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Christopher.

—¿Qué tal si dejas de mirarla como un acosador?—dice Patrick, palmeando mi hombro cuando llega hasta mi.

Bebo un sorbo de mi Whisky, ignorando su comentario mientras sigo repasando a Hailey con la mirada.

Su vestido azul oscuro la hace ver increíblemente hermosa. Incluso siendo tan sencillo como para no ser más que un par de tirantes y la tela cayendo suavemente por sus curvas. La hace ver... malditamente bien.

Como siempre.

Cinco años han pasado. Cinco jodidos años que se han sentido como una eternidad cuando estoy lejos de ella.

Cinco años en los que he sentido un nudo en la garganta y un vacío en el pecho causado por su ausencia. La ausencia de su toque, de sus besos, de su sabor; de todo lo que ella me daba y ofrecía cuando era el maldito hombre más afortunado del mundo.

Cinco años en los que no he parado de intentar complacerla, de estar para ella y de recordarle incansablemente que no hay ser en esta tierra que me haga sentir lo mismo que ella; y de dejarle claro que si hay algo que nunca voy a dejar de intentar es recuperarla.

Porque la perdí, y la dejé ir cuando me suplicó por nuestra hija que lo hiciera. Pero nunca la solté de verdad, nunca solté su recuerdo, su amor que me llenaba más de lo que cualquier cosa haya hecho nunca.

No hay lujo, ni mujer, ni placer o vicio que reemplacen lo que ella era para mi y el lugar que ocupaba en mi vida. Como mi esposa, mi reina, la mujer que estaba a mi lado sin importar las circunstancias.

Pero cinco años no pasan en vano, y a los golpes aprendí que para tenerla tenía que ser un mejor hombre.

No un santo. No convertirme de repente en un maldito papa o cambiar. No. Ser un mejor hombre para ella.

Para ella y nuestra hija. Siempre ellas dos.

Las únicas mujeres que merecen una versión de mi buena. Una versión que no cause dolor sino felicidad.

Y sé, por los ojos con los que me ve mi hija mientras camina hacia mi con su hermoso vestido de primera comunión, que con ella lo he hecho bien. Con ella me he vuelto todo lo que nunca tuve, dándole el mundo y al mismo tiempo un padre presente física y sentimentalmente, recordándole a cada instante que su padre es algo que nunca va a faltarle.

Me saco una menta del bolsillo y me la meto en la boca, comenzando a masticar mientras le entrego el Whisky a Patrick.

—Papi. —Mi hija trepa a mi regazo y esconde su rostro en mi pecho.

—¿Qué pasa, princesa?—Tomo su barbilla para que me mire, frunciendo el ceño cuando veo sus ojitos llenos de lágrimas.

—Tommy dice que sus padres son mejores que los míos. —El puchero que forma sus labios me perfora el pecho.

—Tommy es un pobre imbécil que no conecta el cerebro y la boca. —Beso su cabeza—. No le hagas caso. Hay gente muy estúpida en el mundo.

—No. Pero, papi—sorbe su nariz y yo me aparto para verla, ahora preocupado porque el imbécil hijo de uno de los nuevos capitanes haya herido los sentimientos de mi hija—, dice que sus padres son mejores porque si se aman. Dice que tú y mamá no se aman, que se odian. —Me mira con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Mami y tú se odian?

Respiro profundo, entendiendo de lo que se quejaba Hailey cuando dijo que la veían mal por ser una madre divorciada.

Y ahora afecta también a nuestra hija.

—Tu madre y yo jamás vamos a odiarnos, Makayla. —Hailey mira en mi dirección cuando me levanto y le hago señas para que se acerque mientras llevo a mi hija fuera del salón de la mansión—. Estamos separados por ahora, pero eso no significa que nos odiemos.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora