. —Me muevo para que pueda verlo con una mejor luz, revelando el corazón formado por las huellas de los dedos índice de mi hija—. ¿No te gusta?

—Es adorable. —Las esquinas de su boca se levantan mientras se sienta en el pequeño sofá circular, quedando a la altura adecuada para ver a la perfección mis costillas—. ¿Cuándo lo hiciste?

—El año pasado. —Respiro profundo, sintiendo como mi piel se eriza bajo las yemas de sus dedos que siguen acariciando la tinta en mi piel como si estuviera completamente encantado—. ¿Qué pasa?

—También me hice uno. Fue idea de ella. —Comienza a desabotonar su camisa y yo respiro profundo cuando mi corazón comienza a martillear con fuerza en mi pecho, dejándome claro que los años no quitan el efecto que este hombre tiene sobre mi—. Terminó de curarse hace apenas un mes.

—No me dijo nada. —Me giro, quedando frente a frente, con su rostro a la altura de mis pechos mientras lo veo revelar cada vez más la piel dorada que conozco demasiado bien.

Tomo una respiración profunda cuando vislumbro su pecho, incluso más trabajado que la última vez que lo vi. Las horas que pasa en el gimnasio para desestresarse son más que obvias, al igual que el sol que toma cuando lleva a nuestra hija a la piscina.

—Seguro que no. —El ríe, apartando la tela para revelar su pectoral.

Respiro profundamente, negando con una pequeña sonrisa cuando veo la mano de nuestra hija tatuada junto a la tigresa de ojos verdes que cubre ese lado de su pecho. Ambos sobre su corazón.

Y no puedo pasar por alto ese patrón que conozco bien, ese nombre entre las rayas de la tigresa. Esos nombres, porque agregó el de Makayla.

»¿Te sigue gustando?—pregunta y asiento, levantando mi mano para acariciar los nombres en ruso—. Me alegra saber que no lo odias, como a mi en su momento.

—Nunca te odié, Christopher. —Respiro profundo, deslizando mi mano hacia arriba por su pectoral hasta su cuello, viéndolo inhalar profundamente mientras levanta su rostro para permitirme lo que desee—. Incluso con el daño que me hiciste, nunca pude odiarte. No después de tantos años de apoyo, de felicidad y... amor. De mi parte. —Me inclino y beso la esquina de sus labios, sonriendo cuando suspira—. ¿Me amas?

—Siempre te he amado, Hailey. —Sus manos me sujetan de la cintura, fijando sus ojos en los míos, con ese gris lleno de una avalancha de sentimientos que aceleran los latidos de mi corazón—. Quizás creas que no lo hacía antes, pero lo hacía. —Desliza su mano por mi espalda, en una caricia que me arranca un suspiro complacido ante lo bien que se siente—. Quizás no de la forma correcta incluso dentro de nuestra moral. Mi moral. —Besa mi mandíbula—. Pero te amaba y te sigo amando, nena. Siempre.

Sus pupilas están dilatadas, tanto que sus ojos comienzan a parecer negros, luchando contra el gris por el protagonismo.

Sé que me desea. Sé que nunca ha dejado de hacerlo, y para alguien como él es una tortura tenerme así frente a él y no poder tomarme. Porque yo no se lo permito aún.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora